Miércoles 14 de Abril de 2010 09:07 Elias Amor, Valencia
El principal problema de la economía cubana en 2009, según CEPAL, ha
sido el notable endurecimiento de las condiciones de financiación
externa, con una reducción sin precedentes del crédito de los proveedores.
En un momento de crisis económica internacional, sobre todo de carácter
financiero, en la que se hace difícil obtener recursos económicos para
los países con economías solventes, el régimen castrista, que ha
desarrollado una política económica irresponsable, ha visto como las
decisiones adoptadas en el pasado tienen sus consecuencias tarde o temprano.
Una de ellas, quizás la más grave de todas, fue la decisión personal de
Fidel Castro en 2002 de poner fin a la historia de Cuba como potencia
azucarera mundial y reestructurar todo el sector productivo que desde
los años 60 había sido abandonado a su suerte, como consecuencia de la
gestión burocrática y la ausencia de empresa privada capaz de innovar e
introducir nuevos procesos y métodos en la producción de azúcar.
El cierre del sector azucarero no sólo supuso el abandono de los campos
en manos del marabú, sino el abandono de una ingente capacidad
productiva instalada, la pérdida de un empleo altamente cualificado y
productivo, la imposibilidad de recurrir a la financiación internacional
de la cosecha azucarera, y dejar un espacio para que otros países, mucho
más avispados, pudieran ocupar la cuota de producción mundial de Cuba.
Consecuencia de ello, el informe de CEPAL destaca que a pesar de que en
2009 los precios mundiales del azúcar han aumentado de forma
considerable, la otrora potencia azucarera cubana no ha podido
beneficiarse de la favorable coyuntura como consecuencia de la escasa
producción obtenida.
De ese modo, la situación de suspensión permanente de pagos de la
economía cubana, estimada en torno a los 1.000 millones de dólares, la
auténtica razón de ser de su pretendido bloqueo o embargo, según se
prefiera, se ha visto beneficiada en 2009 por la concesión por parte de
China de un préstamo cercano a los 600 millones de dólares, de difícil
devolución. Ni siquiera el acuerdo ventajoso del petróleo con Venezuela
permite al régimen castrista afrontar sus obligaciones internacionales.
En ese sentido, el informe de CEPAL destaca las dificultades durante
todo el año para cumplir con el pago del servicio de la deuda, lo que ha
llevado al gobierno a renegociar con los empresarios extranjeros un
aplazamiento de los pagos y más prórrogas que terminarán por arruinar
cualquier operación inversora a largo plazo en la Isla.
El círculo vicioso de la economía cubana, su incapacidad para ofrecer al
mundo bienes y servicios competitivos y de calidad, ha vuelto a asestar
un duro golpe al régimen en 2009. El informe de CEPAL destaca que el
comercio exterior volvió a registrar un desequilibrio como consecuencia
de la caída de las exportaciones, referidas básicamente al níquel, con
un descenso del 40% tras una reducción similar en 2008. La campaña
turística tampoco ha dado motivos para la satisfacción como consecuencia
del menos gasto turístico medio. A ello se añade, en las importaciones,
el aumento de los precios de los alimentos que necesita la economía
cubana por la ineficacia de la agricultura estatal para satisfacer las
necesidades de consumo del país. A pesar de que las autoridades
impulsaron durante el año ajustes de las importaciones no esenciales, el
desequilibrio exterior continuó actuando como un freno al crecimiento de
la economía. La relación real de intercambio, según la CEPAL, volvió a
sufrir en 2009 un deterioro muy importante.
La misma (equivocada) receta
En esa urgencia por la financiación, el régimen volvió a actuar como
siempre, recortando el consumo de electricidad en varias ocasiones y
generando en la población la sensación de apagones propia del "período
especial". El racionamiento eléctrico trajo consigo una caída de la
producción en la mayor parte de las empresas que, dentro de la política
absolutamente errática del régimen, se encontraron con recompensas en la
medida que conseguían reducir más su consumo, con el lógico descenso de
actividad y de producción, junto en un momento en que la economía cubana
necesita satisfacer sus necesidades con el output interno.
Reducción en los productos entregados a las familias, cierre de
comedores obreros, supresión de productos de la cartilla de
racionamiento, reestructuración de la administración y el aparato
estatal, creación de la Contraloría General de la República y revisión
en profundidad de subsidios y gratuidades, pasaron a convertirse en el
eje del discurso de política económica castrista, generando una mayor
sensación de incertidumbre en amplios sectores de la población que no
han observado un aumento paralelo de las actividades privadas. Los
gestores de la economía cubana están convencidos de que es necesario
reducir su dimensión, frenar su crecimiento, ahorrar más y más, cuando
lo que necesita la economía es justo lo contrario.
¿Cómo es posible que un país que todavía tiene una parte de su
infraestructura residencial destruida por el efecto de los ciclones,
paralice los proyectos de construcción, que según CEPAL es un sector que
carece de mano de obra? ¿Cómo una economía puede frenar su crecimiento
industrial limitando las importaciones de bienes intermedios necesarios
para mejorar la eficiencia productiva? Sí, es cierto que se han
entregado casi 100.000 hectáreas en usufructo para explotación, pero
¿cabe esperar un aumento de la producción cuando es necesario realizar
un importante esfuerzo de tratamiento y desbroce del campo? No deja de
ser curioso que uno los dos sectores que han mostrado más dinamismo en
2009, según CEPAL, haya sido el de las comunicaciones, gracias a la
liberalización de la compra de teléfonos móviles.
Liberalizar, abrir espacios al mercado libre, a la economía privada, es
la única política económica posible. Los cambios que necesita la
economía cubana deben ir en esa línea para hacer crecer su producción,
su competitividad (que la tiene) y su eficacia. No es el ajuste continuo
y la reducción de costes la receta más adecuada, sino justo lo contrario.
Con estos resultados, la inversión bruta volvió a experimentar una
intensa caída del 25%, frenando el crecimiento de la capacidad
productiva del país. En cambio, el consumo realizado por el gobierno
aumentó un 3,4%, y dado su peso en el conjunto de la economía, fue el
único estímulo para el débil crecimiento registrado por el PIB, de un 1%
según CEPAL.
Se trata de una pésima ejecución macroeconómica de la economía cubana,
que en sólo tres años ha visto descender el crecimiento del PIB desde el
7,3% en 2007 al 1% en 2009. La baja productividad global de la economía
hace que los salarios reales continúen bajando. El crecimiento de la
cantidad de dinero, un 9,9% se mantiene en absoluto descontrol para una
economía que sólo crece un 1%, generando tensiones en los precios, sobre
todo en los de los bienes y servicios que se comercializan en los
mercados con moneda convertible. El tipo de cambio del peso ha vuelto a
depreciarse un 9,4%, y ya acumula dos descensos sucesivos, lo que no ha
servido para mejorar la competitividad internacional de la economía.
Lo único que crece, de forma imparable, es el déficit del gobierno, que
ya supera el -5% que previsiblemente quedará superado por las
dificultades macroeconómicas de 2009. La crisis económica ha reducido
también en Cuba los ingresos fiscales del gobierno, pero en cambio, como
un ejemplo más de ineficacia, los gastos han vuelto a dispararse. La
decisión en el mes de septiembre de aumentar los salarios de los
maestros, entre 4 y 7,2 dólares de media mensual, aunque pueda parecer
insignificante, traslada a las arcas del Estado un gasto anual
consolidado equivalente a 35,4 millones de dólares.
Con un balance de estas características, invertir en Cuba, producir en
Cuba, parece una operación muy arriesgada. Con una débil posición
internacional, sin una política económica adecuada para afrontar la
grave crisis del sistema de planificación central, con una población
cada vez más angustiada y crítica con los gestores del sistema,
cualquier cosa puede ocurrir en la Isla, aunque ninguna buena. Ojalá que
el cambio llegue cuanto antes. Por el bien de todos los cubanos.
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