Wednesday, May 25, 2011 | Por Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – Con la realización del VI
Congreso del Partido Comunista y la aprobación de los Lineamientos de la
Política Económica y Social, con insuficientes medidas para sacar Cuba
de la crisis, quedan más interrogantes que respuestas. Sin embargo,
algo es cierto: el evento culminó un proceso iniciado a fines de julio
de 2006, con el arribo al poder de Raúl Castro y sus concepciones.
El cónclave no solo se distinguió por el abrumador nombramiento en el
Comité Central y su Buro Político de militares en activo y personas
identificadas con el menor de los Castro. También puede apreciarse en
los Lineamientos el pensamiento por muchos años gestado en las fuerzas
armadas, y que en oportunidades intentó, sin éxito, por la oposición de
los sectores más conservadores de la jerarquía, implantarse en la vida
civil.
Un intento ocurrió a raíz del fracaso de la Zafra de los diez millones
(1970), y las políticas voluntaristas e irreales que llevaron el país al
borde de la bancarrota en aquellos años. Entonces la gestión discreta
de Raúl Castro, detrás de Humberto Pérez y su grupo, en lo económico, y
Carlos Aldana, en lo político, enmendó hasta cierto punto la catástrofe,
y procuró conferir cierta racionalidad al totalitarismo cubano.
Este proceso que, entre otras medidas, restituyó las relaciones
mercantiles entre las empresas, reconstruyó la destruida banca, hizo
tímidas reformas como la apertura de los mercados campesinos y algunos
progresos en la venta de productos por los artesanos, así como
flexibilizó ligeramente la planificación centralizada, terminó en 1985
con la campaña de "rectificación de errores y tendencias negativas". Un
golpe de timón dado por Fidel Castro, siempre temeroso de que la
independencia económica de los ciudadanos se convierta en ansias de
libertad y progreso democrático.
Ante esas circunstancias, los militares tuvieron que replegarse a su
esfera de responsabilidad, para intentar seguir perfeccionando los
métodos de gestión en sus empresas, en espera de una nueva coyuntura
para desarrollar sus concepciones en la vida civil.
La nueva oportunidad surgió en los años 1990, debido a la pérdida de la
subvención de la Unión Soviética y países de Europa del Este, y el
inicio del llamado Período Especial, del cual aún el país no ha salido.
Entonces, Raúl Castro resurgió con sus ideas reformadoras dentro del
sistema, con su lema de que "los frijoles son más importantes que los
cañones". Se tomaron medidas como la apertura al turismo, la
circulación del dólar, la reapertura de los mercados campesinos, el
trabajo por cuenta propia y un marco relativamente más amplio para la
gestión de las empresas.
Este proceso duró hasta la aparición de un nuevo mecenas en Venezuela a
principios del nuevo siglo. Esto permitió a Fidel Castro (otra vez)
detener el proceso de reformas y en muchos aspectos hacerlo retroceder.
Con el retiro de Fidel Castro debido a su enfermedad en 2006, esta
situación comenzó a variar. Lamentablemente, el proceso de implantación
de las nuevas concepciones ha avanzado muy lentamente y con muchas
contradicciones, por causas todavía no claras. Medidas correctas, pero
aplicadas sin una visión de integralidad y la profundidad requerida, no
han funcionado. Es cierto que el colosal desastre recibido como legado,
no solo en la economía sino en todos los aspectos de la sociedad cubana,
incluida la pérdida de valores éticos y morales, dificulta la
materialización de los cambios, cuando adicionalmente se ha dilapidado
el capital político de los primeros años, creándose un vacío donde
florece la indiferencia y la frustración del pueblo.
A esto se suma que en estas décadas de fidelismo, crecieron estructuras
e intereses difíciles de remover y, lo que es peor, una amplia capa de
burócratas (conocedores de que sus privilegios dependen del viejo
sistema), hace resistencia a los cambios. Además, parecen persistir
viejas concepciones y dogmas en los nuevos dirigentes, que de
mantenerse, imposibilitarán el progreso de las transformaciones.
En particular, se mantiene el rechazo a la propiedad privada y a otorgar
al mercado el papel que debe tener en cualquier economía que pretenda
desarrollarse. En su lugar, se da prioridad a la planificación
centralizada, cuando la planificación solo debería jugar un papel
orientativo y de herramienta para ayudar a corregir las distorsiones del
mercado.
Posiblemente los métodos de gestión seguidos en las empresas del
Ministerio de las Fuerzas Armadas fueron exitosos. No obstante, hay que
tener en cuenta que se ejecutaron dentro de un marco estrecho, con
niveles de organización, disciplina, estímulos y selección de personal
inexistentes en el resto de la sociedad, y lo más importante, con
aseguramientos materiales, en condiciones absolutamente diferentes a las
presentes en las actividades civiles, donde la precariedad y la falta
de abastecimiento han sido una constante.
Se habla de preservar un socialismo, que muchos dudan haya existido
alguna vez en Cuba. En primer lugar habría que preguntarse el carácter
social de las empresas estatales, mayoritariamente una carga para la
sociedad en todos los sentidos, incluida la pérdida de valores morales y
éticos en el trabajador. Habría que preguntarse si la productiva
propiedad privada de los campesinos, siempre acosados, con menos tierra
y recursos, no ha sido más social que las granjas estatales,
improductivas, derrochadoras de recursos, destructoras de la fertilidad
de la tierra.
Es objetivo reflejar que en los últimos años ha disminuido la enorme
presión ideológica sobre los ciudadanos. Las marchas y contramarchas son
considerablemente menos numerosas; conceptos y programas absurdos como
Batalla de Ideas y Trabajadores Sociales, ya ni se mencionan. Incluso
lo que queda de esas delirantes campañas, como el programa Mesa Redonda
de la televisión están bajo la crítica de la sociedad, y sus periodistas
han perdido tanto prestigio que ni siquiera ocuparon lugares en el VI
Congreso del PCC, sin que dedicaran algún programa al evento. Hasta la
deficiente TV nacional, por lo menos cumple ahora con la programación
anunciada.
A su vez, existe un mayor grado de institucionalización, y hasta el
Consejo de Ministros se reúne y toma decisiones; mientras la educación,
todavía sin acceso a Internet, termina con las irracionales escuelas en
el campo y las dañinas aventuras con los maestros emergentes e integrales.
Los resultados del VI Congreso del Partido Comunista, con sus ciertas,
pero limitadas, dosis de pragmatismo y racionalidad, indican que emerge
una nueva época para Cuba. Pero no está suficientemente claro si la
novedosa orientación estará a la altura de los retos de una sociedad
destrozada por tantos años de desgobierno, y podrá lograr que el país
se enrumbe hacia el progreso, el respeto de los derechos humanos y la
democracia, dentro de un marco de entendimiento y reconciliación entre
los cubanos.
http://www.cubanet.org/articulos/%c2%bftiempo-de-cambios-en-cuba/
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