La Ley General de Vivienda regulaba prácticamente cualquier movimiento
legal o ilegal. A la Ley, con los años, se le fueron añadiendo
coletillas cada vez más asfixiantes en forma de Decretos-Ley (5),
Decretos (2) y otras 180 disposiciones "de rango inferior.
Rolando Cartaya, especial para martinoticias.com 13 de julio de 2011
Recapitulando la historia del nudo gordiano creado por el Estado cubano
a través de los años en torno a la propiedad y venta de viviendas y
automóviles, el escritor Leonardo Padura señala en un artículo para
Inter Press Service que "Para controlar las limitadas posibilidades de
realizar alguna operación, en el caso de los inmuebles se creó una Ley
General de Vivienda que regulaba prácticamente cualquier movimiento
legal o ilegal. A la Ley, con los años, se le fueron añadiendo
coletillas cada vez más asfixiantes en forma de Decretos-Ley (5),
Decretos (2) y otras 180 disposiciones "de rango inferior, entre
resoluciones, instrucciones y circulares del Instituto Nacional de la
Vivienda, el Ministerio de Justicia y otros organismos".
"Mientras, en el caso de los vehículos automotores funcionaban 40
prohibiciones o limitaciones (…) para la transmisión de la propiedad".
El escritor apunta que "resulta curioso que tanta ley, decreto,
resolución y prohibición, hayan prohijado, al final del camino,
infinidad de violaciones, entorpecimientos, corrupciones e ilegalidades,
de las cuales se beneficiaron por décadas los más pícaros, los más
arriesgados, y una legión incontable de burócratas corrompidos".
Pero el autor de la muy leída tetralogía novelística Las Cuatro
Estaciones es al final optimista, al pronosticar que, por decisión del
gobierno, "50 años después, la práctica más o menos universal retorna a
este mercado en Cuba…".
Ni tan rápido, ni tampoco tan universal.
Como advierte en Cubanet el periodista independiente José Hugo
Fernández, si bien Granma, al anunciar que antes de fin de año se
legalizará la compraventa de casas y autos, criticaba como causantes de
ilegalidades y corrupción las trabas que por décadas han frenado esta
simple transacción, "tal vez por idénticas razones tendrá que criticar
las nuevas normativas", pues -dice Fernández-el cambio también parece
estar proyectado desde normas y ajustes burocráticos "que no harían sino
cambiar el roto por el descosido".
En otro artículo para Cubanet, la abogada Laritza Diversent recoge los
recelos de algunos cubanos sobre las regulaciones adelantadas.
Por ejemplo, el diario precisa que "el pago del precio acordado entre
las partes se efectuará a través de una agencia bancaria". "Eso no me
gusta, ya me extrañaba a mí que la pusieran tan fácil", dijo Manolo,
citado por Diversent, en la cola del pan donde comentaba la noticia.
El hombre, un reparador y llenador de fosforeras, precisó que lo que más
le preocupaba era tener que justificar el dinero. La también bloguera y
periodista independiente apunta que el gobierno sólo reconoce como
lícitos los ingresos provenientes del trabajo, remesas o herencias.
"¿Cómo justifico el dinero que mi hermano me manda a través de las mulas
o una agencia no reconocida por el gobierno? ¿Y si adivino un número de
lotería?" se preguntaba Manolo.
Y su preocupación se justifica, pues según nos confirma la autora, quien
no pueda acreditar en Cuba sus entradas corre el riesgo de ser procesado
administrativamente por enriquecimiento indebido, con la consiguiente
confiscación de bienes adquiridos en un periodo de tiempo determinado.
Otro motivo de inquietud son los impuestos, señala Laritza. Considerando
que una habitación de mampostería, con cocina y baño, ubicada en la
periferia de La Habana, puede costar unos 6 mil dólares, con el cambio a
24 pesos por dólar los impuestos por la compra alcanzarían varios miles
de pesos moneda nacional.
Volviendo a"El roto por el descosido", José Hugo Fernández señala que lo
malo y lo bueno de las bolas sobre el actuar del régimen es que, como se
echan a rodar mucho antes, para que la gente empiece a acostumbrarse al
batacazo aun antes de recibirlo, también dan tiempo a organizar la riposta.
Y la riposta, observa, no podría organizarse más que a través de nuevos
modos de corrupción e ilegalidades, únicas alternativas que siempre
quedan para los de abajo. Por ejemplo,hacer dos transacciones: una
legal, con el banco, y otra libre pero ilegal entre el que compra y el
que vende. Qué remedio, -concluye diciendo José Hugo Fernández-- el
ciclo, tendrá que reiniciarse.
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