lunes, 25 de marzo de 2013

Sistematizando la miseria

Sistematizando la miseria

Lunes, Marzo 25, 2013 | Por Miriam Celaya



LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -Escucho a la vecina del

apartamento de los altos dando voces a la de la planta baja: "¡llegó el

pollo por pescado… y vence mañana!". El grito interrumpe mi trabajoy

despierta mi memoria: este jueves 21 de marzo se cumplieron 51 años de

la instauración de la cartilla de racionamiento, un sencillo adminículo

que todavía cumple relativamente sus funciones como instrumento de

control oficial, procurando igualarnos en la pobreza.



"La libreta", como popularmente se le conoce, desempeña la doble misión

de aliviar las crónicas carencias alimentarias de la familia cubana

distribuyendo algunos productos básicos a precios subsidiados, y a la

vez, de servir al gobierno como un instrumento más de dominación sobre

la sociedad. No es una exageración, la Historia está repleta de ejemplos

que ilustran cómo los pueblos despojados de derechos y de la capacidad

de producir y ganar su propio sustento, pierden también su condición de

individuos libres y, como animales de corral, se someten a la voluntad

de quien les procuran lo mínimo indispensable para no morir de hambre.



La cartilla, que según las propias declaraciones oficiales provoca

gastos astronómicos al Estado en su celo por garantizar al menos una

parte de la alimentación del pueblo, es –más que un bondadoso subsidio–

una inversión política. En realidad, casi podría asegurarse que de no

ser por la cartilla que administra el hambre evitando la hambruna, este

país hubiese sido ingobernable.



La importancia que el régimen otorgó al sistema de racionamiento se

refrenda en multitud de ejemplos que persisten. Toda una institución

administrativa creada para tales efectos, con oficinas municipales

–antes OFICODA, actualmente ORC (Oficina de Registro del Consumidor) –,

empleados, archivos, almacenes y centros de distribución y venta,

encargada de velar porque se cumpla la asignación de consumo exacta para

cada cubano, incluyendo la concesión de exiguos productos "extra" para

enfermos crónicos validados por certificados médicos, e incluso el

control de campañas como la llamada "revolución energética" –con la

entrega a nivel nacional y el control del pago de los equipos eléctricos

chinos durante uno de los últimos delirios del deteriorado Comandante en

Jefe.



Así, la mal llamada "libreta de abastecimientos", en cuyos inicios y por

varias décadas cubrió una lista considerable de productos racionados,

tanto alimenticios como otros de uso doméstico, comenzó a contraerse sin

llegar a desaparecer a medida que los efectos del fracaso del sistema se

sucedían uno tras otro. Fue, probablemente, el auxiliar más efectivo del

gobierno para contener el descontento popular bajo los embates de la

crisis de los ´90, cuando se comenzaron a racionar incluso las

almohadillas sanitarias femeninas; y en los últimos años, con el

advenimiento del "raulismo", ha sufrido drásticos recortes al mantener

subsidiados solo algunos productos básicos, pese a que los cubanos no

han recuperado la autonomía productiva y el salario medio no llega a un

dólar diario.



La cartilla se ha convertido en un documento que forma parte inseparable

de cada familia, a tal punto que a cualquier cubano humilde,

principalmente del amplio sector de la tercera edad, le preocupa más la

pérdida de la cartilla que la de su documento de identidad. Porque no

solo se siente parcialmente protegido en sus necesidades de consumo,

sino que ésta ha propiciado todo un mecanismo de trueques ideados por la

creatividad popular para suplir otras carencias. De esta manera, los

productos asignados que algún miembro de la familia no consume son

utilizados para intercambiarlos o venderlos y así adquirir otros

necesarios. Por demás, también se ha desarrollado un mercado

subterráneo, tanto con la certificación ilegal de "dietas" con tarifas

fijas como con los productos propiamente dichos, que escapa por completo

al control de las autoridades, incapaces de cubrir las necesidades

básicas de la población y de eliminar la corrupción que es fuente de

subsistencia para la mayoría de los cubanos.



La cartilla además ha dado origen a nuevos vocablos y frases que algún

día formarán parte del lexicón socialista que alguien habrá de escribir.

Solo los nacidos y crecidos bajo un sistema que tiene el discutible

mérito de haber sistematizado la miseria, sembrándola como si de una

virtud se tratase en la conciencia de una parte significativa de sus

víctimas, conocemos el significado de frases que, en buena lid, resultan

ofensivas y humillantes para la dignidad de las personas. Quiénes, si no

nosotros, sabrían interpretar el lenguaje cifrado de la pobreza

estandarizada: plan jaba, pollo por pescado, pollo de población,

picadillo de niño, pescado de dieta, lactoso y para viejitos, café

mezclado, arroz adicional… ; o las ya desaparecidas picadillo extendido,

carne rusa, fricandel, masa cárnica, perro sin tripa y otras lindezas

por el estilo.



Pero en estos tiempos difíciles el sostenimiento de la cartilla por

parte del gobierno se hace prácticamente imposible. He aquí que esa

herramienta de control debe desaparecer, tal como ha anunciado directa o

veladamente el General-Presidente en más de una ocasión, porque –otrora

instrumento utilísimo para el gobierno– se ha tornado un lastre

insostenible en medio de la crisis final del sistema. Por otra parte, el

régimen no puede darse el lujo de despojar de subsidios a una mayoría

pobre que escasamente sobrevive con la ayuda de la cartilla. Al menos no

puede hacerlo sin pagar un alto costo político por ello, además de la

amenaza de enfrentar un probable aumento del descontento y el desorden

social. La cartilla, pues, se ha trocado en un bumeran para el sistema.



No obstante, la asignación de alimentos se ha seguido contrayendo, como

parte del plan gubernamental de eliminar gradualmente los subsidios. En

la actualidad, la cartilla es una magra libretita con 10 pequeñas hojas

para marcar lo que "le toca" mensualmente a cada persona: 7 libras (lb)

de arroz, 3 lb de azúcar blanca, 2 lb de azúcar morena, ¼ lb de aceite,

10 onzas de granos, 11 onzas de pollo que sustituye la antigua cuota de

pescado, 1 lb de pollo "de población" o picadillo, 10 huevos, 400 gramos

de espaguetis, un minúsculo pan de 80 gramos y, de vez en vez, media

libra de mortadella con soya. Los niños de 0 a 3 años reciben una

limitada cantidad de compotas y leche en polvo hasta los 7 años, de los

7 a los 14 reciben una cuota de yogurt de soya. Tal es la canasta básica

oficial.



Por el momento, aunque escuálida y en merma constante, la cartilla

permanece entre nosotros. Esperemos que su desaparición, como la de

otros signos del totalitarismo, siga marcando también los momentos

finales del sistema que la creó.



http://www.cubanet.org/articulos/sistematizando-la-miseria/

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