martes, 30 de abril de 2013

Cuba en llamas

Medio ambiente



Cuba en llamas

Alberto Méndez Castelló | Las Tunas | 30 Abr 2013 - 10:26 am.



Las estadísticas oficiales no concuerdan, pero cada año arden miles de

hectáreas en toda la Isla. La industria azucarera, la desidia estatal y

la falta de civismo amenazan con borrar hasta el último bosque del país.



"El peligro de incendios forestales o rurales es mayor en Las Tunas que

en otras provincias porque, aunque solo contamos con el 14.77% del área

cubierta por bosques, esta es la región del país con más extensión

agrícola y ganadera donde menos llueve", dice un especialista preguntado

por este corresponsal.



Según Bosques de Cuba, obra de un colectivo de autores publicada en 2011

por la Editorial Científico Técnica, desde 1961 y hasta 2010 se

registraron en el país 12.418 incendios que afectaron 316.769 hectáreas,

para un promedio anual de 248 incendios y 6.335 hectáreas de bosques

incendiadas, con pérdidas estimadas en 575 millones de pesos.



Entrevistado en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana el

pasado 10 de abril, el ingeniero Raúl González Rodríguez, jefe del

Departamento de Gestión y Manejo del Fuego, de la Jefatura Nacional del

Cuerpo de Guardabosques, dijo que "si bien desde el 2001 hasta el día de

hoy el número de incendios crece en nuestro país, no ocurre lo mismo con

las áreas afectadas por la efectividad mostrada a la hora de sofocarlos".



Preguntado por el moderador Randy Alonso, el ingeniero González dijo que

en el primer trimestre de 2013 y hasta el 9 de abril en Cuba se habían

producido 263 incendios, los que habían afectado 2.000 hectáreas de

bosque. Según el ingeniero, en los últimos 10 años las pérdidas

económicas ascienden a 141 millones de pesos.



Resulta obvio que al contrastar las informaciones dadas por el

funcionario del Cuerpo de Guardabosques con la aportada con el colectivo

de autores de Bosques de Cuba existe una notable incongruencia:



Si desde 1961 a 2010 —esto es, durante 49 años— el promedio anual fue de

248 incendios y de 6.635 hectáreas quemadas, solo en el primer trimestre

de este año ya los fuegos iban por 263 y por 2.000 las hectáreas

incendiadas. A ese paso cerraríamos el año con algo así como 1.052

incendios y 8.000 hectáreas de bosques calcinados.



Según el ingeniero González Rodríguez, la primera causa de los

siniestros forestales es imputable a los fumadores, quienes al arrojar

cigarrillos encendidos a su paso por los bosques o zonas aledañas

provocan los incendios.



La segunda causa, al decir del ingeniero, son las "quemas agrícolas", es

decir, la utilización del fuego en la agricultura.



Vale la pena detenernos en esta segunda causa, definida ya en época tan

temprana como 1958 por el profesor Jorge de Alba como "la segadora del

pobre".



Decía el investigador del Instituto Interamericano de estudios agrícolas

en su libro Alimentación del ganado en América Latina: "El efecto

destructivo del fuego es evidente cuando se hace inconscientemente y en

grandes áreas por la destrucción de forraje o por el afán de mantener

pastizales en tierras que darían mayor rendimiento económico en especies

maderables. Por otra parte, el desarrollo de los mata-malezas químicos

debe contribuir a la terminación del fuego como arma de mantenimiento en

la agricultura".



A más de medio siglo de que el investigador costarricense escribiera

esas palabras, la falta de ejecutoria, cuando no la connivencia de

quienes debieron preservar los recursos naturales de la nación —puesto

que ya en el siglo XIX éramos cubanos—, cumpliendo y haciendo cumplir

desde las Ordenanzas de Montes de 1876 hasta la Ley Forestal de 1998,

parece que alejarán cada vez a los cubanos de los adelantos químicos

para hacerlo más dependiente del fuego como herramienta de labranza.



Una carrera entre los ciudadanos y las llamas



Cabe preguntarse por qué llueve poco en Las Tunas y, concretamente, tan

poco en la costa norte de esta provincia.



La legislación en materia forestal no puede verse como "una obra de la

revolución a partir de 1959", ni puede achacarse la total deforestación

o la falta de reforestación a quienes hicieron uso del hacha durante la

colonia y la llamada "pseudorepública".



El 22 de octubre 1796, en la Sociedad Económica se leía un informe con

tres interrogantes:



1- ¿Se haya la Isla necesitada de la reposición y conservación de sus

montes?



2- En ese caso, ¿qué medidas convendría adoptar?



3- ¿Qué utilidades se podrían esperar?



Para conseguir pasto para el ganado estaba demostrado que los hacendados

prendían fuego a los bosques y que en su zafras los ingenios cada año

aniquilaban dos leguas de monte.



127 años después, el 24 de mayo de 1923, por el decreto número 753 se

establecía el reglamento para el régimen de los montes protectores y de

las reservas forestales, en el que ya se establecía el tan llevado y

traído tema de la repoblación forestal y en el que, entre otros

mandamientos, se disponía que quienes tuvieran propiedades atravesadas

por ríos, quebradas, riachuelos o manantiales, y en cuyas vegas

estuvieran destruidos los bosques, tenían que plantar árboles de rápido

y gran desarrollo en los márgenes en una extensión de 50 metros.



Pero ya antes de 1923, concretamente entre 1901 y 1912, los centrales

azucareros Chaparra, Delicias y Manatí, los "tres colosos de Las Tunas"

ocupaban junto con los ingenios camagüeyanos Senado, Lugareño, Cunagua y

Jaronú, 4.476 Km2 de los 4.937 de la llanura del norte de Camagüey-Maniabón.



Por solo citar un ejemplo, el central Manatí ocupó un amplísimo

territorio descrito en documentos de la época como "una sólida jungla en

la que el sol no llegaba al suelo".



Hoy del central Manatí solo existe el recuerdo, es uno de los tantos

centrales azucareros desaparecidos como los bosques que un día fueron

convertidos en cañaverales, con la agravante de que hoy en esos terrenos

no existen ni bosques, ni campos de caña.



"Mire, incuestionablemente, la destrucción de los bosques en Cuba está

asociada al desarrollo de la industria azucarera, pero la tala no se

detuvo con su consolidación sino que se mantuvo aparejada a su

funcionamiento", dice un biólogo a este corresponsal.



La tesis del especialista parece sustentarse también con solo un

ejemplo: Según Jaime Crombet, hasta hace poco vicepresidente de la

Asamblea Nacional del Poder Popular, y que entre 1968 y 1972 fuera jefe

de la Columna Juvenil del Centenario, antecesora del hoy Ejército

Juvenil del Trabajo (EJT), esa tarea contó con la fuerza de más de

110.000 jóvenes, quienes sembraron gran parte de la caña para la llamada

zafra de los 10 millones (de toneladas), los mismos que en 1970 también

cortaron y enviaron a basculadores más de 550 millones de arrobas de cañas.



"Usted imagina cuántos árboles fueron talados solo para mantener

encendidos los fogones de la Columna Juvenil del Centenario…", dice el

biólogo, añadiendo, "súmele todos los que en la crisis, eufemísticamente

llamada Periodo Especial, quemamos los cubanos de a pie para sobrevivir".



Cierto, en Las Tunas llueve poco, y cada vez lloverá menos, pero no solo

en esta provincia, sino en toda Cuba. Al menos mientras el fuego —valga

decir "la segadora del pobre"— prosiga siendo la herramienta más

socorrida en el campo y a la vez la chispa que inicia los incendios

rurales y forestales.



Mientras en Cuba los cambios socioeconómicos marchen sin prisa pero sin

pausa, no es posible vaticinar quién llegará primero a la meta de esta

carrera de fondo entre los ciudadanos y las llamas. Ahora solo el tiempo

tiene la última palabra.



http://www.diariodecuba.com/cuba/1367310384_2950.html

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