miércoles, 1 de mayo de 2013

Dilema raulista: aflojar o el desastre total

Economía



Dilema raulista: aflojar o el desastre total

Roberto Álvarez Quiñones | Los Ángeles | 1 Mayo 2013 - 10:18 am.



El perfeccionamiento empresarial, al que ahora se aferra el régimen, no

consiguió salvar al comunismo europeo. Aun así, para que funcione

debería incluir el despido masivo de trabajadores. ¿Está dispuesto a

hacerlo Raúl Castro?



Albert Einstein definía la locura de manera muy sencilla: "Hacer la

misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes".



Es eso lo que hacen el general Raúl Castro y quienes junto con él mandan

en Cuba. Insisten en construir o "actualizar" el socialismo, un sistema

político y socioeconómico probadamente inviable, a la espera de obtener

resultados positivos.



La cúspide castrista actúa desconectada de la realidad y hunde cada vez

más a Cuba en una crisis que es ya devastadora, con una economía

postrada que suelta los pedazos pese a los petrodólares de Caracas.



Una expresión de este síndrome que lleva a confundir el deseo con la

realidad y que evoca lo que le pasó a Don Quijote por leer tantas

aventuras de caballería, es el Perfeccionamiento Empresarial (PE)

raulista, que dicho correctamente se llama Cálculo Económico, un

mestizaje de leyes económicas capitalistas con principios

marxista-leninistas, que ya se aplicó en la URSS y Europa del Este con

resultados fallidos.



En 1920 el economista austríaco Ludwig von Mises publicó un célebre

artículo titulado "El cálculo económico en la comunidad socialista", en

el que explicó por qué en un régimen comunista no era posible aplicar el

cálculo económico, basado en analizar y gestionar mejor la relación

cuantitativa entre los costos de producción, los precios y las ganancias

para aumentar la eficiencia y el crecimiento económico.



Una vieja receta de los países comunistas



Von Mises, Friedrich Hayek y toda la Escuela Austríaca de Economía

enfatizaron que el sistema comunista suprime el mercado, la propiedad

privada y el movimiento natural de los precios, por lo cual no hay una

base racional para la asignación de recursos.



El cálculo económico en Cuba (PE) consiste en que la gerencia socialista

tiene más autonomía (que sigue controlada centralmente) en su gestión y

obtiene un porcentaje de las utilidades de la empresa si cumple el plan

centralmente trazado de ganancias, rentabilidad, calidad de la

producción y surtido. Las empresas pueden decidir los surtidos a

producir y las inversiones a realizar. En tanto, los trabajadores

obtienen una parte de la ganancia obtenida si logran reducir el costo de

producción, o lo mantienen bajo, según fue planificado.



Luego de la muerte de Stalin, este sistema se aplicó en la URSS hasta su

desintegración. Las empresas tenían que ser rentables sin recurrir a

subsidios del Gobierno, trazaban su propio plan técnico y financiero.

Gozaban de autonomía total en contabilidad, la selección de proveedores

y clientes, y disponían de fondos propios. Los empleados duplicaban su

salario si sobrecumplían en un 10% sus metas productivas, y hasta lo

triplicaban si las superaban en un 20%.



Lo mismo hicieron todas las naciones comunistas, y en forma más

"atrevida" en Alemania Oriental con sus combinados industriales, más

eficientes que las uniones de empresas en la URSS o los complejos

industriales de Bulgaria, pero a años luz de las compañías de Alemania

Occidental.



En Yugoslavia se fue más lejos y las empresas estatales eran confiadas a

cooperativas de trabajadores para que las gestionaran y obtuviesen buena

parte de las ganancias. La autogestión descansaba en la asamblea y el

consejo obrero, el comité de gestión y el director. Pero un comité

estatal nombraba a los directores de las empresas, decidía las

inversiones y los productos a fabricar.



En Cuba el PE se inició en 1987 en las empresas de las Fuerzas Armadas

Revolucionarias (FAR), y en 1998 en las civiles. Se aplicó en 767

empresas civiles, el 32% de todas las existentes. Pero en 2002, al

comenzar el flujo de petrodólares de Hugo Chávez a La Habana, Fidel

Castro ordenó un regreso a la centralización estalinista-guevarista.



Centralismo a ultranza



La autonomía empresarial y la vinculación del salario con lo producido

fueron rechazados siempre por Fidel Castro. Y el Che Guevara los

calificaba de traición al socialismo. El comandante argentino, a cargo

de la industria cubana, era un enemigo acérrimo de la autonomía. En una

reunión en el Ministerio de Industrias, en febrero de 1964, el Che

señaló que las empresas "consolidadas" (estatales) tenían que ser

estrictamente controladas centralmente, pues había que "considerar el

conjunto de la economía como una gran empresa", ya que si a estas se les

daba autonomía se convertirían en "lobitos entre sí dentro de la

construcción del socialismo..." .



Fue el Che quien estableció la "emulación socialista" y los estímulos

morales (banderitas) en vez de dinero para los trabajadores

sobrecumplidores del plan de producción. Los premios en dinero

"corrompen a la clase obrera", repitió luego Castro, renuente a

cualquier atisbo de autonomía empresarial y de autofinanciamiento, hasta

principio de los 80, en que hubo una ligera pausa. Pero en 1986 el

comandante resucitó al Che, destituyó como ministro de Economía a

Humberto Pérez (partidario del cálculo económico), y lanzó la

centralizadora campaña de "Rectificación de Errores y Tendencias

Negativas", para alejar a Cuba de la perestroika soviética, aunque sí

autorizó el "perfeccionamiento" en las empresas militares para que no

fuesen tan desastrosas como las civiles.



Retirado Fidel por enfermedad, ahora se quiere extender a toda la

economía nacional, pues según los "Lineamientos" del VI Congreso

partidista las empresas estatales son la espina dorsal económica del

país, y deben ser "estimuladas y fortalecidas".



En las empresas en las que se aplica el PE el salario de cada obrero

depende del resultado de su trabajo. Las empresas son estimuladas, o

penalizadas, según sea el rendimiento y los resultados financieros de su

gestión.



Por un sector privado urgente



Pero en Europa el cálculo económico no salvó al comunismo y en Cuba ni

siquiera se puede aplicar a menos que se hagan las reformas de mercado

que se niega a realizar la gerontocracia gobernante. Porque este sistema

se afinca en la eficiencia y la reducción de los costos de producción,

lo que implica el despido masivo de trabajadores que perciben un salario

pero que en realidad hacen muy poco, o nada.



El régimen está atrapado en un callejón cuya única salida es la de

liberar en grande las fuerzas productivas y crear un sector privado

amplio y sólido —y no solo de cuentapropistas—, y facilitar sin trabas

las inversiones extranjeras de capital y tecnología.



En otras palabras, la dictadura está obligada a permitir pequeñas y

medianas empresas privadas que sean capaces de asimilar a los cientos de

miles de trabajadores que deberán ser cesanteados para que la economía

no sucumba. Esta ha llegado a tal estado ruinoso que no está en

condiciones ni de recibir primeros auxilios. No puede asimilar siquiera

el cálculo económico como curita pasajera.



Cuba necesita desesperadamente mucho capital y un sector privado que

compense la obsolescencia tecnológica estatal, la falta de inversiones,

desabastecimiento de insumos y equipos y la bajísima productividad de la

fuerza de trabajo estatal, muy ineficiente porque hace medio siglo que

no tiene cómo entrenarse para ser eficiente.



En fin, Raúl tiene un gran dilema: o afloja la mano y concede libertad

económica a los cubanos, o el país verá agravarse el atraso y la pobreza

en que ha sido sumergido, y ni siquiera se cumplirán los acuerdos del VI

Congreso partidista. Cualquier otra cosa que haga el general estará

agravando la enfermedad genialmente definida por Einstein.



http://www.diariodecuba.com/cuba/1367396290_3033.html

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