lunes, 2 de septiembre de 2013

La estructura económica cubana desalienta la iniciativa

Publicado el domingo, 09.01.13



La estructura económica cubana desalienta la iniciativa

ARMANDO H. PORTELA

AHPORTELA@ELNUEVOHERALD.COM



Los cambios a los que Cuba ha estado sujeta por más de medio siglo han

sido tan radicales y con frecuencia traumáticos que alcanzaron a

modificar la población, los hábitos sociales, los paisajes, la economía

y la concordia entre los cubanos, a tal punto que hoy es un empeño

agónico organizar un juego de pelota entre abuelos por causa de una

ofensa estúpida –hija legítima de la obcecación y el miedo– que dos

azuzados peloteros cometieron hace casi quince años.



La isla ha dejado ir el talento, el conocimiento y la iniciativa de más

de dos millones de habitantes, la mayoría educados y deseosos de

triunfar; ha visto aparecer de la nada la segunda mayor ciudad de

cubanos –Miami, la única próspera y habitable–; perdió un millón de

hectáreas de cañaverales, un área comparable a la antigua provincia de

Pinar del Río, inundó inútilmente valles para tener un agua que persiste

en escasear. También encontró petróleo y llenó de feas torres, malos

olores y pegajosos residuos una bellísima franja costera –de playas y

acantilados, de bosques y plantas únicas en el mundo–, cuyo valor

urbanizable excedía a todo el hidrocarburo extraído y empleado en

alumbrar a duras penas las miserias de ciudades y pueblos que se desmoronan.



Y, como si no fuera suficiente, hoy habla de un brote de cólera con

alucinante naturalidad, como si fuera un producto natural del verano,

las lluvias y las moscas.



Durante los últimos años han cambiado también los pilares de la

economía. La isla de azúcar, café y tabaco ya no existe, y no cambió

precisamente para una isla de industria moderna y tecnología como

machacosamente pedía Leví Marrero.



Todo se sostiene de la manera más precaria que es dable imaginar. Como

los enfermos en coma, se sabe que está viva por la respiración tenue y

el persistente chorro de dinero y mercancías que los cubanos mandan

desde el exterior a sus parientes pobres, con lo que se han convertido

en el verdadero motor de las reformas del gobierno. En veinte años y

partiendo de cero, las remesas se han colocado en el tope de los

ingresos del país, libres de gastos, de inversiones y preocupaciones.



En honor a la verdad, no todo ha ido cuesta abajo desde que hace veinte

años la ex Unión Soviética se quitó de arriba la economía parásita (así

la calificó Solzhenitsin con precisión roñosa) de la isla. Algunos

sectores han florecido y ofrecen las únicas opciones de ingresos y de

empleos apetecibles. El turismo es parte del precario sostén de la

nación, la industria del níquel ha crecido hasta colocarse a la cabeza

de los principales generadores de divisas, la extracción y refinación de

petróleo han prosperado de la mano generosa del fallecido presidente

venezolano Hugo Chavez y de la colaboración con empresas extranjeras,

mientras que la generación de electricidad, después del exasperante

bache de los años del "Período Especial" consiguió reanudar su lento y

poco eficiente crecimiento.



Otra industria –la farmacéutica– que no se muestra en el mapa, también

ha conseguido mejoras, aunque diste mucho de ser la piedra filosofal que

puede cambiar el decorado en casa.



Un vistazo a las grandes inversiones comprometidas, aquellas que en

cierto momento crearon un aura de esperanza, hace levantar las cejas

hasta al más crédulo. La refinería de petróleo de Matanzas, el

oleoducto, la planta de ferroníquel de Moa, la ampliación de la

refinería de Cienfuegos o la reapertura de la de Santiago, todas

dependientes de Venezuela, no inspiran ya la misma confianza que antes

de enfermarse Chavez. El único de los grandes proyectos que parece

saludable es el de la terminal de contenedores de Mariel, una inversión

de $800 millones que más parece apuntar al futuro levantamiento del

embargo comercial de Estados Unidos que a las necesidades del comercio

actual de Cuba.



Tampoco hay un sector que lidere el crecimiento y permita mirar

confiados hacia adelante. El turismo, la más mentada de las industrias

actuales, debe reinvertir en sí misma la mayoría de los ingresos que

genera, y la ganancia debe compartirse con los socios extranjeros.

Traducido al lenguaje del dinero, el turismo deja un dividendo inferior

a los $50 per cápita anuales en Cuba.



El níquel, otro sector potente y favorecido por buenos precios, creció

incluso en los años más oscuros del "Período Especial", pero el gobierno

tuvo que desmantelar recientemente la obsoleta planta de Nicaro, que

aportaba el 15 por ciento de la producción nacional.



La prospección de petróleo en el noroeste de Cuba, que prometía hallar

hasta 20,000 millones de barriles según burócratas de la isla, resultó

un sonado fiasco y las transnacionales participantes, dejando los sueños

a un lado, se marcharon juntas como de una mala fiesta.



Luego de una inversión inicial en Cienfuegos, que logró sacar del fondo

a la refinación de petróleo, la industria ha quedado al 40 por ciento de

lo que producía a fines de los años 80. Las mejoras previstas por ahora

están en los planes solamente y algunas de ellas con pocas posibilidades

reales de terminarse.



Acosada por una deplorable historia de crédito, incapaz de producir

bienes que generen ganancias serias, atenazada por una anquilosada

burocracia que desalienta la iniciativa y la productividad, inútil para

producir alimentos y habituada a falsear la realidad como método de

análisis, Cuba tiene pocas opciones para dar el salto al mundo moderno

mientras persista en mantener el cepo a la libertad y al mercado, que

son en definitiva las únicas vías para cortar la sangría de talentos,

para sanar los paisajes, restablecer la economía y la concordia. Todo lo

demás son espejismos.



Source: "La estructura económica cubana desalienta la iniciativa -

Séptimo Día - ElNuevoHerald.com" -

http://www.elnuevoherald.com/2013/09/01/v-fullstory/1556832/la-estructura-economica-cubana.html

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