jueves, 9 de marzo de 2017

Se legaliza la venta privada de la prensa oficial

Se legaliza la venta privada de la prensa oficial
MIRIAM CELAYA, La Habana | Marzo 09, 2017

Sobre una de las paredes laterales, en el interior de una pequeña caseta
de prensa de la avenida 26, en Nuevo Vedado (La Habana), un insólito
cartel anuncia: "Este estanquillo pasó a cuenta propia".

El hecho es singular. El anciano cuentapropista tras el mostrador se
muestra naturalmente cauto. El instinto de supervivencia ha enseñado a
los cubanos a desconfiar de quienes preguntan demasiado, en particular
cuando en ello se juegan la relativa seguridad de algunos ingresos
monetarios adicionales para redondear los magros ingresos de su jubilación.

No obstante, al entablar una conversación informal siempre surge alguna
información, pequeños datos que, al menos en principio, permiten afirmar
que se ha iniciado un nuevo experimento secreto por parte del
Estado-Partido-Gobierno: el proceso de privatización legal de la venta
de la principal arma ideológica de la revolución: la prensa.

Resulta notorio, además, que este hecho se esté produciendo a tres
escasos meses del deceso del insigne creador del monopolio informativo,
apenas secadas las últimas lágrimas de utilería de sus fieles y en medio
de constantes invocaciones "a su memoria, a su legado y a su obra", por
parte de esa propia prensa. Nadie puede ignorar que el colosal aparato
de prensa castrista, y en especial el periódico Granma, era la niña de
los ojos de Fidel Castro, quien durante décadas lo dirigió desde su
oficina, a donde se lo llevaban diariamente a través del túnel que
comunica el edificio del Granma con el Palacio de la Revolución, para su
aprobación final antes de llevarlo a la imprenta.

La veracidad de la información acerca de la nueva gestión que incluye la
comercialización de la prensa oficial como actividad por cuenta propia,
fue confirmada a este diario por Yordanka Díaz, directora de la Empresa
de Correos de Cuba Habana-Centro, en el municipio Plaza de la
Revolución. "Es necesario pasar un curso de tres días, después se hace
el contrato y entonces el trabajador debe ir a la Oficina Nacional de
Administración Tributaria (ONAT) para organizar el tema de la licencia".

La funcionaria agregó que en el municipio bajo su gestión hay al menos
tres plazas aún libres para gestionar un estanquillo de periódicos.
Hasta el momento los que han ocupado las anteriores vacantes han sido
jubilados o amas de casa que se reinsertan en la vida laboral.

Aunque el recelo del vendedor del estanquillo de la Calle 26 no le
permite revelar muchos detalles, resulta obvio que le satisface más su
nueva condición de trabajador por cuenta propia que la anterior, como
empleado estatal. "Antes el Estado me pagaba un salario de 120 pesos
mensuales; ahora le debo entregar yo 10 pesos diarios. El precio de
venta del periódico sigue siendo de 20 centavos en moneda nacional, así
que yo tendría que vender 300 periódicos para ganarle 3 pesos, pero la
gente 'me ayuda'. Hay quienes me dejan un peso o 50 centavos. El Estado
no tiene que pagarme un salario, sino que me cobra 300 al mes; ellos
ganan, yo gano más ahora... Y todos contentos".

El estanquillero no confiesa que, en realidad, su ganancia mayor está en
la ya establecida práctica de venderle al por mayor a los revendedores
callejeros, que no cuentan con licencia alguna; o en la distribución
informal a domicilio, donde hay una tarifa fija mensual mínima de 30
pesos, que puede ser superior si el cliente recibe más de un periódico
diario. No se trata de un negocio que permita ganancias significativas,
pero tampoco requiere de muchos esfuerzos ni de una gran inversión, y
ayuda a servir la mesa.

Otra novedad es que el Estado no distribuirá los periódicos a los
estanquillos bajo modalidad de "cuenta propia", sino que los vendedores
se encargarán de recogerlos y transportarlos por sus propios medios a la
caseta de venta, lo cual es otra ventaja para el Estado pues se libera
de los costos de transportación desde el combinado poligráfico hasta los
estanquillos, dispersos por toda la ciudad. También existe una
asignación fija de periódicos para cada vendedor, a fin de evitar
acaparamientos.

El vendedor se va tornando más locuaz a medida que avanza la charla.
"Dicen que van a reparar los estanquillos, que están en muy mal estado.
Se habla de que van a arreglar los techos y a pintarlos, pero eso no sé
si será seguro. Los estanquillos son de ellos, la venta es mía".

"Eso sí, sólo puedo vender periódicos. Ni revistas, ni libros, ni
almanaques ni nada por el estilo", explica el viejo. "Pero está bien, no
me quejo. Siempre es más fácil salir de los periódicos, que eso lo
compran mucho más que las revistas. La gente compra incluso los
periódicos viejos... Imagínese, ¡cómo no se van a vender con lo difícil
que está conseguir papel higiénico!".

A estas alturas todo tiene cierta lógica, aunque parecería cuando menos
paradójico que el hermético monopolio de prensa –tan puro, tan
anticapitalista, tan marxista– haya cedido al menos una parte de la
comercialización de esta importante "trinchera" al sector privado,
incluso tratándose de una actividad tan humilde y de pocas ganancias
como la venta de periódicos, usualmente asumida por ancianos jubilados u
otras personas de bajos ingresos.

Sin embargo, tomando en cuenta la calamitosa situación de la economía y
los elevados costos que se derivan de esta arcaica manera de divulgar
información, al Estado le urge explotar cualquier forma de aligerar el
lastre que se deriva del sostenimiento de un monopolio de prensa
impresa, en un país donde el limitado y costoso acceso a Internet, unido
a la imperiosa necesidad de controlar la información por parte del
Gobierno, impide la digitalización absoluta de los medios.

De esta manera el Gobierno está atado a su propio nudo gordiano: el
monopolio de prensa y el irrisorio acceso a internet son imperativos
para el poder si quiere mantener a la población desinformada o mal
informada, sin otras fuentes alternativas de indagación en torno a lo
que sucede en el mundo e incluso dentro del país, y sin la posibilidad
de contrastar las noticias que ofrecen los medios oficiales. Pero a su
vez ello obliga al Gobierno a sostener una incosteable industria de la
prensa en medio de una crisis económica que dejó números negativos en
2016 y amenaza con un 2017 aún más infausto.

En realidad el proceso de racionamiento de la maquinaria de prensa
oficial viene mostrando señales desde tiempo antes. Recientemente el
principal periódico del país, Granma, que solo cuenta con cuatro hojas
(ocho planas) renovó su viejo y recargado diseño, no tanto para mejorar
su calidad de impresión y su presentación –que siguen siendo
estéticamente deplorables– como para economizar tinta. También desde
hace largo tiempo existe una edición única, de tirada nacional.

Ahora, al permitir la venta de la prensa como actividad no estatal, el
Gobierno no ha hecho más que legalizar otro rubro del mercado negro –un
fenómeno que ha signado toda la "lista" de lo reglamentariamente
permitido para el sector privado–, puesto que desde muchos años atrás y
hasta hoy ha existido la venta privada (ilegal) de la prensa oficial por
parte de ancianos y menesterosos que, sin disimulos y a cara
descubierta, pregonan a toda voz los titulares y venden sin sobresaltos
en plena vía al precio de un peso en moneda nacional. En síntesis, ha
quedado legalizado el mercado negro de la prensa oficial.

Curiosamente, esta nueva modalidad de cuentapropismo no ha sido reseñada
por la propia prensa oficial, aunque se trata de una noticia de un claro
significado simbólico.

Source: Se legaliza la venta privada de la prensa oficial -
http://www.14ymedio.com/nacional/legaliza-venta-privada-prensa-oficial_0_2177782205.html

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