LA HISTORIA DEL PLANETA
2001
Venezuela
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Fidel Nuñez
Analista
Jefe de Buró
Latinoamérica
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Septiembre 9, 2007
Tras 45 años de existencia, la "libreta de abastecimiento", como suelen
llamar popularmente los cubanos a la "cartilla de racionamiento", es
parte de la vida cotidiana en Cuba y para muchos hogares representa una
compensación ante la carestía de los alimentos y las estrecheces
económicas familiares.
Esa pequeña cartilla de papel que no es un documento oficial, pero fue
creada mediante un decreto oficial el 12 de marzo de 1962, asigna una
cuota mensual fija de productos alimentarios de la canasta básica a
precios subvencionados a cada núcleo familiar de la isla.
De hecho, la existencia de la "libreta" ha creado niveles de dependencia
en un amplio sector de la población cubana que la reconoce insuficiente
para cubrir sus necesidades nutricionales, pero al mismo tiempo
manifiestan que no pueden renunciar a sus mínimos beneficios.
LO QUE DA LA "LIBRETA"
Cada uno de los más de 11,2 millones de cubanos recibe mensualmente a
precios subvencionados a través de la "libreta" 7 libras de arroz, 30
onzas (casi una libra) de frijoles, 5 libras de azúcar, media libra de
aceite, 400 gramos de pastas, 10 huevos, 1 libra de pollo congelado,
media libra de picadillo condimentado (de pollo), a los que se suman
como alternativa en el apartado de productos cárnicos el pescado, y/o la
mortadela o salchichas.
La distribución normada o regulada por la cartilla también incluye el
pan diario, artículos de aseo como un tubo de pasta dental, 6 jabones de
lavar e igual cantidad de tocador y 4 botes de detergente líquido
anuales, así como 4 cajetillas de cigarros y un sobre de 115 gramos de
café mensuales.
Los niños reciben un litro de leche diario hasta los 7 años de edad,
yogur de soja, 14 compotas hasta los dos años y a las personas con
dietas por determinados problemas de salud la cartilla les suministra
leche en polvo, viandas, pescado y pollo.
De acuerdo con un informe económico presentado en diciembre pasado en el
Parlamento, en 2006 el Gobierno invirtió 948 millones de dólares en las
compras de productos destinados a la canasta subsidiada y a escuelas,
hospitales, guarderías infantiles y otros servicios sociales.
Las autoridades económicas del país señalaron entonces que las
importaciones de alimentos crecieron un 35 por ciento en los últimos dos
años y recalcaron la urgencia de desarrollar aceleradamente un programa
de sustitución de importaciones "económicamente viable" incrementando
las producciones agrícolas e industriales de alimentos.
HABLAN LAS "DUEÑAS" DE LA COCINA
Amas de casa que dicen llevar un rígido control de la factura mensual
aseguran que las entregas de la cartilla, aun administradas con rigor,
no les alcanzan para cubrir dos comidas diarias a la familia y en casos
concretos de núcleos numerosos y de mucho apetito la calculan para unos
15 días del mes.
No obstante, señalan que no todas las personas consumen iguales
cantidades de algunos productos como el arroz o el azúcar, y es ahí
donde entran a jugar otros mecanismos como los intercambios o las ventas
de consumidor a consumidor por encima de los precios del mercado estatal.
Esther es una maestra jubilada de 86 años que vive sola y Marcia es una
oficinista de 35 años, madre de una familia de cuatro integrantes.
Ambas coinciden en que la cartilla es un elemento de la vida doméstica
de los cubanos que "ha envejecido" y "quizá ya no debiera existir", pero
reconocen que "nos garantiza un mínimo a precios bajos", aunque "no
alcanza a cubrir todas nuestras necesidades".
"Yo quisiera que desapareciera la libreta (de racionamiento) porque
después de la entrega de productos de principios de mes tenemos que
estar pendientes de otros productos que van llegando de manera
intermitente a la bodega o la carnicería", explica Marcia.
Pero su vecina Aída Rosa opina que a causa de la comercialización en dos
monedas -el peso cubano (0,05 USD) y el peso convertible (CUC,
equivalente a 1,08 USD)- "no todas las personas en Cuba tienen iguales
condiciones económicas ni están preparadas para que la libreta desaparezca".
"A mi, por ejemplo, no es que me resulte imprescindible porque mi
familia tiene una entrada en chavitos (divisas), pero hay gente que no
la tiene y dependen casi exclusivamente de la libreta porque solo
cuentan con pesos cubanos y no muchos", apunta.
Además, "con la libreta sé que están seguros los productos y si la
quitan los que van a pasar mucho trabajo son los que tienen bajos
recursos, por eso creo que no puede ser eliminada todavía".
Esther y su vecina Adela son menos rotundas en la decisión de
desprenderse de la libreta con la que visitan casi a diario la bodega de
su barrio para adquirir los productos normados y reconocen que les
preocupa su desaparición si va a significar "una subida de precios que
se sume a los muy altos que pagamos en los mercado agropecuarios".
En más de una oportunidad en años recientes, el propio líder cubano,
Fidel Castro, se ha referido a la hipotética posibilidad del final de la
longeva cartilla de racionamiento y ha indicado que sus precios
subsidiados comienzan a resultar caducos ante determinadas condiciones
económicas internacionales y locales.
ELIMINAR LA CARTILLA
Algunos economistas cubanos se muestran partidarios de eliminar la
cartilla o limitar su utilización, mientras que otros, más
conservadores, temen que su desaparición podría tener graves
consecuencias si no hay un respaldo productivo suficiente para cubrir el
impacto de un mercado abierto a los vaivenes de la ley de la oferta y la
demanda y advierten del riesgo de un vertiginoso incremento de los precios.
Cuba, subraya un economista local que pide el anonimato, no se encuentra
en el momento idóneo para que el gobierno decida dar ese paso porque
"para eliminar esa libreta, sería necesario un aumento de la producción
interna o de las importaciones", que significan una alta factura de
gastos para la isla.
Desde que comenzó el denominado "Período Especial" (de crisis económica)
declarado por las máximas autoridades de la isla tras la caÌda del
bloque soviético, en 1989, la canasta alimentaria se contrajo en número
de artículos, cantidades y periodicidad.
Fue a partir de 1995 cuando comenzó a recuperarse lentamente su oferta,
sin haber llegado aún a la cota de otros tiempos, cuando existía además
una "libreta" para adquirir productos industriales como ropa, zapatos y
artÌculos de ferretería.
Esa situación obliga a los cubanos a adquirir un grupo de productos casi
exclusivamente en el mercado en divisas, a precios que no están al
alcance de todos.
En 1993 el gobierno autorizó la tenencia de divisas en manos de la
población procedentes en un alto porcentaje de las remesas que envían
los familiares residentes en el exterior ascendentes a unos 1.000
millones de dólares anuales, según cálculos de analistas económicos.
Las mismas fuentes estiman que un 60-70 por ciento de los cubanos tiene
acceso a las divisas, un 40 por ciento reciben remesas y un 25 por
ciento de la población "resuelve" comprando en las tiendas área dólar.
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