domingo, 7 de diciembre de 2008

El suplicio del agua

Lo que dejó 2008
El suplicio del agua

Grandes anuncios y crudas realidades. De promesas vive la segunda mayor
ciudad del país.

Luis David Pardo, Santiago de Cuba | 03/12/2008

Reparación de la centenaria red de abasto de agua de Santiago de Cuba,
en julio de 2008. (LA ISLA Y LA ESPINA)

Reparación de la centenaria red de abasto de agua de Santiago de Cuba,
en julio de 2008. (LA ISLA Y LA ESPINA)

"Productividad", "laboriosidad", "eficiencia" y "avances" son términos
del retrógrado lenguaje oficialista que sólo provocan burla, sobre todo
cuando los pronuncia algún dirigente en las numerosas "celebraciones"
que paralizan la vida de los cubanos.

Según la filosofía oficial, todo cuanto entorpece el desempeño del
gobierno proviene del embargo norteamericano, de los efectos de la
crisis financiera internacional o de "la venganza de la naturaleza",
como han llamado al efecto devastador de los tres huracanes que pasaron
en los últimos meses por la Isla.

El Estado no hace la más mínima referencia a los obsoletos métodos
administrativos, la corrupción, la desidia generalizada…, factores que
hacen caótica la situación de un país donde la razón sólo puede
encontrarse en la doble moral y el choteo.

Cada empeño, tarea o programa, dirigido por el Partido Comunista, se
transforma con el paso del tiempo en centro de la crítica solapada o la
burla socarrona. Así de complicada se torna la existencia del ciudadano
de a pie, en el propio trabalenguas con el que está obligado a convivir
en la farsa cotidiana.

De las mentiras

El tiempo es el mayor juez para olvidadizos y oportunistas, pero también
aparece como el verdugo de los que mienten.

En Santiago de Cuba, la terquedad ha alcanzado niveles exorbitantes. Por
estos días, el empeño se concentra en esperar "con todas las tareas
cumplidas" el aniversario 50 de la llegada de Fidel Castro al poder.

Los santiagueros sufren desde hace años la escasez de agua para el
consumo, aun cuando el máximo líder, en las "elecciones" de 1993,
prometió resolver el desaguisado: "pronto tendrán resuelto el problema".

El tiempo pasó y el refranero popular volvió a convertir las penas en
chistes. De ahí que era habitual escuchar en Santiago: "no se preocupen,
que las tuberías vienen de la Unión Soviética", en alusión a una especie
de calendas griegas. Más de una década de espera y silencio cómplice de
la prensa, la cual no rozaba siquiera el tema, llevaron casi al olvido
un problema que afecta a más de medio millón de personas.

Se convirtió en algo normal el tránsito de carros cisternas, carretones
tirados por caballos, así como también las largas colas de personas, con
recipientes de todo tipo, en torno a las cisternas colectivas.

Un nuevo proceso electoral, a principios de 2008, devolvió en realidad
virtual al octogenario Fidel Castro. También regresó el discurso gastado
de "ahora sí todo será resuelto". Las inversiones para mejorar un
acueducto centenario no se hicieron esperar, y los santiagueros
comenzaron a mirarse con estupor ante lo que se revelaba ante sus ojos:
"una obra con un costo millonario".

De la desidia

Es difícil que la cúpula castrista emprenda un proyecto sin que medie la
política en el empeño. Lo que amerita sentido común se trastoca en
desenfreno electoral. Entonces es cuando una obra "se inaugura en saludo
a…" y comienza el "corre-corre" al que están abocados todos, menos la
calidad y el respeto.

La ciudad de Santiago de Cuba fue invadida por equipos de construcción
que seccionaban las grandes avenidas. El panorama se tornó esperanzador,
cada día estaba más cerca del "preciado líquido", como se refiere al
agua el semanario oficial Sierra Maestra.

Pero los atrasos, comunes en las obras constructivas de la Isla,
obligaron a los ejecutores a agilizar los trabajos: se acercaba el 26 de
julio y la Plaza de la Revolución Antonio Maceo parecía un escenario
bélico, con tuberías de polietileno diseminadas en las calles. Jornadas
de "trabajo voluntario" y el "apoyo" de entidades hicieron que "en
tiempo récord se terminara la sección central" del nuevo acueducto
santiaguero.

Hasta el corresponsal de la televisión cubana hizo un alarde actoral
cuando lo anunció, en medio del movimiento arrollador de los "aguerridos
constructores"; pero los resultados no se hicieron esperar. Raúl Castro
habló el 26 de julio en Santiago. ¿De qué? Del agua de los santiagueros.

"La obra marcha a pasos agigantados", declaró a la prensa, y raudo
regresó a la capital. Con la misma euforia con que lo anunció,
comenzaron a reventarse las tuberías y afloraron los salideros, también
"en saludo al 26 de julio".

Hoy todo es desolador. Los ejecutores han tenido que abrir hasta más de
tres veces muchos de los tramos del acueducto y las obras están
empantanadas en la zona del Distrito José Martí.

Con ciclos de hasta quince días sin que los hogares reciban agua
potable, los santiagueros comienzan a ver el acueducto como un "gran
error electoral", que sólo ha servido para alargar el padecimiento y
entretener a todos con los problemas estructurales del gobierno.

Un ciclo interminable

Cuando faltan unas pocas semanas para que concluya el año, los
preparativos por el aniversario 50 de la dictadura más larga que ha
sufrido el país se centran en la inauguración de obras.

Probablemente volverá a agilizarse la construcción del acueducto y el
atraso será revertido con maratónicas jornadas de desenfreno. En enero o
febrero, "en saludo a…", volverán a reventarse las tuberías, como mismo
sucedió con varios centros gastronómicos inaugurados el pasado 26 de
julio, muchos de ellos ya cerrados "por reparación". Un ciclo interminable.

La falta de agua es sólo uno de los suplicios que padecen los
santiagueros en este largo camino de desconsuelo. De promesas vive la
segunda mayor ciudad del país.

http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/el-suplicio-del-agua-136483

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