lunes, 1 de abril de 2013

Usura castrista

Publicado el lunes, 04.01.13

Usura castrista
Alejandro Armengol

Luego de varias campañas para dejar sin oro y sin joyas a los cubanos,
el régimen de La Habana ahora recurre a una fórmula más simple y
antigua: la usura.

"Se restablece en Cuba la hipoteca sobre bienes patrimoniales en joyas,
metales y piedras preciosas", escribe en Cubanet el periodista
independiente Reinaldo Emilio Cosano. La información agrega que también
podrán obtenerse préstamos sobre tractores, camiones, ganado y cosechas.

De igual forma, las viviendas para descanso y solares yermos podrán ser
hipotecados bajo este concepto que comienza a ponerse en práctica en la
isla, para evitar utilizar palabras más directas: la vuelta del
prestamista y las casas de empeño, uno de los tantos símbolos de la
miseria y las dificultades económicas, que por décadas el gobierno
cubano alardeó de haber eliminado.

En el caso de las joyas, el periodista independiente recuerda que con
anterioridad se llevaron a cabo varias campañas, destinadas a que los
cubanos las entregaran, ya sea mediante la compulsión social o a través
de incentivos económicos.

"En la década de los sesenta, se recabó la donación gratuita y
voluntaria de dinero, joyas y metales preciosos para –se dijo– comprar
armas. En el decenio de 1980, se efectuó el canje a la población de sus
alhajas y metales preciosos por bonos para comprar ropa y aparatos
electrodomésticos, desaparecidos hacía mucho del mercado", escribe Cosano.

Este nuevo ejemplo de marcha atrás, disfrazado de avance, vuelve a poner
en evidencia que carece de sentido preguntarse si una figura como el
recién nombrado primer vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel, será el
Gorbachov que tanto reclaman algunos, tanto en el exilio como en la
isla, cuando lo que vale la pena interrogarse es si éste u otro similar
llegará a convertirse en un Putin caribeño.

Pensar en Cuba como una nación en que hay que cambiar, transformar o
destruir el sistema socialista carece de sentido. Esta labor cobró
fuerza con la llegada de Raúl Castro a la presidencia –aunque este
afirme todo lo contrario– y tiene un inicio anterior, a partir de que el
modelo en su versión soviética sólo fue adoptado por conveniencia de
Fidel Castro, para mantenerse en el poder, y debido a la coyuntura
internacional propicia de la guerra fría.

Si obtener un préstamo sobre propiedades es una práctica común no sólo
en los países capitalistas, sino un medio común extendido por la
geografía y la historia, su regreso de forma oficial a Cuba deja a las
claras al menos dos cosas: parte de la existencia de una situación de
penuria en un sector de la población, que se sitúa como principal
cliente, y ejemplifica una concepción mercantilista, en la que el Estado
se convierte en el único autorizado prestamista.

La transformación que lleva a cabo el Gobierno de Raúl Castro está muy
cerca de una vuelta al capitalismo con cortapisas –en sus aspectos más
superficiales y despiadados– y en nada interesado en el menor cambio en
lo que respecta a las libertades ciudadanas.

Si algo se desprende de la realidad cubana y de los avances y retrocesos
que han traído lo que la prensa extranjera llama "reformas" y la
oficialista denomina "actualización", es la existencia de un conjunto de
medidas de supervivencia para navegar en el caos sin que se produzca un
estallido social. Los hermanos Castro lo han logrado como si fueran los
dueños absolutos del tiempo. No hay mérito en ello si se recuerda el
ejemplo más de moda en estos momentos, Corea del Norte, pero la casta
militar cubana ha dado muestras de desempeñar con efectividad un rol
productivo y no limitarse al poderío parásito de los militares norcoreanos.

Un sistema similar al chino o al vietnamita, con las variantes
tropicales al uso, es lo que debe estar en la mente en más de un
tecnócrata o funcionario cubano. Sin embargo, el ideal de Raúl Castro no
parece ser la puesta en práctica de ese modelo. Es posible que el
resultado en que desemboque un poscastrismo sea algo más parecido a la
Rusia actual que a China o Vietnam.

Como parte de ese ejercicio constante para mantenerse en el poder, el
gobernante cubano no puede prescindir de las fuentes de riqueza –en un
sentido general, sin entrar en detalles sobre la ruina económica que
caracteriza al país– que genera todo Estado totalitario, donde poder
político y económico se complementan.

Por ello el Estado ha ejercido siempre las más disímiles funciones,
desde enviar un ejército a África hasta otorgar vales de compra de
ventiladores y refrigeradores a cambio de joyas. En la época de Fidel
Castro ese poder no sólo se concentraba sino se escenifica en su
persona. Menos dramático e histriónico, su hermano menor ha optado por
establecer una máquina que organice y retenga la obtención de ingresos
por las vías más disímiles. Todo cuenta en este sentido: desde los
grandes inversionistas extranjeros hasta anillos y pulseras.

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