VICENTE ECHERRI: Momento de no variar el rumbo
10/15/2014 2:20 PM 10/15/2014 6:34 PM
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Si el embargo económico de Estados Unidos contra la Cuba de Castro es
responsable de la precariedad de esa sociedad comunista y de su crisis
permanente por más de medio siglo —como el régimen cubano no cesa de
denunciar—, tendríamos que reconocer que ese instrumento de la política
estadounidense, lejos de ser inútil, como muchos de sus críticos
arguyen, ha sido extraordinariamente eficaz. En consecuencia, no hay
razón alguna para levantarlo o atenuarlo, y mucho menos para contemplar
la reanudación de relaciones diplomáticas con ese estado fallido, tal
como propuso con gran énfasis y entusiasmo el New York Times en su
principal editorial del domingo pasado.
Este embargo —impuesto originalmente como castigo por la masiva
expropiación de propiedades de estadounidenses al comienzo de la
revolución, y el cual ha sido bastante erosionado por diferentes
administraciones— existe, en primer lugar, como un precio que Cuba
—gobierno y pueblo por igual, desafortunadamente— tiene que pagar por la
desvergonzada supresión de la democracia. En otras palabras, el
levantamiento del embargo, tal como quedó consagrado en la llamada Ley
Helms-Burton, dependerá de la restauración de la democracia en Cuba
(pues los cubanos tuvimos democracia antes de la revolución, pese a
breves brotes dictatoriales) y, en segundo lugar, para subrayar la
ilegitimidad de ese régimen que ha usurpado la voz de Cuba y las
libertades de los cubanos durante tantos años. En un distante tercer
lugar, el embargo es una palanca otorgada amablemente al exilio cubano
por el gobierno de Estados Unidos para respaldar nuestra agenda de
retorno y restitución.
Por tanto, no hay motivo, en este momento —cuando Raúl Castro, como
reacción a un fracaso administrativo, ha liberado algunas áreas de la
economía, particularmente en el terreno de la pequeña empresa, y ha
levantado la mayoría de las restricciones de viaje— a cambiar una
política que ha sido exitosa y que ha producido sus frutos. Un embargo
como el impuesto a Cuba por EE.UU. es incapaz, por sí mismo, de derrocar
a un régimen totalitario. Tales cambios ocurren como resultado de una
implosión, como sucedió en la Unión Soviética, o gracias a un poderoso
empeño militar, como el caso de Irak. El embargo estadounidense hacia
Cuba sólo existe para resaltar la ilegitimidad y acentuar la
inestabilidad del régimen cubano, a la espera de la convulsión interna o
del empuje externo, o de ambas cosas.
Reconocer a la tiranía castrista luego de una enemistad de más de 50
años, llegando incluso a los lazos diplomáticos formales, equivale, por
parte de Estados Unidos, a una rendición incondicional, amén de un pobre
servicio a la causa de la democracia, en Cuba y en todas partes. La
supervivencia de un régimen político no debe ser una prueba de su
legitimidad ni de su derecho a existir. Los crímenes contra una nación
no prescriben, o al menos no deben prescribir. El pueblo cubano merece
disfrutar de libertad, no de una simple mejoría de su nivel de vida
mediante un aggiornamento fascista —tal como en China y Vietnam— con la
ayuda económica y política de Estados Unidos.
Una buena respuesta a esta receta de acomodo puede encontrarse en los
primeros dos párrafos de una columna de opinión acerca de China
("Getting Real About China" por Wesley K. Clark) publicada casualmente
en el mismo número del New York Times donde apareció el editorial que
mencionábamos arriba, y donde el autor afirma que la política de
"colaboración constructiva" con China no condujo "a mayor apertura y
democracia", como se había creído, más bien, dice él, "sucedió lo
contrario".
A los cambios políticos, tales como los ocurridos en Europa Oriental,
suelen seguirles, casi inmediatamente, radicales cambios económicos;
pero la inversión de estos términos no produce los mismos resultados;
antes bien, el estímulo económico en una sociedad comunista centralizada
da lugar a un estado fascista, como ha sucedido de manera paradigmática
en China. Creo que aún somos muchos en este exilio —y también en la
isla— que no queremos un destino fascista para Cuba.
Como cubano exiliado (no mero inmigrante económico) aspiro a la libertad
política para mi patria, no a "reformas" cosméticas en que la opresión
se vea lubricada por el reconocimiento de EE.UU. y financiada con dinero
de este país. Pedir la normalización de las relaciones
cubano-americanas, como un camino para producir cambios genuinos en ese
régimen, no pasa de ser una muletilla de izquierda o una muestra de
desaforado optimismo.
© Echerri 2014
Source: VICENTE ECHERRI: Momento de no variar el rumbo | El Nuevo Herald
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http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/vicente-echerri/article2829237.html
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