Por qué Cuba está inquieta
Aunque la mayoría de los estadounidenses favorecen la apertura de Obama
a Cuba, pocos la ven como una importante prioridad de Estados Unidos
Peter Hakim
24 de enero 2017
Este es un momento expectante, inestable para Cuba. Su economía está
vacilante y podría enfrentar una crisis prolongada. El liderazgo de la
nación está al borde de un punto crítico tras la reciente muerte
de Fidel Castro y la probable retirada a principios del próximo año
de Raúl Castro, que han gobernado conjuntamente la isla con una mano de
hierro durante casi 60 años. Y ahora que Donald Trump está en la Casa
Blanca y los republicanos conservadores están en pleno control del
Congreso, el compromiso de dos años de Cuba con los Estados Unidos está
en riesgo. Cuba está inquieta.
Crisis económica
La tarea más visible e inmediata de Cuba es gestionar su rumbo a través
de una creciente crisis económica. Según cifras oficiales, la tasa de
crecimiento de Cuba ha caído de un 4 por ciento en 2015 a un 1 por
ciento negativo el año pasado. Algunos economistas independientes creen
que la contracción, la peor en dos décadas, fue aún mayor. El embargo de
EEUU tiene algo de responsabilidad en ello, pero la culpa principal es
del gobierno cubano por no tratar los muchos problemas crónicos de la
economía.
Durante los últimos doce años, la economía de Cuba se mantuvo a flote
gracias a las transferencias anuales de Venezuela, que ascendieron a
entre 5 y 6 mil millones de dólares al año y proporcionaron más de un
tercio de las divisas del país. Pero, como se esperaba para los últimos
años, estos subsidios se están secando rápidamente a medida que la
República Bolivariana se acerca a la bancarrota. Es cierto que la
reconciliación entre Estados Unidos y Cuba ha impulsado el turismo y los
flujos de remesas de Estados Unidos, pero no llegan a reemplazar la
ayuda venezolana. Las nuevas inversiones esperadas se están quedando
cortas, en parte debido a la debilidad de la economía mundial, pero
sobre todo porque Cuba no ha tomado medidas mínimas para reformar su
economía centralizada y estatal, aumentar la productividad y hacer que
el país sea más atractivo para las empresas extranjeras.
Los inversionistas esperan que el gobierno tome medidas para unificar la
moneda nacional, permitir a las firmas extranjeras reclutar y pagar su
propia fuerza laboral, establecer mecanismos justos para resolver las
disputas entre el gobierno y los inversionistas y permitir la
repatriación de los beneficios. El emergente sector privado del país
sigue siendo prometedor, en particular en los negocios relacionados con
el turismo, pero sigue siendo severamente obstaculizado por los
controles estatales, muchos de ellos expresamente destinados a mantener
el tamaño y los ingresos de las empresas pequeñas. Las autoridades
cubanas no confían en empresas extranjeras ni en sus propios empresarios.
Lo que podría llegar a ser la mayor amenaza a largo plazo para la
economía es la emigración acelerada de la isla, especialmente de los
jóvenes profesionales universitarios. Muchos culpan a los beneficios
especiales de los EE.UU. para los inmigrantes cubanos y la perspectiva
de que estos beneficios se puedan acabar pronto. Pero la causa principal
es la ausencia flagrante de oportunidades para carreras profesionales
productivas que ofrezcan ingresos razonables. Otros factores son los
límites a la creatividad, la libre expresión y el acceso a la
información, junto con el deterioro de los servicios públicos.
Pruebas Políticas
La lenta aplicación de las prometidas reformas económicas en Cuba
durante la última década apunta a un fracaso más amplio de la
gobernanza. Durante algún tiempo, el gobierno cubano ha parecido
indeciso, insensible a los problemas más graves del país. La calidad del
servicio prestado por el gobierno ha disminuido drásticamente incluso en
áreas como la salud y la educación, en las que Cuba alguna vez
sobresalió. Los alimentos básicos y los medicamentos esenciales son
escasos y cada vez más fuera del alcance de los cubanos comunes. Las
dificultades son más graves para los ciudadanos discapacitados del país
y la población de ancianos en rápida expansión. Se ha avanzado poco en
satisfacer las demandas de acceso al servicio de Internet y una mayor
conectividad. Siguen existiendo restricciones a la libertad de
expresión, mientras que los abusos de los derechos humanos y las
garantías procesales son habituales. Los ciudadanos cubanos rara vez son
consultados por las autoridades gubernamentales y no tienen voz en la
selección de los líderes de la nación, como ha sido el caso desde el
inicio de la revolución en 1959.
Es decepcionante que el gobierno imponga nuevas restricciones a lo que
ha sido una sociedad civil en expansión y viva, cada vez más visible. El
surgimiento de una diversidad de grupos independientes que llevan a cabo
moderados debates y reivindicaciones sobre muchos temas -incluyendo, por
ejemplo, las relaciones raciales, los derechos de las mujeres y los
LGBT, los desafíos ambientales, la creatividad cultural y la libertad de
expresión- fue una señal de la creciente apertura de la sociedad cubana.
Sin embargo, muchos de estos grupos, en su mayoría pequeños, con sede en
La Habana, se han alarmado en los últimos meses por las crecientes
críticas y presiones de las autoridades cubanas, que ven a muchos de los
grupos como amenazas potenciales.
La prueba más dura para el régimen cubano podría venir a principios del
próximo año, cuando Raúl Castroanuncie el abandono de la presidencia. La
transferencia de poder de Fidel a Raúl hace una década fue suave y sin
incidentes. Del mismo modo, la reciente muerte de Fidel, que ocurrió una
década después de dejar el cargo, es poco probable que tenga un impacto
político importante en Cuba. Raúl puede tener una mayor independencia,
más libertad para llevar a cabo las reformas que muchos creen que apoya
pero que habían sido paradas por su hermano. Pero, al mismo tiempo,
puede que también tenga que ser más cauto en ausencia de la protección
que sólo Fidel le podría ofrecer.
Sin embargo, la próxima transición, que terminará con casi 70 años de
gobierno de Castro y que no presenta un sucesor obvio podría resultar
más polémica y perturbadora. Aunque está pensada para el próximo año,
todavía no se han establecido los procedimientos para la selección de un
nuevo presidente (y ciertamente no existe ninguna idea para que el
pueblo cubano tenga voz en este asunto). Cuba se quedará con el problema
que inevitablemente afecta a los regímenes autoritarios: cómo asegurar
una transferencia ordenada de poder y conferir al nuevo líder la amplia
legitimidad y autoridad que necesita para gobernar sin elecciones u
otras formas de participación popular. Aunque no hay signos de desorden
o disturbios, Cuba, al igual que otros regímenes cerrados, podría
enfrentar una lucha enconada por el poder.
El compromiso continuo vs. la hostilidad renovada
La inauguración de Donald Trump el 20 de enero es otra fuente de
incertidumbre y posible trastorno para Cuba. Contradiciendo su anterior
afirmación electoral de que la apertura de Obama a Cuba estaba "bien",
el presidente electo Trump y sus asesores han amenazado después con
revertir muchos de los cambios de los últimos dos años. Aunque todavía
es imposible predecir el curso de acción de Trump, o la reacción del
gobierno cubano, las declaraciones provenientes del equipo de transición
de Trump sugieren que es probable un cambio de política. La nueva
administración podría volver el reloj a donde estaba hace dos años, o
podría, menos radicalmente, detener cualquier paso de Estados Unidos
hacia relaciones normalizadas. El acuerdo podría convertirse una vez más
en confrontación.
Pero ¿por qué Trump, que se describe regularmente como un pragmático no
ideológico, querría detener o revertir la política de compromiso lanzada
por Obama? No produciría beneficios concretos ni para los EE.UU. ni para
el pueblo cubano. Por el contrario, empeoraría las cosas para ambas
naciones. Tendría un costo para los Estados Unidos, y seguramente
profundizaría la crisis económica de Cuba y retrasaría las esperanzas de
apertura política en la isla.
Algunas de las principales compañías estadounidenses, entre
ellas American Airlines, Purdue Chicken y Starwood Hotels, estarían
entre los perdedores. Ya están aprovechando las bajas restricciones
económicas de EE. UU. Y han comenzado a hacer negocios en Cuba, mientras
que otros como Google y Caterpillar están considerando nuevas
inversiones. Pero los más afectados serían los pequeños empresarios
cubanos que han abierto restaurantes y establecimientos de alojamiento y
desayuno, a menudo con el apoyo de familiares estadounidenses. Por otra
parte, aunque su impacto en las relaciones de Estados Unidos en la
región sería en gran parte simbólico, un giro de Trump en la política
hacia Cuba sería ampliamente criticado en América Latina y el Caribe,
donde cada nación acogió con satisfacción la reconciliación entre
Estados Unidos y Cuba. Algunos analistas creen que una inversión podría
fomentar lazos más estrechos entre Cuba y los rivales de Estados Unidos
-China, Rusia e Irán, por ejemplo- todos los cuales tienen vínculos
ideológicos o históricos con Cuba.
Aun así, las decisiones de la administración Trump sobre Cuba
probablemente no estarán basadas en análisis costo / beneficio. La isla
es vulnerable porque es pequeña y débil, y sigue siendo un tema
políticamente cargado para muchos estadounidenses, incluyendo muchos
aliados del nuevo presidente. La política de Cuba ofrece a Trump una
primera oportunidad para demostrar su autoridad y decisión en la
política exterior a un costo relativamente bajo, al menos en comparación
con las consecuencias económicas y políticas de acciones similares hacia
México, China o Irán. Pocos de sus principales consejeros o miembros del
gabinete se opondrán enérgicamente a la reinstauración de un enfoque de
línea dura hacia Cuba, y Trump también puede contar con el poderoso
apoyo de tres senadores cubano-americanos y otros miembros conservadores
del Congreso. Aunque la mayoría de los estadounidenses favorecen la
apertura de Obama a Cuba, pocos la ven como una importante prioridad de
Estados Unidos.
El principal argumento para poner fin a la actual política cubana de
Cuba es que el gobierno cubano ha sido en gran medida insensible a los
esfuerzos de Estados Unidos para construir una nueva relación más
normal. Los críticos afirman que, si bien los EE.UU. ha hecho cambios
radicales en sus políticas y prácticas (cambios a los que a menudo se
refieren como concesiones), los cubanos han paralizado incluso las
reformas económicas mínimas o de apertura política. En resumen, los
críticos argumentan, los cubanos están recibiendo un paseo gratis.
Un segundo argumento que ha ganado terreno es que los cubanos normales
no se han beneficiado mucho de la recuperación de las relaciones entre
Estados Unidos y Cuba. Desde este punto de vista, los beneficios de la
normalización han ido en gran medida a la élite cubana, es decir, a los
principales dirigentes del país, a los altos funcionarios del Partido
Comunista y a los jefes militares, que han fortalecieron su control
sobre el país.
Algunos opositores a la reconciliación llevan el argumento más lejos al
afirmar (sin pruebas) que el gobierno cubano no habría sobrevivido los
dos últimos años si la administración Obama no hubiera levantado
restricciones en los viajes y las remesas y que estoy ha contribuido a
los ingresos extranjeros del país.
Indudablemente, el argumento para mantener un acuerdo sostenido y
respetuoso de EE.UU. con Cuba se ha visto debilitado por el ritmo
glacial del cambio en la isla. Hasta la fecha, las autoridades cubanas
mostraron poco entusiasmo o determinación para tomar medidas esenciales
para reformar su economía y atraer nuevas inversiones, abordar las
violaciones de los derechos humanos o comenzar a abrir la política de la
isla. La política cubana parece estar estancada. La bloguera
cubana Yoani Sánchez sugirió recientemente que, al no aprovechar la
buena voluntad del gobierno de Obama, el gobierno ha desperdiciado dos
años y pronto volverá a enfrentarse a un Washington más hostil.
Sin embargo, como se dijo anteriormente, se han producido importantes
cambios en Cuba y apuntan en gran medida en la dirección correcta
-incluyendo, por ejemplo, un sector privado en expansión, una sociedad
civil emergente, aunque restringida, y un aumento de los flujos de
información. Lo más relevante es que la gran mayoría de los cubanos
siguen entusiasmados con la perspectiva de una relación normal con
Estados Unidos. Incluso si el cambio ha sido lento y detenido en la isla
y la mayoría de los ciudadanos hasta ahora han visto poco beneficio,
pocos cubanos quieren volver atrás. La mayoría sigue esperanzado,
incluso optimista, en que un mayor compromiso con Estados Unidos dará
sus frutos finalmente.
Fundamentalmente, no hay nada que ganar en detener el compromiso de
Estados Unidos en este punto, y hay mucho que perder. Aunque el gobierno
cubano puede estar dispuesto a hacer algunas concesiones a las demandas
de los Estados Unidos para evitar una crisis económica cada vez más
profunda, la respuesta más probable a una reversión en la política
estadounidense sería un endurecimiento del gobierno autoritario en Cuba.
Y esto traerá más dificultades económicas al pueblo cubano y más años
más de antagonismo fútil entre los dos países. Los estadounidenses y los
cubanos merecen algo mejor.
Publicado originalmente en Infolatam.
Source: Peter Hakim: Cuba está inquieta con la llegada de Donald Trump -
https://confidencial.com.ni/cuba-esta-inquieta/
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