sábado, 4 de marzo de 2017

Envejecer en Cuba, ¿suerte o desgracia?

Envejecer en Cuba, ¿suerte o desgracia?
La prensa oficialista habla con orgullo del envejecimiento poblacional
que hoy abarca un 18% de la población cubana
Viernes, marzo 3, 2017 | Ana León

LA HABANA, Cuba.- José Vargas tiene 85 años y es músico jubilado. Vive
solo en un cuarto de solar, en la Habana Vieja, dependiendo de una
chequera de 240 pesos mensuales (8 USD) y la ayuda que buenamente puedan
ofrecerle sus vecinos.

Durante dos años este anciano ha esperado que le operen la catarata en
ambos ojos. Fue "peloteado" sin miramientos en la "Liga contra la
Ceguera"; en el hospital "La Dependiente" se desplomó el techo del
quirófano, provocando el aplazamiento indefinido de la cirugía; y en el
"Calixto García" no había médicos disponibles.

A pesar del via crucis de Vargas, la prensa oficialista habla con
orgullo del envejecimiento poblacional que hoy abarca un 18% de la
población cubana. Argumenta que es un logro del sistema socialista y con
optimismo lo describe como un "desafío" para el futuro cercano. Pero en
la actual coyuntura no se perciben los beneficios de la salud gratuita
que tanto preconizan los altos funcionarios de la Isla ante organismos
internacionales. ¿De qué manera se piensa hacer frente al "desafío", si
un viejo desvalido debe esperar dos años por una operación de cataratas?

Incapacitado por la ceguera parcial y la diabetes, Vargas comenzó a
pasar hambre. En más de una ocasión sufrió hipoglicemia por permanecer
sin comer durante largas horas. Rosa, de 68 años, es la única vecina que
se ha ocupado, según sus posibilidades, de alimentarlo y lavarle su
ropa. "Me daba lástima verlo tan sucio y con hambre (…) lo he visto
comiendo cosas que no son buenas para un anciano diabético", comentó a
CubaNet la señora.

Sin embargo, Rosa no podía asumir esa responsabilidad por un tiempo
prolongado, puesto que ella misma es jubilada y tiene problemas de
salud; así que trató de buscar ayuda.

Confiando en la caridad cristiana, acudió a la iglesia evangélica "Los
Pinos Nuevos" —muy próxima al solar donde vive Vargas—, que distribuye
una comida diaria para algunos viejitos solos. Pero cuál no sería su
sorpresa cuando una mujer le respondió, sin el menor asomo de compasión:
"eso no es problema nuestro. Vaya a ver a la delegada, al Partido y al
Gobierno".

Rosa explicó el caso de Vargas al Gobierno Municipal de Habana Vieja y
solicitó una cuota de alimentos en los Centros de Atención a la Familia,
además de los servicios de una trabajadora social. De mala gana le
dieron por escrito la autorización que permitiría a Vargas llevarse a
casa, dos veces al día, un pozuelo con arroz, chícharo, revoltillo y
mermelada; todo mal elaborado y sin el aporte calórico necesario.

Como si no bastara lo mísero del rancho, Vargas debía caminar un
kilómetro diario, o pagar 30 pesos a un bicitaxi (la quinta parte de su
pensión), para buscarlo. La trabajadora social que debía ocuparse de esa
tarea, nunca apareció.

Tras el infortunio de un anciano desamparado hay tanta corrupción
administrativa y sordidez humana, que ahora mismo la perspectiva de
envejecer en Cuba es aterradora. El Estado no cuenta con instituciones
ni especialistas capacitados para enfrentar la oleada de envejecimiento
que se avecina. Los asilos —salvo un par de excepciones— son pésimos y
no aceptan ancianos con demencia, mal de Alzheimer u otra enfermedad que
necesite cuidados de tiempo completo.

A inicios de siglo Fidel Castro destinó numerosos recursos para graduar
a miles de trabajadores sociales, que solo sirvieron para despilfarrar
el erario público en aquel descabellado "Verano sobre ruedas", donde los
mismos jóvenes encargados de regular el consumo de combustible para
proteger los bienes del Estado, acabaron robándoselo. El gobierno gastó
millones de pesos, licenció en Educación Superior a una caterva de
delincuentes, y hoy ni siquiera puede recoger el fruto humanitario de
aquella inversión planeada sobre la base del voluntarismo político y la
falta de sentido común.

En el presente Cuba no cuenta con suficientes asistentes sociales,
suficientes geriatras, alimentación adecuada, o medicinas. Muchos
ancianos desamparados habitan viviendas en lamentable estado
constructivo. El propio Vargas vive en riesgo permanente de resbalar en
el moho provocado por la filtración de la cisterna del solar; o que lo
mate un trozo de ladrillo, desprendido de los aleros y balcones de un
edificio cuya estructura centenaria se encuentra en un avanzado estado
de deterioro.

Ante la indiferencia del Estado, personas que no tienen donde vivir se
meten "a la cañona" en casa de ancianos solitarios, para "cuidarlos" a
cambio de quedarse con la vivienda una vez fallecidos. Mientras llega la
muerte, ¿quién denuncia cualquier maltrato? ¿Quién puede decir si el
viejito acepta su nueva situación o está siendo amenazado?

Un país que no se ocupa de sus adultos mayores, los deja a merced de
gente vil. Ese es el futuro que le espera a Cuba, puesto que el Estado
quiere subsidiarlo todo y no es posible. Las familias se han fragmentado
por los exilios y ni siquiera con la Iglesia se puede contar. No es de
extrañar que haya aumentado la cifra de suicidios en personas ancianas,
aunque el gobierno oculte las estadísticas.

Source: Envejecer en Cuba, ¿suerte o desgracia? CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/envejecer-en-cuba-suerte-o-desgracia/

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