El letargo de un pueblo costero en Camagüey
REINALDO ESCOBAR, Florida | Junio 26, 2017
"El agua de mar lo limpia todo", reflexiona Agustín mientras pregona su
mercancía. Este antiguo ayudante de forense, a sus 74 años, se dedica a
alquilar cámaras inflables para los pescadores de Playa Florida, en
Camagüey, una franja costera donde los turistas apenas llegan y la
crisis económica se hace sentir con fuerza.
"Vine aquí para quitarme el olor a muerto y lo logré", bromea el
trabajador, uno de los pocos vecinos que este viernes se veía en las
despobladas calles. A cada lado, muchas de las pocas casas que no
parecen vacías, exhiben un cartel de "se vende". "Toda Playa Florida
está a remate pero nadie la quiere comprar", ironiza un residente.
Carente de la belleza natural de la costa norte, sin industrias
funcionando ni importantes cultivos, la zona atraviesa tiempos de
penurias que se han agudizado en los últimos años. En la carretera de
entrada, un ancla carcomida por el óxido adelanta al visitante el
letargo que encontrará en el lugar.
Solo 40 kilómetros separan al poblado de pescadores de la cabecera
municipal, pero se necesitan entre cuatro y seis horas para cubrir el
trayecto debido al mal estado del camino y al poco flujo de transporte.
A ambos lados de la vía, el marabú se alza desafiante.
La incomunicación se ceba con el pueblo. En ningún lugar entre sus
apretadas calles se ha instalado un teléfono público y los celulares
solo logran captar la señal en los alrededores del consultorio médico,
debido a la mala cobertura del área.
La escasa movilidad también ahoga a los pequeños negocios de la zona. El
restaurante particular Comida Criolla sobrevive a duras penas después de
cinco años abierto. Alfredo, el chef de la paladar, cuenta que "de vez
en cuando llega algún turista extranjero". Gente que "anda explorando
todos los rincones con un mapa en la mano", pero son los menos.
De los 4 millones de visitantes que arribaron a Cuba el pasado año,
apenas unas decenas llegaron hasta esta costa sin arenas blancas ni agua
cristalina, donde para darse un chapuzón el bañista debe usar calzado y
evadir el fango, las piedras y las raíces de los mangles.
"Sin turistas no hay dinero", cuenta a 14ymedio Bururú, un improvisado
agente inmobiliario. El elevado número de viviendas en venta ha
provocado un desplome de los precios en la zona. "Una casa de dos
habitaciones, con portal, cisterna y jardín puede costar hasta menos de
1.000 CUC", comenta.
"A esta le pusieron un jacuzzi en el baño y todos los muebles que tiene
adentro son de la shopping", afirma Bururú mientras señala un inmueble
recién pintado. El negociante se toma su tiempo para describir las
características de cada vivienda, deseoso de poder concretar al menos
una venta.
"La gente no quiere quedarse porque aquí no hay nada que hacer", explica
a 14ymedio. El hombre achaca la estampida a que "no hay opciones
recreativas y tampoco dónde trabajar". "[La pesca] no es tan buena como
en otros lugares, así que da para comer pero no para vivir del mar",
remacha.
Apostado cerca de la costa, un pescador quita las escamas a un róbalo
que ha capturado en la mañana. "Lo tengo comprometido a una familia que
lo quiere para celebrar el cumpleaños del hijo más chiquito", le
responde a una mujer que indaga por el precio del pescado.
"La pesca está muy afectada desde que hicieron el terraplén", asegura el
pescador. "En esta zona antes se conseguía una buena cantidad de
ostiones, pero eso ha disminuido mucho", agrega.
La estrecha y accidentada carretera de acceso parte en dos el humedal
que ha perdido parte del mangle en su zona sur. "Aquí vinieron expertos
a revisar y dijeron que al cortar el flujo de agua había aumentado la
salinidad y eso está matando al mangle".
El Programa de Pequeñas Donaciones de las Naciones Unidas entregó en
2009 un financiamiento de más de 40.000 dólares para la recuperación del
ecosistema, pero ocho años después los daños apenas se han revertido.
"El agua de mar ha entrado por el río Mala Fama tierra adentro", comenta
el pescador.
La costa también se ha afectado con la subida del nivel del mar, hasta
el punto de que los rumores de trasladar el pueblo han aumentado en los
últimos años. Unas empalizadas de madera intentan frenar el empuje de
las olas durante los huracanes, pero parecen ridículos palillos frente a
la inmensidad del Caribe.
El cuadro del deterioro lo completa la base de campismo Argentina donde
desde hace meses no llega el suministro de electricidad ni de agua.
Julia, la custodia que vela a la entrada del abandonado local, se
muestra categórica. "Aquí en Playa Florida lo único que hay en
abundancia son jejenes y mosquitos".
Source: El letargo de un pueblo costero en Camagüey -
http://www.14ymedio.com/nacional/Playa-Florida-salitre-abandono-unen_0_2243175666.html
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