domingo, 14 de junio de 2009

El problema económico de Cuba

Espacio Laical 2/2008 33
El problema económico de Cuba
Por PEDRO MONREAL GONZÁLEZ*

En momentos en que la noción de
"cambios estructurales" ha comenzado a
ocupar un lugar cada vez más prominente
en el discurso político y en las expectativas
ciudadanas resulta conveniente explorar,
aunque sea sucintamente, el entorno y el alcance de tal
concepto.
Para empezar, un "cambio estructural" (o reestructuración)
de la economía no es lo mismo que una
"reforma" económica. Cuba necesita de los dos y sin
duda ambos conceptos se relacionan, aunque no de
cualquier manera. El primero puede contener al segundo,
pero no necesariamente. Es precisamente en este
punto donde se imponen algunas aclaraciones iniciales.
El "cambio estructural" consiste en transformaciones
muy complejas que modifican las bases materiales
y organizativas del funcionamiento de la economía, así
como su especialización internacional; requieren de
plazos relativamente dilatados para efectuarse y pueden
ir precedidos, o no, de una "reforma" económica, que
es un concepto relativamente más limitado y que opera
a nivel del sistema económico, es decir, que se refiere
específicamente a los cambios que pudieran darse en
las instituciones que definen los mecanismos de coordinación,
organización, relaciones de propiedad, y de
retroalimentación de la economía. Una "reforma" puede
requerir de cierto tiempo para rendir sus frutos, pero
generalmente esos plazos son menores que los que
se necesitan para completar un
"cambio estructural".
El concepto de "reforma" fue
bastante utilizado en Cuba durante
la agitada etapa de cambios de
mediados de los 90, pero curiosamente
hoy no parece ser tan mencionado
aunque de modo paradójico
lo que con mayor urgencia
necesita la economía cubana es
una "reforma", antes de intentar un "cambio estructural"
más completo.
Para ser preciso: Cuba necesita "cambios estructurales",
de eso no hay dudas, pero deben quedar despejadas
al menos dos cuestiones. Primero, que se trataría
de un proceso de reestructuración entendido en un sentido
amplio y que debería contener, como mínimo, tres
tipos de transformaciones: a) redefinición de las bases
materiales de acumulación (por ejemplo, las proporciones
entre el consumo y la inversión; el tamaño relativo
y el papel de diferentes sectores como la agricultura,
la industria y los servicios; y la prioridad concedida a
distintas ramas de la economía); b) reinserción en la
economía internacional (por ejemplo, una nueva especialización
internacional); y c) la reforma del sistema
económico (por ejemplo, el papel del mercado, la regulación
estatal de las formas de propiedad, y la organización
empresarial).
Segundo, que la reforma del sistema económico
debería ser la precursora de la serie de transformaciones
que conforman la reestructuración. Expresado
de un modo más directo: en el caso de Cuba, la reforma
es una condición inicial obligada para poder
avanzar posteriormente hacia los otros cambios estructurales
que se requieren. Lo anterior no se limita a ser
una preferencia "técnica". Esta es una consideración
que parte de una apreciación específica acerca de
cuál es "el" problema económico de Cuba.
Una formulación así pudiera parecer algo fuera de
lugar pues ciertamente la sociedad cubana de principios
del siglo XXI presenta tantas dificultades económicas
que parecería discutible referirse en singular al
"problema económico" del país. Sin embargo, para
poder entender de forma adecuada la naturaleza de las
trabas que hoy obstruyen la transformación de Cuba en
un país desarrollado (el desarrollo: ¡esa, y no otra debe
ser nuestra aspiración!) resulta ineludible la identificación
precisa del "problema económico" de la nación,
entendido éste como el núcleo
distintivo de relaciones sociales
que determina la calidad de
los procesos económicos de la sociedad
en un momento dado.
Sin una comprensión correcta de
la naturaleza del subconjunto específico
de relaciones sociales
que determinan el impasse actual
del proceso de desarrollo en Cuba
(es decir, "el" problema económico), sería improbable
que funcionase una estrategia efectiva de desarrollo
nacional, a pesar de contar con activos productivos
(por ejemplo, capital humano) e indicadores sociales
(por ejemplo, altos niveles de educación y salud) potencialmente
favorecedores del desarrollo.
Por esa razón, la búsqueda de una mayor precisión
analítica en el contexto de la evaluación de los problemas
económicos actuales de Cuba no es un mero ejercicio
intelectual sino que tiene una clara dimensión
Por PEDRO MONREAL GONZÁLEZ*
La terca
realidad de un país invadido
por el marabú no
parece ofrecer dudas
acerca del descarrilamiento
actual de la economía
Espacio Laical 2/2008 34
Por una parte, una economía
como la cubana debe ser evaluada
como lo que en esencia es: como
una economía subdesarrollada que necesita
de una vasta y profunda reestructuración
que ponga "patas arriba" el estado de cosas existente.
El proceso de desarrollo no es un mero ejercicio
de perfeccionamiento económico sino un perturbador
acto de refundación económica, social y también política.
Obviamente, no se trata de ajustes puntuales que
puedan ser resueltos con instrumentos convencionales
de la política económica. Utilizando una analogía tomada
de la horticultura, pudiera decirse que la economía
cubana no es una parcela que requiere de las labores
de un jardinero sino de la fuerza de un bulldozer.
En segundo lugar, son palmarias las evidencias que
nos informan respecto a que la economía cubana no se
encuentra encarrilada en estos momentos, ni parece
que en el futuro inmediato, en una senda firme de
"escalamiento" económico que es un componente
esencial, aunque no el único, del proceso de desarrollo,
y que consiste básicamente en el desplazamiento
de una parte creciente de la fuerza laboral del país a
través de trayectorias
ascendentes de aprendizaje
tecnológico y
organizativo que permitirían
elevar en verdad
el ingreso nacional.
Vale aclarar que
la disponibilidad actual
de algunas condiciones
que potencialmente facilitarían
tal proceso (por ejemplo, el llamado "capital
humano" y el "capital social") no conduce de modo
ineludible al escalamiento por sí solos ni expresan en
sí mismos la existencia de ese proceso. Ambos factores
son condiciones necesarias, pero no suficientes para
el proceso de desarrollo. La terca realidad de un país
invadido por el marabú no parece ofrecer dudas
acerca del descarrilamiento actual de la economía nacional
respecto a una trayectoria de "escalamiento"
económico.
En tercer lugar, algo que es muy relevante para la
definición del "problema económico" de Cuba: el
hecho de que la efectividad –y en gran medida la propia
viabilidad- del tipo de transformaciones estructurales
profundas que requiere el país depende de la existencia
de ciertas premisas básicas que deben estar
establecidas con anterioridad a las acciones relativas
al "cambio estructural".
La más importante de esas premisas es la existencia
de un sistema económico que pueda garantizar las
tres funciones básicas que todo sistema económico
práctica por cuanto puede contribuir a un mejor entendimiento
acerca de cómo funciona la economía y qué
cabría esperar –o no esperar-- de ésta y de sus diversos
agentes económicos. En ese sentido, la identificación
del "problema económico" es, sobre todo, un importante
paso en el complejo proceso de informar de
modo adecuado el diseño de las políticas económicas.
La cuestión del problema económico se hace evidente
cuando nos formulamos la siguiente pregunta:
¿Pueden los "cambios estructurales" que demanda la
economía cubana edificarse directamente desde el punto
de partida que representa la situación actual?
Las posibles respuestas pueden ser muy dispares,
pero en última instancia se reducen a dos alternativas
principales: una respuesta positiva y otra negativa. Las
otras respuestas potenciales son en el fondo variaciones
de grado de esas dos posiciones de contraste.
Por el momento, la visión predominante en Cuba
parece corresponderse con una respuesta positiva que
considera que la solución de las dificultades económicas
–que se admite que sería un proceso complejo y
dilatado— puede (y debe) ser el resultado normal de la
acción, sobre el entramado económico actual de Cuba,
de ciertas medidas
que en general se
hayan acreditadas
dentro del instrumental
de las políticas
económicas y
que se aplicarían de
manera "puntual" y
gradual (por ejemplo,
unificación
monetaria, modificación de la tasa de cambio, ajuste
de sistemas salariales, acciones presupuestarias para
reducir subsidios, mecanismos de precios, políticas
sectoriales –particularmente en la agricultura--, disciplina
laboral, reorganización de la administración pública,
y perfeccionamiento de la gestión empresarial,
entre otras). La noción subyacente es que el "sistema
económico" existente hoy en el país (que en esencia es
un conjunto de relaciones sociales) resulta apropiado
-aunque necesita de determinados ajustes- y que por
tanto es capaz de proporcionar las funciones económicas
básicas que harían operativos los "cambios estructurales"
que pudieran introducirse. El corolario de esa
perspectiva es por tanto que la materialización de los
cambios estructurales no requiere de modificaciones
preliminares sustantivas en el sistema económico del
país.
El asunto es que esa visión parece ser, cuando menos,
excesivamente optimista. Por el contrario, los argumentos
para una respuesta negativa están disponibles,
resultan convincentes y no deberían ser pasados por
alto.
Espacio Laical 2/2008 35
En síntesis, el problema
económico de Cuba es que el sistema
económico que hoy existe en el
país no puede servir como punto de partida
para el desarrollo, es decir, que los mecanismos
que conducen al desarrollo (por ejemplo, los
"cambios estructurales") no pueden operar con efectividad
desde la situación actual, y por tanto, al ser un
impedimento para el desarrollo, ese punto de partida
debe ser transformado mediante una reforma económica
sustantiva que anteceda al resto de los cambios.
Por supuesto que una reforma económica no es un
proceso técnico –aunque se auxilie del conocimiento
especializado-, sino que es sobre todo un proceso político
y la razón de ello no resulta difícil de entender.
La reforma afecta el sistema económico y este es básicamente
un conjunto de relaciones sociales. Las fallas
de funcionamiento que se intentan corregir no se originan
esencialmente en procesos periféricos (por ejemplo,
la política internacional, la moral humana, o el
calentamiento global) sino fundamentalmente en el ámbito
de relaciones sociales que han sido construidas
desde procesos políticos específicos.
En ese sentido, muchas de las fallas de los sistemas
económicos son auto-infligidas y su posible solución
conecta directa, e indirectamente, con la cuestión del
poder. En eso radica la extrema complejidad del diseño
y aplicación de una reforma económica en cualquier
parte del mundo, incluida Cuba, pero el hecho
de que sea compleja no anula, en modo alguno, la necesidad
de emprenderla. A fin de cuentas la reforma
económica es el tipo de animal socio-político que debe
ser agarrado por los cuernos si lo que se desea es permanecer
en el rue- do.
debe asegurar: a) la función de cálculo económico
(medición precisa de los resultados económicos de manera
tal que esa medición pueda tener un efecto de reajuste
sobre los procesos económicos, como por ejemplo,
cuando el crecimiento de los precios indica una
demanda superior a la oferta y por tanto se hace necesario
un incremento de la producción); b) la función de
estimulación al trabajo; y c) la función de innovación
económica (impulso permanente al mejoramiento de
productos y procesos; y capacidad para la transformación
de los retos en oportunidades, y de los problemas
en soluciones).
Cualquier evaluación somera del sistema económico
que hoy existe en Cuba permite identificar con rapidez
la existencia de serios problemas en cada una de
esas funciones, pero muy en especial en la última: la
innovación. El propio hecho de que, como norma, la
empresa estatal cubana (la forma predominante de organización
empresarial del país) no haya logrado materializar
como una de sus funciones básicas la innovación
económica debería bastar para entender no sólo
que el sistema económico tiene serias fallas de funcionamiento
sino que se encuentra en una especie de
"callejón sin salida", en ausencia de una transformación
sustancial.
De muy poco van a servir los mayores precios de
acopio de los productos agropecuarios, los incrementos
salariales, un menor número de ministerios, o la mayor
autonomía relativa de las empresas si tales acciones
se introducen en el contexto de un sistema económico
que no es capaz de cumplir esas tres funciones
básicas. El punto que debería entenderse es que el
cumplimiento de esas funciones no va a lograrse mediante
exhortaciones ni por generación espontánea. Se
necesita de una reforma económica –vasta, profunda e
integral— que permita resolver el problema, antes de
intentar aplicar otros cambios estructurales. En ese
sentido, la reforma económica debería ser percibida
como la primera de las transformaciones estructurales
que requiere el país.
Doctor en Economía e investigador del Centro de Investigaciones
de Economía Internacional (CIEI) de la Universidad de La
Habana.

http://miscelaneasdecuba.net/media/Pdf1/ElProblemaEconomico.pdf

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