Cuba: Ajustes, remodelación, o finalmente reformas imprescindibles
Economía mixta y sociedad más plural y descentralizada es la perspectiva
sin retorno que se nos presenta en Cuba para estos azarosos tiempos
Eugenio R. Balari, Mérida | 11/11/2010
Todo parece indicar que el camino adoptado por las autoridades cubanas
para reencauzar la economía y la sociedad dentro de una nueva proyección
socialista finalmente ha comenzado.
Al parecer, los criterios que comienzan a prevalecer, sin ser
absolutamente originales, son más autóctonos o genuinamente más cercanos
a las realidades cubanas de estos tiempos.
Creo que surgen de las condiciones concretas, positivas unas y otras no,
en que les ha tocado desenvolverse a las diferentes generaciones de
cubanos tras el triunfo de la revolución cubana en enero de 1959.
También, aunque más tardíamente, debe ser el resultado de los análisis
sobre la elevada cuota de decisiones exageradas y no siempre acertadas
que en determinados momentos específicos se fueron tomando; de la
reflexión sobre muchos de los resultados ineficientes que luego tuvieron
aquellas apresuradas decisiones; y también, del estudio de orientaciones
y diseños erróneos que, en más de una ocasión, se pusieron en práctica,
por supuesto, con una amplia carga de subjetivismos, voluntarismos y más
deseos que condiciones reales para llevarlas a la práctica y que
tuvieran éxito.
Tampoco se debe haber soslayado que, aunque el país mantiene y recibe
una solidaridad política internacional cada vez mayor, a diferencia de
otras épocas y por razones ya históricas y objetivas, el apoyo o la
colaboración de otros países no puede ser similar, ni aproximarse
siquiera, en proporción y alcance, a los requerimientos urgentes de la
economía de cubana actual.
Todo ello, sumado a la prolongada etapa del llamado período especial,
hizo que se acumularan en la sociedad cubana sensibles carencias y
necesidades de todo tipo, que a la larga han afectado sensiblemente a la
población y erosionado significativamente el nivel del consenso político
del pueblo hacia el proyecto político-social del país.
Da la impresión que las autoridades cubanas no tienen el propósito de
abandonar un proyecto de carácter socialista —lo han declarado y
subrayado—, sino de intentar transformarlo y convertirlo en un sistema
más adecuado, eficiente y democrático. Por lo pronto parece que ese será
su intento.
Ahora, después de transcurridos 13 años del anterior Congreso del PCC,
se ha decidido convocar a la anunciada Conferencia Nacional y al VI
Congreso del Partido, lógicamente, para que estas asambleas de
militantes sancionen formalmente las decisiones ya tomadas y analicen
más ampliamente el conjunto de las transformaciones del nuevo modelo
económico y social que se ha venido parcial y anticipadamente dando a
conocer o poniendo en marcha.
Ahora bien, sabemos que las sociedades se estructuran de forma
eslabonada y sistémica, y que, por tanto, los elementos que las componen
ejercen dentro de la misma una permanente relación y reacción de
causa/efecto.
De ahí que, una vez en marcha las políticas de ajustes económicos y
especulando sobre el futuro inmediato que se nos avecina, consideremos
que se experimentarán otros cambios de gran significación; no sólo en la
estructura económica del país, que será menos estatalizada y
descentralizada y por ello más mixta, dada la presencia de los sectores
cooperativos y privados, sino también por la modificación de los propios
escenarios políticos y sociales que inevitablemente se producirán.
Con independencia de las condiciones existentes o de los errores
tácticos iniciales o de apreciaciones temerosas del Gobierno cubano
acerca de cómo poner en práctica las diferentes medidas de ajuste o
remodelación que apuntamos en un trabajo anterior (a las que seguramente
seguirán otras a lo largo de este complejo proceso), no abrigo dudas de
que este programa que se ha lanzado ha sido diseñado como una estrategia
de largo alcance y perfil amplio y versátil para tratar de llevar al
país a buen puerto. El anuncio de convocar al Congreso del PCC me
reafirma en esta idea.
Las estrategias se proyectan en el tiempo, son por lo general a largo
plazo y no pueden dejar de tomar en consideración las estrechas
interrelaciones que se manifiestan en cualquier sociedad, entre los
elementos económicos, políticos, sociales y otros. La estrategia es una
visión y proyección lejana y de conjunto de lo que se aspira a alcanzar
económica y socialmente, y dentro de ella pueden aparecer diferentes
acciones y proyectos tácticos, pero estos deben orientarse y diseñarse
de una manera consecuente con la misma.
Ahora bien, todo indica que los factores emergentes de la nueva etapa
que se inicia son el cooperativo y el privado, en un proceso que habrá
de ser conducido desde el Estado con mucha sabiduría y con mayor
flexibilidad, para poder ir ajustándolo constantemente en la práctica y
evitar que se obstaculice o fracase.
Ésa, pienso, será la manera de ir construyendo un nuevo modelo
económico, político y social de conjunto y largo alcance que, a mi modo
de ver, debe ser respetuoso y democrático, anti-sectario y
participativo, que combine armoniosamente las potencialidades de los
recursos y posibilidades estatales, cooperativos y privados, y le
ofrezca también a cada uno de ellos sus espacios políticos necesarios.
Especulo que se apreciarán, después de varias décadas, rupturas
estructurales, económicas y sociales de importante significación.
Surgirán, por lógica, se desee o no, nuevos perfiles sociales que
originarán cambios en los valores políticos y morales de la conciencia
en la sociedad y, si partimos de un enfoque dialéctico hacia los cambios
que en las circunstancias actuales se están asumiendo, la vida y el
propio desarrollo de los acontecimientos del país les impondrán nuevas y
sistemáticas transformaciones y otros ajustes necesarios e inevitables.
Es muy probable que, en ciertos sectores de la economía, comiencen con
gran fuerza y pujanza a organizarse y a predominar económicamente las
actividades emergentes; o sea, las organizaciones de cooperativistas y
las propiamente privadas, que se orienten por ejemplo hacia la
agricultura, y las pequeñas o medianas empresas de servicios o ciertas
producciones permitidas; mientras que en otras esferas de mayor peso
económico o de más envergadura social, permanecerán vitales las del
sector público o del Estado.
Economía mixta y sociedad más plural y descentralizada es sencillamente
la perspectiva sin retorno que se nos presenta en Cuba para estos
azarosos tiempos.
Soy del criterio de que en estas nuevas circunstancias no debe quedar
excluido ningún cubano, cualquiera sea el lugar del planeta donde se
encuentre viviendo. Ése también es su inalienable derecho como hijo de
la patria común y lo considero parte indispensable del eslabonamiento
sistémico del que hablé anteriormente.
Por lo pronto, las noticias que llegan evidencian que fuertes corrientes
del empresariado pequeño y mediano de otros países del área ya se
interesan en participar del nuevo proceso económico cubano. Los
brasileños, por ejemplo.
Tampoco se debe olvidar que, durante varias décadas y para diferentes
generaciones, desaparecieron en Cuba las experiencias empresariales
basadas en las relaciones monetario-mercantiles y la competencia. Estas
experiencias pueden haberlas asimilado teóricamente algunos, pero la
mayoría se encuentra ajena a esta praxis.
Lo preocupante es que lo mismo le ocurre a los funcionarios e
instituciones del Estado que, con estas medidas, se verán ahora
obligados a relacionarse jurídica y económicamente con estos nuevos
sectores emergentes que se han formalizado en el país.
A mi juicio, la carta de triunfo de este proceso de reformas se hallará
en la forma con que cotidianamente y de manera muy flexible las
autoridades e instituciones encargadas de conducir el proceso lo hagan
asimilable y, por supuesto y ante todo, borrando de la mente los
prejuicios o juicios políticos e ideológicos que lo entorpezcan o limiten.
Asumidos con realismo y valentía, esos serán los nuevos retos por los
que tendrá que atravesar el proyecto social cubano y sus gobernantes.
Es difícil construir un modelo científico de simulación sobre la
remodelación económico y social del país y querer visualizarlo de cara a
los próximos años. Pero estoy convencido de que la situación que se nos
avecina no tendrá muchos parecidos con el contexto en que hoy nos
encontramos.
Es verdad que muchas dificultades y no pocos erráticos empecinamientos
en las políticas domésticas se han prolongado en el tiempo, pero también
las presiones y los impactos exógenos sobre el país se han mantenido de
forma inquebrantable durante todos estos años; y es posible que, además
del daño económico y social ocasionado, también ello influyera
decisivamente sobre lo primero. Y no es que quiera lanzar una
justificación al respecto, sino señalar una incuestionable verdad de
perogrullo que aún se encuentra vigente y que debe quedar abolida.
Ha transcurrido más de medio siglo desde que se produjera en Cuba el
triunfo de una insurrección popular armada, que luego se transformaría,
le guste o le parezca bien a unos y a otros no, en un histórico,
complejo y radical proceso revolucionario de elevada trascendencia
internacional, que generaría, con sus políticas transformadoras y de
cambios, complejísimas y novedosas situaciones, no experimentadas para
la vida tradicional y doméstica de todos los cubanos.
Es verdad. Parecería utópico de mi parte apelar, y más hacerlo
públicamente, a la reconciliación nacional de todos los cubanos; pero lo
hago con honradez y plena conciencia, e incluso, a sabiendas de que
muchos cubanos tienen aún heridas frescas o abiertas.
Sin embargo, esto ha sido y es así para todos desde hace ya más de cinco
décadas: la inmensa mayoría de los cubanos nos hemos visto afectados de
una u otra manera por las políticas de confrontación llevadas a cabo por
ambos lados, sean estas ofensivas o defensivas, no importa su carácter o
justificación.
Entonces, ante lo complejo, vasto y sensible de la situación cubana,
sumado al prolongado tiempo transcurrido, considero que el camino más
adecuado y posiblemente más eficaz para dejar atrás el pasado
conflictivo y rencoroso es sencillamente tratar de edificar un país
nuevo y más moderno, económicamente eficiente y productivo, democrático
y justo en lo social, y respetuoso de todos los derechos ciudadanos, que
convierta la libertad de los individuos en su paradigma fundamental.
Por ello creo que se hace necesario, y apelo a esforzarnos todos, tratar
de transitar por ese llamado proceso de reconciliación nacional. Por
supuesto, nada fácil y lleno de escollos, pero no imposible de lograr.
Es hora ya de deponer las inútiles armas entre nosotros, es necesario
ver la conveniencia como pueblo de transitar de la confrontación al
diálogo y, de ahí, a la cooperación participativa entre todos los cubanos.
Quizás me esté adelantando en el tiempo o me haya surgido una cierta
cuota de ingenuidad, pero soy de los que creen que las coyunturas que
aparecen en los escenarios político-económicos hay que aprovecharlos sin
prejuicios ni resentimientos para el bien común de todo el pueblo.
De eso se trata, sencillamente, porque la nación es de todos.
Lo otro es más de lo mismo: confrontación permanente sin vencedores ni
vencidos, autoritarismos, intolerancias, resentimientos y revanchismos,
sufrimientos innecesarios, reivindicaciones de uno u otro lado,
individuos afectados o encarcelados, extremismos y sectarismos,
utilización del diferendo para sacar ventajas y vivir a su costa,
politiquería barata o cara, retóricas manipuladoras y altisonantes,
mentiras y/o falsedades, etcétera; pero la mayoría de la ciudadanía
cubana se encuentra en el medio de tales políticas de confrontación y
guerra, absurdas y obsoletas, llevadas adelante por los sectores políticos.
Son muchos años ya que como pueblo nos encontramos al pairo entre las
posiciones abroqueladas y los intereses de las corrientes de la derecha
y la izquierda extremas.
¿Hasta cuándo?
Eugenio R. Balari es licenciado en Historia y doctor en Economía. Fue
director de las revistas Mella, Demanda y Opina. Presidente del
Instituto Cubano de Investigación y Orientación de la Demanda Interna
(ICIODI). Sus artículos aparecen con frecuencia en diversas
publicaciones mexicanas, como los periódicos el Sol de México y POR
ESTO, así como en las revistas teóricas Examen y Confluencias.
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