Thursday, April 7, 2011 | Por Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) – En una sesión del Consejo de
Ministros ampliado, efectuada el 25 de marzo, de la cual la prensa
nacional publicó una nota sin muchos detalles, se adoptó una nueva
política bancaria encaminada a ofrecer créditos a las personas
naturales, en especial a los productores agropecuarios y a personas
autorizadas a ejercer el trabajo por cuenta propia con el objetivo de
facilitar sus actividades.
Indudablemente, se trata de un paso en la dirección correcta, pero que
necesitará una serie de medidas adicionales para que realmente beneficie
a los pequeños productores del campo y la ciudad. Además, se requiere
conocer las condiciones en que se otorgarán los préstamos, por ejemplo,
si también los habrá en moneda convertible; si sería posible reembolsar
parte o todos los créditos en productos, y otras cuestiones esenciales
para poder evaluar la medida a plenitud. Hasta ahora solo se conocen
datos, no confirmados, de que el interés será de un 3,0% en los dos
primeros años, 5,0% en los próximos 3 años, y 7,0% para el resto del
período.
Desde hace tiempo, el Estado ofrece créditos a los pequeños
agricultores, fundamentalmente para estimular algunas pequeñas
producciones, como caña de azúcar, café y tabaco, así como a las
Cooperativas de Créditos y Servicio, entidades muy controladas
políticamente por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños
(ANAP). No obstante, estos préstamos nunca se reflejaron en verdaderos
avances en la agricultura, y se conoce la caótica situación existente en
las producciones cañera y cafetalera.
De ello se desprende que los créditos tienen que acompañarse de la
liberalización de la producción agrícola y el trabajo por cuenta propia,
sin lo cual no se lograrían los resultados urgentemente demandados por
la economía. En primer lugar, hay que abandonar los viejos dogmas, que
bloquean el progreso de la iniciativa privada e impiden su desarrollo.
Conceptos desfasados, incluso plasmados en el punto 3 del Proyecto de
Lineamientos del VI Congreso del PCC. Si estos criterios persistieran,
tendría poco sentido que las personas pretendieran hacer avanzar sus
iniciativas, conociendo que en cualquier momento podrían ser aplastados
sus deseos de progresar. En consecuencia, los créditos únicamente
contribuirían a mantener los negocios a niveles muy reducidos y con
escasa significación para la economía.
Por otra parte, cuando se otorgan préstamos es para posibilitar adquirir
algo. Pero no existe un mercado mayorista, y para los campesinos la
oferta de insumos es muy limitada y a precios excesivamente altos. Según
publicó la Gaceta Oficial, el precio de una azada (guataca) es de 115
pesos; un pico sin cabo 200 pesos; un cubo para ordeño, 235 pesos; una
cantara para leche 855 pesos y así sucesivamente, en un país donde el
salario medio mensual era de 436 pesos al cierre de 2010.
Además, resulta difícil conseguir piensos balanceados, fertilizantes,
herbicidas, pesticidas y combustible, y ni soñar adquirir tractores,
camiones y otros equipos indispensables en una agricultura moderna.
Como contrapartida, los agricultores están sujetos al monopolio del
Estado para la venta de sus producciones. Este fija unilateralmente los
precios y las condiciones de entrega de los productos, y después, por el
deficiente trabajo de las organizaciones acopiadoras que, en ocasiones
demora extraordinariamente el pago. Si se desea que los préstamos
cumplan una función alentadora, esto deberá corregirse y permitir la
venta directa en el mercado o mediante mecanismos alternativos de acopio
sobre bases libres para fijar los precios.
En cuanto a los cuentapropistas, junto al desarrollo del mercado
mayorista y el cambio de las concepciones restrictivas al progreso de
los negocios, tienen que eliminarse las limitaciones y prohibiciones
absurdas, ampliar lo más posible el permiso para realizar nuevas
actividades, llevar los impuestos a niveles racionales que no ahoguen la
iniciativa privada, y permitir en una primera etapa las empresas
pequeñas y medianas (PYMES). En ese marco los créditos sí podrían dar
verdaderos beneficios.
Paralelamente debe procurarse la cooperación internacional para ofrecer
créditos, así como asistencia material y técnica a los pequeños
negocios de la agricultura y el comercio privado. Seguramente países y
organizaciones no gubernamentales estarían dispuestos a colaborar, si
tuvieran seguridad de que los proyectos no serán abortados
posteriormente. La comunidad cubana en el exterior podría tener una
participación positiva. De hecho, Cuba Study Group ha realizado
propuestas concretas con montos de dinero disponible para apoyar estas
iniciativas. Sería inteligente escuchar a las organizaciones y personas
que, soslayando las diferencias políticas, quieren ayudar a Cuba con su
experiencia y recursos. China y Vietnam, dando muestras de pragmatismo,
lo han venido haciendo desde hace años.
Las condiciones internacionales son inciertas. A pesar de ciertas
mejorías en la economía mundial, existen grandes riesgos en cuanto a la
estabilidad de los precios de los alimentos. Al cierre de febrero, el
índice de precios confeccionado por FAO, tomando como base los promedios
del período 2002-2004, mostró la elevación en 2,36 veces, de los cuales
la carne 1,70; la leche y productos derivados 2.30; los cereales 2,54;
los aceites y grasas comestibles 2,7, y el azúcar 4,1; el producto con
mayor incremento, pero lamentablemente Cuba no tiene excedentes de
azúcar significativos para exportar.
La tendencia es a continuar el aumento de los precios, debido a los
desastres naturales en áreas productoras y el mayor consumo en populosos
países como India y China, mientras el alza de la cotización del
petróleo encarece los costos de producción y estimula la conversión de
alimentos –cereales, semillas oleaginosas caña de azúcar- en
biocombustibles.
Por todo lo anterior, para Cuba que hoy necesita importar cerca del
80,0% de sus requerimientos, el incremento de la producción de alimentos
es más perentorio que nunca. Este objetivo no podrá lograrse si no se
cambia profundamente las estructuras agrarias y son abandonadas
concepciones fosilizadas.
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