Publicado el lunes, 10.01.12
El aguacate y los Lada
A diferencia del dólar, el cuc es la cara más franca de la realidad cubana
Alejandro Armengol
Un vistoso aguacate entra por una ventana habanera para luego recorrer
la televisión cubana. En el primer y breve trayecto pasa al campo
contrarrevolucionario, para emerger luego con su verdadero rostro de
prueba en manos de la Seguridad del Estado. El tránsito, de apariencia
subrepticia, ha servido para descubrir al enemigo. Pero la acción
gloriosa ha tenido un precio. Cuánto, no se sabe. Lo único que queda
claro es que se ha tenido que pagar en cuc. La moneda inventada para
salir de apuros, o para crearlos.
El peso cubano convertible (cuc) es el escape por la puerta trasera que
el gobierno de los hermanos Castro puso a circular en 1994, para
esquivar las dificultades económicas. La idea no es original sino
adoptada de la Unión Soviética y, aunque existía con anterioridad, fue a
partir del llamado "período especial" que comenzó a cobrar carta de
ciudadanía. Despreciado a veces, objeto de burlas otras, el "chavito"
tuvo que esperar a que el dólar fuera retirado de circulación, en
noviembre del 2004, para empezar a tener un reconocimiento ideológico y
hasta político.
A diferencia del dólar, la moneda del enemigo, el cuc es la cara más
franca de la realidad cubana, o más bien de su irrealidad. Al mismo
tiempo, y aunque el argumento no se esgrime lo suficiente o de tan
conocido se olvida, el cuc representa la mejor justificación para que en
la isla los ciudadanos exijan la salida del poder de los gobernantes
actuales: Cuba es un país en que se paga con una moneda débil y se
venden los artículos a precios fijados con otra mucho más fuerte.
Así que el video de la televisión cubana destinado a desacreditar a
Martha Beatriz Roque y otros opositores que realizaron una huelga de
hambre en fecha reciente, se sustenta en premisas bochornosas para un
gobierno incapaz de garantizar la venta de un producto agrícola que
nunca fue un lujo en la mesa del cubano. Producto incluso de exportación
a Miami antes de enero de 1959.
Hubiera sido mejor, y por supuesto más ético, que finalmente La Habana
pudiera anunciar que en el país en el cual el Estado controla aún la
parte más importante de la economía, la producción agrícola nacional es
capaz de suministrar los alimentos suficientes y no hay que importarlos
y pagarlos con divisa. No es cuestión de embargos ni de bloqueos, y eso
incluso el actual gobernante Raúl Castro lo ha expresado, sino de
producir, algo para lo cual se demuestra incapaz el actual gabinete en
la isla.
En este sentido, los medios oficialistas y procastristas buscan ironizar
la actividad opositora, cuando la ironía mayor son precisamente estos
argumentos verduleros. Tanto hablar de Martí, Marx, Engels y Lenin, para
terminar recurriendo al choteo cubano.
Si para buscar desacreditar a un enemigo, los únicos argumentos que
quedan son la triste envidia, que en la isla puede despertar que alguien
reciba unos cien cuc del exterior, entonces el consumo ideológico que
siempre ha caracterizado al sistema puesto en práctica por Fidel Castro
se reduce a una búsqueda en el tacho de la basura, con el fin de sobrevivir.
Consumo ideológico y político que cada vez resulta más patético en ambos
extremos del estrecho de la Florida.
La información apareció en este mismo diario. Desde Hialeah se embarcan
para Cuba las piezas necesarias para mantener rodando a los viejos autos
Lada en la isla. Un empresario de origen rusocubano, que desde hace seis
años vive en Estados Unidos, puso en marcha el negocio, que en la
actualidad está camino a extenderse.
La noticia nos pone frente a uno de los rostros más importantes de esa
Cuba que se quiere llamar del futuro y ya es del presente. Al igual que
ocurre cuando se muestra el fracaso de la agricultura cubana, en esta
cara del éxito el embargo tampoco cuenta, y mucho menos hablar de bloqueo.
Hay además un aspecto de singular importancia: un negocio en Hialeah que
depende de Cuba para su existencia. No es el único establecimiento en
Miami que vive del comercio o los envíos a Cuba, pero en este caso vale
la pena individualizar la venta de piezas de antiguos automóviles
soviéticos para indicar un tránsito post-ideológico.
No estamos ante un "hecho solidario y revolucionario", tampoco nos
encontramos frente a una demostración de apoyo desde el exilio. Es
simplemente eso que funciona más allá de los argumentos ideológicos, y
que siempre impone la realidad tras la oquedad del discurso: un negocio.
La esencia del capitalismo. Algo común en Miami y cada vez más en Cuba.
Lo que cada vez menos pueden evitar las campañas por televisión y las
llamadas "batallas ideológicas".
http://www.elnuevoherald.com/2012/10/01/1310556/alejandro-armengol-el-aguacate.html
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