Raúl Castro organiza "coalición de fieles"
Los asistentes al inesperado cónclave salieron hartos, de comida y
preocupación.
Juan Juan Almeida
octubre 22, 2012
El pasado 16 de octubre los cubanos amanecimos, con la noticia de la
inminente eliminación del permiso de salida más la carta de invitación,
ambas obligatorias, para viajar al exterior, también con la modificación
que otorga el derecho a comprar residencia y vivir en la isla para
cubanos o extranjeros que no sean considerados "hostiles políticamente"
al gobierno revolucionario.
Y aunque la ordenanza no entrará en vigor hasta el 14 de enero del
próximo año; las reacciones no se han hecho esperar.
Para algunos, y me incluyo, la medida es etérea, una imperceptible
transformación en la semántica gubernamental que únicamente ha cambiado
"El Permiso" por "Un Cuño", y el aumento al costo de los pasaportes (de
50 CUC a 100), con la premeditada intención de apostar a la masividad y
estimular de esta forma una estampida de cubanos similar a la de 1965
(Camarioca), el 80 (Mariel) y 1994, la denominada, crisis de los balseros.
Otros aseguran que la población aplaude la regulación como un nuevo acto
de marketing político. Lo dudo, porque con la situación socio-económica
actual, y el índice de natalidad en preocupante agonía; repetir la
peligrosa fórmula de usar a la ciudadanía como balas de cañón dirigidas
hacia el exterior cual válvula de escape a las dificultades internas;
más que astuta solución, hoy se convierte en problema.
La población envejece, el exilio crece, y la fuerza laboral disminuye.
Para que esta medida no sea un acto de peligro social lindante al
delito; debe al menos, estar acompañada por algo muy bien maquinado,
como por ejemplo: comprar ilusión popular gastando dinero en cochambre o
adquiriendo activos que, aunque tóxicos, sean capaces de aparentar el
ansiado y necesario despegue económico.
Poco vale mi apreciación, yo no soy economista y no busco discursear
sobre lo que ya se ha escrito, que para mí no es más que una lágrima al
sol. Prefiero hacerlos participe de un sustancioso chisme, digno de
atención. Me contaron de una reunión que tuvo lugar en Palacio, horas
después que la Gaceta Oficial publicara la reforma al reglamento de una
ley migratoria que modifica la anterior.
Me dijeron, que unos 60 invitados, entre militares y civiles, saciaron
hambre y sed en algo que, más que banquete, llamaron "nueva coalición de
fieles". En ella habló el General Raúl Castro, y aseguró que una
próxima decisión le ayudaría a sentar bases legales para que una serie
de eventos mutilen definitivamente cualquier tipo de oposición, incluso
dentro del gobierno.
La gloria está en la magnitud del triunfo - así concluyó.
Y como no puedo asegurar que tan intensa reflexión haya sido generada
por un brote repentino de originalidad del actual presidente de Cuba;
tampoco debo afirmar que la elegante expresión sea el plagio
transformador de algo hermoso en corrosivo. Pero ojo, aunque yo no
encuentre el vínculo, ni histórico ni mitológico, entre Cuba destruida y
Troya desaparecida; no es casualidad que idéntica frase aparezca en uno
de los 24 cantos de La Ilíada de Homero, pilar sobre el que descansa la
épica grecolatina y la literatura occidental.
Los asistentes al inesperado cónclave salieron hartos, de comida y
preocupación. Recibieron el ultimátum como neonato obligado a saltar de
la apacible protección del útero materno a la hostilidad real.
Constante, contante y hasta sonante.
http://www.martinoticias.com/content/article/15860.html
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