jueves, 4 de octubre de 2012

La política de inversión extranjera en Cuba según Bruno Rodríguez

La política de inversión extranjera en Cuba según Bruno Rodríguez

[04-10-2012]

Elías Amor Bravo

Economista ULC



(www.miscelaneasdecuba.net).- No es frecuente que los altos dirigentes

de la economía castrista se reúnan con organizaciones del exterior que

no pertenezcan al espectro comunista estalinista. El desprecio que el

régimen siente por todos aquellos que no comparten su ideología

marxista, les lleva a negar cualquier tipo de contacto que suponga un

contraste de posiciones en relación a la gobernanza. Por ir más lejos,

el régimen castrista tiene un calificativo para sus rivales políticos:

"enemigos".



Atrincherados en la propaganda y la demagogia durante más de medio

siglo, la reunión del canciller Rodríguez con los miembros de CAFE el

pasado viernes 28 de septiembre, mientras que en Cuba Raúl Castro

celebraba un consejo de ministros ampliado para evaluar el estado de la

aplicación de los "Lineamientos", se puede calificar como un hito histórico.



Es cierto que los postulados de CAFE no inquietan demasiado a la

dirigencia castrista, y algunos incluso observan una cierta deriva en

sus posiciones hacia un terreno dominado por las arenas movedizas, pero

los que apostamos por derribar barreras de incomunicación, siempre

valoramos positivamente cualquier ejercicio en esta materia.



Y como cabía suponer, Rodríguez acudió a la reunión pertrechado con un

armamento obsoleto, pleno de mensajes autárquicos y rebosantes de la

dialéctica totalitaria de los años propios de la "guerra fría" como si

el muro de Berlín no hubiera caído hace más de 20 años, y con él, la

ideología que lo sustentaba,



Buena parte de la reunión se planteó abordar la cuestión de la

participación de emigrados cubanos en la toma de decisiones en el

llamado "proceso de actualización de la economía".



Los medios se han hecho eco de que el Canciller afirmó que "sería

positivo" recibir opiniones de organizaciones como CAFE, para añadir a

continuación "mi rechazo a que los malos cubanos que apoyan el embargo

lo hicieran".



Dos cuestiones aparecen ya en este primer enunciado sorprendente.

Primero, el término emigrados. Un concepto borroso, que bien puede

funcionar para ecuatorianos, mexicanos, dominicanos, etc, pero la salida

de los cubanos al exterior, al menos durante tres décadas después del

triunfo de la llamada "revolución" tiene poco que ver con procesos

migratorios al uso. Segundo, la definición de "malos cubanos" para los

que ni siquiera se pretende escuchar su opinión.



No contento con despertar la polémica en un asunto especialmente

relevante, Rodríguez esbozó su punto de vista sobre "la participación de

cubanos residentes en el exterior en las inversiones privadas". Y aquí

es conveniente matizar algunas de sus palabras. Es falso que exista

actualmente una "base legal para que los cubanos de la emigración

inviertan".



Yo no arriesgaría, bajo ningún concepto, mi dinero con esa "base legal"

que otorga prioridad absoluta al extranjero sobre el nacional. Mientras

no se aclaren las cuestiones relativas a seguridad jurídica de los

dobles nacionales, por ejemplo, nada garantiza una confiscación de

propiedades por un régimen cuya denominada "constitución" sigue

otorgando la propiedad de los medios de producción al estado. Cuidado ahí.



Pero, lo que causa sorpresa es escuchar al canciller de un país pobre,

con una marcada insuficiencia de ahorro interno y un nivel de

endeudamiento externo difícil de estimar con cifras oficiales, que "al

Gobierno cubano no le interesan inversores que aporten 100 mil, 200 mil,

300 mil dólares", porque Cuba lo que demanda son miles de millones de

dólares". Para añadir a continuación, "Cuba anda buscando inversiones

que son de magnitud a las que no llega como regla la emigración".





¿Qué significa esto?



Muy sencillo. Al margen del desconocimiento absoluto de las reglas de

funcionamiento de una economía moderna, y que vuelve a justificar por

qué a un cubano residente en Miami no se le puede considerar emigrante,

ya que al gobierno de su país no le interesa una inversión de 100 mil

dólares, que es lo que una vida de trabajo puede conseguir para la

jubilación, la posición de Rodríguez desvela cuál es la estrategia del

régimen castrista.



Al rechazar las inversiones de medio tamaño, es decir, las que se

orientan a viviendas, bienes de consumo duradero, pequeños negocios de

todo tipo, inversiones financieras, el régimen traslada a los cubanos

residentes en el exterior que no son bien recibidos en la actualización

del socialismo, y que lo mejor que pueden hacer es destinar sus ahorros

de jubilación a inversiones en el país de residencia. Que se olviden de

Cuba para siempre, porque la Isla nunca les volverá a acoger, al menos

mientras el régimen castrista tenga algo que decir.



Lamentable posición que esconde una miseria moral, una vil actitud hacia

los que opinan de forma distinta, y el deseo de mantener un statu quo

político cuando los dos dirigentes máximos desaparezcan para siempre. Lo

que será imposible, porque la historia tiene reservado para las

dictaduras totalitarias un final feliz.



Pero, el mensaje de Rodríguez dice otra cosa muy clara. Aceptamos a los

grandes inversores, los que aportan miles de millones. Es decir, el

"capitalismo comunista de Estado", esa opción que empezaron a diseñar

durante el período especial, que no les fue del todo bien, pero que

aspiran a recuperar para que la economía castrista convierta a Cuba en

un paraíso de monopolios y cuasi monopolios estatales directamente

relacionados con el poder político.



Eso sí que se contiene en los "Lineamientos" raulistas y es una apuesta

por mantener la compleja correlación de intereses militares, políticos,

económicos y de seguridad del estado que sostienen a la economía

castrista. Cuidado con caer en la trampa. Este tipo de inversiones,

basadas en contratos de confianza, son las que se pueden dejar sin

efecto en cualquier momento. De eso saben mucho las grandes corporaciones.



Las afirmaciones de Rodríguez dejan entrever, a las claras, cuál es el

sueño de la dirigencia comunista de La Habana. Que el poder económico en

la Isla nunca se democratice. Que los cubanos se mantengan en los

actuales niveles de dependencia de unas empresas que les ofrecen bienes

y servicios controlados por criterios políticos y no económicos.



La libertad económica, los derechos de propiedad, la libertad de

empresa, la asignación de recursos por medio del mercado, quedan en un

segundo plano para la dirigencia castrista de la generación de

Rodríguez. Cabe preguntarse qué es lo que piensan crear, porque no

existe referencia alguna para ello. El fracaso será, sin duda, mayor.



http://miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=37289

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