viernes, 8 de marzo de 2013

Perspectivas inciertas

Perspectivas inciertas

Jueves, Marzo 7, 2013 | Por René Gómez Manzano



LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.or -Este martes, tras largas

especulaciones y una desaparición de la vista pública que se prolongó

por meses, falleció el presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez

Frías. El anuncio fue hecho —"en acongojado diapasón", como diría el

maestro Carpentier— por el vicepresidente ejecutivo de facto, Nicolás

Maduro.



Con la muerte del líder del "socialismo del siglo XXI" se abren nuevas

posibilidades. La primera consecuencia será que, de manera inevitable,

habrá que ponerle término a la actual situación anormal de interinidad,

en la que los funcionarios del anterior período continúan desempeñando

sus cargos sin que el presidente electo cumpliera la "simple formalidad"

de tomar posesión de su nuevo mandato.



En la situación ahora creada, ya los jerarcas bolivarianos se ven

impedidos de aducir que no existe una "falta absoluta" del Jefe de

Estado, en los términos de la vigente Constitución. En realidad, resulta

difícil imaginar algo más absoluto que la muerte. En cualquier caso,

existen preceptos que regulan la situación de manera harto clara.



El artículo 233 de la carta magna establece: "Cuando se produzca la

falta absoluta del Presidente electo… antes de tomar posesión, se

procederá a una nueva elección… dentro de los treinta días consecutivos

siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente…, se

encargará de la Presidencia de la República el Presidente… de la

Asamblea Nacional".



Es decir, que le corresponderá al señor Diosdado Cabello hacerse cargo

del poder por espacio de unas semanas. Este personaje ya asumió la

jefatura del Estado, aunque sólo durante algunas horas, durante el fugaz

secuestro de Chávez con ocasión de la intentona golpista encabezada por

el señor Pedro Carmona.



Se sabe que los bolivarianos tratan la Constitución —hechura de su jefe

ahora muerto— con extraordinaria devoción. En actos públicos la

enarbolan con unción similar a la que empleaban los "guardias rojos"

maoístas de la tristemente célebre Revolución Cultural de China para

alzar el Libro Rojo con pensamientos del "Gran Timonel".



Sin embargo, ciertos jerarcas chavistas no muestran el mismo respeto a

la hora de aplicar los preceptos de su superley. Ya vimos que, meses

atrás, obviaron sus disposiciones al omitir el acto fundamental de la

toma de posesión. Ahora, pese a la letra clarísima del citado artículo

233, el señor Cabello no asumió la jefatura del Estado tan pronto se

produjo el deceso de Chávez, que era lo procedente.



En unas semanas se despejará la incógnita de qué sucederá en las

próximas elecciones. Con toda probabilidad, la candidatura chavista, de

acuerdo con la voluntad expresa del caudillo muerto, será asumida por

Nicolás Maduro Moros. Por la oposición, esa tarea le corresponderá una

vez más —sin dudas— a Henrique Capriles Radonsky.



Las perspectivas no son claras. En los anteriores comicios, de cada

veinte venezolanos, once votaron por el candidato oficialista y los

otros nueve por el opositor. Y esto pese a que era el mismo Hugo Chávez

quien figuraba en las boletas. No me canso de repetir que basta con que

dos de esos veinte muden de parecer para que todo cambie. ¿Logrará

Maduro heredar de manera plena el apoyo recibido por su jefe?



La pregunta no resulta ociosa, a la luz de las manipulaciones de meses

recientes: el hecho mismo de que el teniente coronel barinense fuese

candidato, aparentando estar curado del cáncer que lo aquejaba; la

posterior desaparición del enfermo de la vista pública; las omisiones y

manipulaciones evidentes de las noticias oficiales sobre su estado de salud.



Los resultados inciertos de las inminentes elecciones despiertan

expectación no sólo en Venezuela. También los cubanos, que saben que su

economía se encuentra en estado de completa postración tras medio siglo

de desbarajuste castrista, se preguntan con angustia qué pasará con el

generoso suministro de petróleo garantizado durante años por Chávez.



¿Volveremos al inicio de los años noventa, con su virtual desaparición

del transporte público y sus apagones que duraban más tiempo que los

fugaces alumbrones? Creo que incluso en caso de que venza Capriles no

llegaríamos a ese punto. Al hoy líder opositor no le resultaría fácil

borrar de un plumazo las llamadas "misiones", que constituyen la espina

dorsal de la política populista del chavismo.



Lo que sí cabe esperar es una renegociación de los términos de

intercambio, que en la actualidad son harto favorables al régimen

castrista. Cualquier paso en ese sentido representará a corto plazo un

empeoramiento de la crisis económica y un acicate para profundizar las

tímidas reformas raulistas. Aunque los comunistas cubanos llevan tiempo

tratando de curarse en salud, no es razonable esperar que el Irán de los

ayatolas (con suficientes problemas propios), la Rusia de Putin, Catar o

la Arabia Saudita estén dispuestos a sacarles las castañas del fuego

igual que lo hacía la Venezuela chavista.



En el ínterin, las muestras de luto oficial en Cuba por el reciente

fallecimiento son desbordantes. El diario Granma no sólo renunció al uso

del rojo —¡color predilecto del finado!—, sino que le dedicó casi seis

páginas de las ocho con que cuenta. La Televisión Cubana cambió su

programación.



Veremos qué transmitirán en las próximas horas —sobre el todo el

viernes, declarado Duelo Nacional— los medios masivos de comunicación.

Si se abstuvieran de emitir programas cómicos, Chávez habría salido

mejor librado que el general Maceo. Como señalé en un artículo años

atrás, un 7 de diciembre, aniversario de la gloriosa caída del héroe, la

Televisión Cubana no tuvo empacho en transmitir un programa de los de

relajo y remeneo.



http://www.cubanet.org/articulos/perspectivas-inciertas/

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