jueves, 5 de enero de 2017

Cubanos no piensan en grande para el 2017

Cubanos no piensan en grande para el 2017
Iván García, desde La Habana

Cuando usted indaga entre los cubanos, las aspiraciones para 2017 no
tienen nada de ambiciosas. Todo lo contrario.
La Habana, Cuba - Cuando se vive bordeando un abismo se pierde la
capacidad de pensar en el futuro. Pregúntenle a Giraldo, plomero de la
empresa Aguas de La Habana, cuáles son sus planes para el 2017 y verá un
gesto de sorpresa en su rostro.

Se quita la gorra desteñida que alguna vez fue azul de los Yankees de
New York y se queda unos segundos meditando. Antes de conocer su
respuesta, le doy algunos detalles sobre su existencia diaria.

Giraldo reside en un apartamento mínimo, de una sola habitación, pero
debido al hacinamiento, tuvo que ampliar con una barbacoa. Ahora
conviven siete personas de tres generaciones diferentes.

Desayunan café, cuando hay, y de un pomo plástico con un aliño de
aceite, ajo machacado y sal le echan al panecillo de ochenta gramos que
por la libreta de racionamiento y al precio de cinco centavos, tienen
derecho todos los nacidos en Cuba. El almuerzo, cuando hay, es sencillo
y rápido: en un fogón ennegrecido de luz brillante, se recalientan las
sobras de la comida nocturna.

En la sala puede verse un anacrónico televisor chino de tubos catódicos
y en un estante de madera y cristal, media docena de botellas vacías de
ron y whisky sirven de adorno.

La nevera Haier, también china, otorgada hace once años, aún no se ha
terminado de pagar. "Y no la vamos a pagar", señala tranquilamente la
madre de Giraldo, mientras se mece en un sillón de hierro.

El apartamento necesita reformas. Pero el dinero ni siquiera alcanza
para darle una mano de pintura. Ellos no tienen cuentas en el banco, no
sueñan con conducir un auto moderno con GPS y jamás han pensado pasar
sus vacaciones en Varadero o Cayo Coco.

Sus vidas se resumen en trabajar ocho horas diarias los adultos y de
lunes a viernes estudiar los niños. Y después de cenar, sentarse en una
butaca remendada a ver la novela de turno o un partido de béisbol de la
serie nacional.

Probablemente, como en una moviola de cine, esas imágenes han pasado por
la mente de Giraldo antes de contestar una pregunta que a cualquiera se
le antojaría simple. Ya con su discurso armado, responde, sin drama:

"Para los que como nosotros contamos el dinero por centavos, todos los
años son más o menos iguales. Unos menos malos que otros. Pero ninguno
bueno. Considero injusto que el gobierno no le resuelva los problemas a
la gente que trabaja y se jode todos los días. Mi único plan es
conseguir dinero suficiente para arreglar el techo, lleno de goteras.
Desde hace tres años estoy en eso y no he podido reunir la plata".

Cualquier persona sensata debe poner los pies en la tierra antes de
juzgar un contexto. Supongo que ahora mismo en Alepo, Siria, o en una
ciudadela acosada por los señores de la guerra en Yemen, un mendrugo de
pan o no escuchar el aullido de los morteros, es una buena señal que se
llegará con vida al día siguiente.

Pero Cuba no vive una guerra civil. Los planes de Julio, un cubano
recién llegado a Estados Unidos son diferentes.

En la Isla estuvo preso por malversación cuando fue administrador de una
cafetería estatal. Luego el alcohol y la falta de futuro lo llevaron a
un ciclo autodestructivo. Pero cuando traspasó el puente internacional
de El Paso, en Laredo, juró comenzar de nuevo. Ahora reside en Kentucky
con un frío insoportable. Dos veces a la semana, mediante IMO, Julio se
comunica con sus amigos quienes desde una zona wifi de La Habana esperan
la conexión y les cuenta que va a trabajar duro en Estados Unidos para
salir adelante.

Para salir adelante muchos emigran de Cuba. Conocen las dificultades, lo
que cuesta adaptarse a otras costumbres y las dificultades de aprender
un nuevo idioma.

"El problema es aferrarse a una opción, que sea realizable, por lejana
que esté. Que cuando tú pases por la tienda o una concesionaria de
automóviles, uno pueda decir, mira aquel auto, si trabajo duro, podré
comprarlo. Si me esfuerzo, podré mejorar mi calidad de vida. Todo lo
bueno que pueda pasar en tu vida depende de ti. Aquí las cosas no
dependen de uno", indica Sergio, vendedor a domicilio de ropa que
clandestinamente importa de Panamá.

Sería muy pretencioso dibujar una Cuba monolítica. No existe. Hay
demasiadas realidades superpuestas en la Isla. Pero si algo queda claro
es que se ha perdido la capacidad de pensar en grande.

"Todos los 31 de diciembre, las personas nos trazamos metas. Y le
decimos a los parientes y amigos 'ojalá que para el año próximo se
cumplan tus sueños'. ¿Pero cuáles son nuestros sueños? Mejorar
salarialmente en el trabajo, poder hacerte santo, ganar una buena suma
en la 'bolita' o marcharte del país. Son muy pocos los que tienen planes
de ampliar sus negocios o los que pueden comprar una casa mejor o un
coche moderno. Nuestras metas son de poco calado. Hacer un poco más de
dinero y comer mayor cantidad de comida. El gobierno no has matado las
esperanzas con ideologías, discursos antiimperialistas y odas a Fidel
Castro", opina Rachel, abogada.

Cuando usted indaga entre los cubanos, las aspiraciones para 2017 no
tienen nada de ambiciosas. Todo lo contrario. Antonio, jubilado de 79
años, desea que este año "no se vaya la luz, que mejore la calidad del
pan, que el Estado repare los edificios multifamiliares y que me
aumenten a mil pesos la pensión a mil pesos".

Lo dice con un tono que pretende parecer chistoso, pero que más bien da
tristeza y compasión. Y es que entre los ciudadanos de a pie se percibe
un escepticismo, cansancio, desazón y apatía que parece no tener cura.
No es que no aspiren a vivir mejor. Es que no encuentran el modo de
lograrlo.

Source: Cubanos no piensan en grande para el 2017 -
http://www.martinoticias.com/a/cubanos-no-piensa-grande-2017/136579.html

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