viernes, 6 de enero de 2017

Ni Reyes ni magos

Ni Reyes ni magos
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 6 de Enero de 2017 - 11:17 CET.

Desde la noche de ayer, el mundo católico se preparó para esperar la
llegada de los Reyes Magos. Millones de padres, algunos con enormes
sacrificios, escondieron juguetes por toda la casa, los colocaron debajo
del fatigado arbolito de Navidad, o al lado del Nacimiento. Dijeron a
sus hijos que en la noche entrarían a casa tres hombres venidos del
Lejano Oriente, cabalgando sobre camellos. Esos hombres se colarían por
debajo de la puerta, convertidos en hormiguitas —aclaración necesaria a
ciertas edades—, y dejarían los presentes en los rincones más
insospechados. Pero antes, los niños harían una lista de deseos, y si
habían cumplido con sus tareas, en la casa y en la escuela, recibirían
lo que pedían: los Reyes Magos suelen ser muy estrictos a la hora de
premiar las buenas conductas.

Esta vieja costumbre que se diluye en siglos de cultura hispánica, tuvo
su infeliz final en la Cuba de los 60. Como casi toda sustitución
"revolucionaria", desde renombrar los años con epítetos heroicos hasta
cambiar el nombre de calles, ciudades y provincias, ciertas costumbres
que tuvieran relación con la cultura católica debían ser extirpadas,
como un tumor maligno, de la conciencia ciudadana.

De tal modo, hoy muchos cubanos de la Isla no saben que Santa Clara se
llama así por Santa Clara de Asís, Sancti Spíritus es Espirito Santo,
Santiago de Cuba por Santiago Apóstol, o la capital, La Habana, en
realidad es San Cristóbal de La Habana. Se volvió a hablar de reyes y de
cultura católica cuando la necesidad apretó el cinturón verde olivo. En
los duros años del mal llamado Periodo Especial, y la "liberación" del
dólar, comenzaron a aparecer arbolitos de Navidad, paseos de los Reyes
Magos —organizados por la Embajada de España, tildados de
"provocativos"—, y la afluencia a los templos de niños y padres la
llamada Noche de Epifanía.

De aquellos días del reencuentro del cubano con su cultura verdadera,
ancestral, recuerdo un hecho muy singular. Eusebio Leal iba a inaugurar
un evento en la llamada Plaza Vieja, en el casco histórico de la Habana,
Patrimonio de la Humanidad. La presentadora era la habitual en
noticiarios y actos oficiales. Como era 6 de enero, en su desafortunada
introducción la "compañera" dijo que el acto se celebraría el Día de
Reyes por casualidad, no por los Reyes Magos en sí, que eran un "rezago
del pasado".

A continuación habló Leal. Pocas veces he oído a un funcionario orgánico
del régimen ser tan enfático, tan honesto, tan cubano. A la persona de
Leal podemos achacarle cualquier pecado. A su obra, creo, le debemos
respeto, admiración. Ese día comenzó diciendo que, precisamente porque
era Día de Reyes, debía celebrarse con alegría, con amor; era uno de los
pocos momentos en el año que en tiempos de la Colonia los esclavos
tomaban descanso, podían celebrar, sentirse libres. Tal era su
importancia en la cultura cubana, continuó Eusebio, que el Castillo del
Morro, principal faro y fortaleza capitalina de su época, se llamaba en
realidad Castillo de los Tres Reyes del Morro. Y para terminar hizo una
confesión temeraria: era hora de dar la bienvenida a quienes trajeran
oro, incienso y mirra; oro para poder celebrar y seguir la obra,
incienso para limpiar los males, mirra cual anestésico para que todo
resbalara.

Como otras tantas trasmutaciones, confusiones inducidas, el "Día de los
Niños" se celebra en Cuba, oficialmente, el tercer domingo de julio. Es
difícil encontrar una razón lógica para mover la fecha tradicional al
tórrido séptimo mes que no sea la antesala del 26, ese que en vez de ser
día de luto nacional por la cantidad de muertos, asesinados y fracaso
total, es declarado festivo, tumultuario. De la misma manera que el
cambio de fechas y eventos responde a una necesidad de reescribir el
pasado para escribir el presente y futuro, los juguetes escondidos
fueron reemplazados por los juguetes sorteados. Los niños de los 60
fuimos convertidos en adultos en unos minutos, y no por propio
descubrimiento, como debería ser naturalmente: los "viejos" nos dijeron
que estaba mal engañar a los niños, quienes debían saber la verdad: los
reyes no existían.

Ahora los juguetes serian repartidos de manera justa, equitativa. A cada
niño "tocaban" tres juguetes. Uno básico —una bicicleta, un disfraz, el
automóvil eléctrico grande—, que era el mejor y desparecía casi siempre
el primer día; uno no-básico —muñeca, granjita, un carrito de baterías—,
que era aceptable, y el dirigido —un puñado de bolas o canicas, un juego
de palitos chinos—, que había que llevarlo aunque no gustara.

Algunas personas, sobre todo no cubanos, pueden pensar: pero qué
malagradecido este articulista, si todos los niños cubanos iban a
recibir juguetes. Y tienen mucha razón. Todos los niños cubanos podían
tener juguetes. Juguetes que dependían de la buena y la mala "suerte";
el número 5 para el primer día por la mañana, o el número 30 para el
quinto día por la tarde. Suerte que también dependía de quien fuera tu
rey, y no tu mago: hijo del administrador de la juguetería, del
bodeguero o del carnicero. Y después, la cola, el molote y el
sufrimiento: quedaba solo una maquinita, y el niño de delante la quería;
entonces le deseabas un mal —una diarrea aguda, un tropezón en la
escalera— para alcanzar tú la maquinita —envidiogénesis infantil—. O
estabas aún más fatal: el quinto día ya no había cola ni maquinita sino
una triste pelota, un trompo, un juego de yaquis para varones.

Fue doloroso para los niños enterarse de que los padres no eran ni reyes
ni magos. Nadie lo sabía entonces, pero era el inicio del entrenamiento
en "te toca" y "no te toca", y "todos somos iguales" siempre no seas
hijo del dirigente, del carnicero, o de quien administra la juguetería.
Los "malagradecidos", como nos llamó recientemente una publicación
cubana a quienes no comulgamos con el régimen, hemos tenido desde
entonces que "luchar" el oro, el incienso y la mirra por cuenta propia.

Source: Ni Reyes ni magos | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1483693965_27913.html

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