El régimen cubano y la transición venezolana
ARMANDO CHAGUACEDA | Ciudad de México | 11 de Julio de 2017 - 13:37 CEST.
En una entrevista reciente, la analista venezolana Rocío San Miguel,
experta en asuntos militares, definió magistralmente el rol de Cuba en
su país. Al respecto señaló: "La sala situacional donde se toman las
decisiones estratégicas más importantes —de carácter político y militar,
pero también económico y social— está en La Habana. Venezuela es una
especie de pecera, un caso de estudio, de permanente seguimiento por la
estructura cubana, para mantener a Venezuela como su fuente económica de
supervivencia. Todo lo que estamos presenciando en este momento —entre
otras cosas, el uso desproporcionado de la fuerza—, la partidización
acelerada de la Fuerza Armada Nacional, así como esta propuesta de
Asamblea Constituyente, abyecta completamente, espuria completamente, es
un modelo cubano".
Semejante influjo constituye una anomalía. Pocas veces en la historia
americana —con la excepción del nexo entre la España monárquica y sus
colonias americanas— un país menor ha sujetado tan férreamente a otro
más rico. Mezclando la influencia del adoctrinamiento —Maduro es un
cuadro formado en la escuela del Partido Comunista cubano—, el control
policiaco —incluida la vigilancia sobre las elites maduristas— y la
febril actividad diplomática y propagandística —mediante embajadas,
círculos intelectuales y agentes de influencia—, La Habana sostiene
políticamente a Caracas como una suerte de aliado rehén. Cuyo petróleo
necesita para apuntalar la economía y gobernabilidad insulares, en la
actual coyuntura de sucesión de liderazgo.
Es decir: el régimen cubano es, a la vez, actor —dada su cuota de poder
regional e interna— y modelo —por su diseño institucional de raigambre
estalinista— para la sobrevivencia autocrática de su par venezolano. Por
lo que constituye un factor a considerar en cualquier proceso
redemocratizador en la nación sudamericana. Y ningún antecedente —ni el
de la Centroamérica de los 80— ofrece lecciones afines.
La duda es si Raúl Castro aceptará, rendido ante evidencias, soltar a su
aliado; del mismo modo que un parásito abandona calculadamente al
hospedero moribundo cuya suerte rechaza compartir. Porque si alguien
tiene hoy un panorama completo sobre los escenarios venezolanos es la
inteligencia cubana. Pero sí —y solo si— se sostienen, amplían y
articulan la movilización popular, la fractura del oficialismo y la
presión internacional, unidos a escenarios de buena negociación
política, quizá los militares cubanos y venezolanos decidan que no vale
la pena enfrascarse en una guerra civil. Y que siempre es mejor un mal
arreglo que una buena pelea.
En Latinoamérica valdría la pena sacar lecciones de estos
acontecimientos. De cómo Cuba puede ser hoy, para nuestras débiles
democracias, un factor de injerencia tan nocivo como los EEUU de la
Guerra Fría. Y de cómo el proyecto progresista de un Estado social de
derecho, pendiente en nuestra desigual región, está permanentemente
asediado no solo por la empobrecedora agenda neoliberal sino también por
la influencia (factual o modélica) del actual modelo cubano sobre
diversos sectores antidemocráticos de la política y sociedad
latinoamericanas.
Este artículo apareció en el diario mexicano La Razón. Se reproduce con
autorización del autor.
Source: El régimen cubano y la transición venezolana | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1499773056_32481.html
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