Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – Sucede con demasiada
frecuencia que los establecimientos oficiales no tienen menudo para el
vuelto. Si el cliente espera con su mano abierta a que le regresen lo
que le pertenece, con la mayor tranquilidad del mundo le dicen:
-No tenemos vuelto.
Robo a mano armada, con sutileza, pero robo al fin.
-Lo siento no hay vuelto.
Propina a la cañona. Lo tomas o lo dejas. También se nos dice:
-Acabamos de abrir, no tenemos vuelto
Lucha sorda entre el empleado y el cliente. Uno a la espera del vuelto,
el otro haciéndose el desentendido. Vence el más paciente en estas
escaramuzas de dinero fragmentario, que al final de la jornada devienen
decenas de miles de pesos, en dependencia de la afluencia de pública al
comercio.
En la década de 1950 el gobierno enfrentó muchas protestas por el
aumento de uno y dos centavos en el precio de los sellos, a pesar de que
se destinarían a la construcción del hospital donde se tratarían los
casos de ceguera. ¡Qué decir entonces de la apropiación de los centavos
porque sencillamente no hay vuelto!
Hurto descarado que se lleva a cabo en tiendas, cafeterías,
restaurantes; cuando se paga la factura de la electricidad, el agua, el
gas, la vivienda, el estacionamiento de autos, motos, bicicletas; en los
ómnibus, en todas partes.
¿Qué hacer? ¿De qué manera protestar contra lo que el gobierno conoce
perfectamente y ante lo que se cruza de brazos? ¿Qué hace el ejército de
inspectores, auditores, los dúos del Partido con plenos poderes, más
allá del administrador?
También el administrador es partícipe del engaño. Si el cliente reclama
y solicita su presencia, o no está en el establecimiento, o acude
enojado al llamado del ofendido consumidor, y repite las manidas
justificaciones de sus subordinados:
-No hay vuelto.
A veces, en gesto teatral, el hombre saca de su bolsillo unas monedas y
entrega el vuelto al cliente quien, en ocasiones, es puesto en ridículo
por reclamar su dinero. El vuelto, curiosamente, no aparece en el
listado de "derechos del consumidor".
Hace cincuenta años, los establecimientos públicos y privados estaban
considerados por ley, centros de cambio, lo mismo que el banco. El
Ministerio de Comercio Interior tiene establecida la obligación de tener
en cada sitio suficiente cantidad de billetes de baja denominación y
monedas fraccionarias, pero esto no se cumple, o se simula cambiando en
el banco una cantidad mínima que se va en las primeras ventas. Así, el
relajo continúa.
Pesos, pesitos, medios, van a parar a los bolsillos de quién sabe qué
malandrines en forma de propina a la cañona, mientras inspectores y
auditores van y vienen para que todo siga igual.
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