LA NECESIDAD DE REFORMAS EN EL RÉGIMEN CASTRISTA
China, modelo a seguir en Cuba
XULIO Ríos*
Cuba sigue a la espera de las anunciadas reformas entre la impaciencia,
la esperanza y el escepticismo de una población que aspira a acceder a
un mínimo bienestar general. Raúl Castro ha activado el proceso de
implementación de medidas orientadas a sacudir las anquilosadas
estructuras del régimen y lograr un mayor nivel de eficiencia,
utilizando para ello una singular combinación de mayor disciplina (con
cientos de funcionarios y cuadros bajo examen por su parasitismo) y una
racionalidad de perfiles todavía confusos. Los huracanes, la falta de
liquidez y las dificultades energéticas derivadas de la crisis amenazan
su propósito, pero ello no parece impedir que dicho programa se lleve a
cabo en sus mandatos básicos, aunque las carencias hayan servido de
excusa para postergar la celebración del sexto congreso del PCC.
El sentido general de las medidas de Raúl Castro apunta, en primer
lugar, a una disolución del Estado subordinado al Consejo de Estado, una
amplia red de corporaciones, empresas y centros que van pasando a
depender de diferentes ministerios, y a una mayor separación de las
estructuras del partido y del Estado. Esa racionalización se complementa
con el cercenamiento efectivo de las principales estructuras ligadas al
fidelismo existentes en numerosos departamentos del aparato estatal y a
la supresión de la Administración económica paralela que gestiona el aún
secretario general del PCC, su hermano Fidel.
El proceso coexiste con reformas contradictorias, tales como la creación
de la caja única que centraliza todos los fondos en dólares de empresas,
ministerios, etcérera, una medida muy contestada por los gestores
económicos y administrativos o, en el campo, la entrega a particulares
de tierras ociosas, eso sí, cubiertas de marabú, sin mayores
posibilidades de libre comercialización de los productos agrícolas, que
deben venderse al Estado en su práctica totalidad. Cabría decir que se
trata de insuflar vida al sistema echando mano de algunas estructuras y
mandos de las Fuerzas Armadas en un probable último intento de encontrar
un camino al desarrollo sin desdecirse de lo practicado en el primer
medio siglo de revolución. La televisión cubana emite un programa
semanal sobre China en el que, paradójicamente, a pesar de la naturaleza
y evidencia de sus éxitos en este campo, puede uno informarse de todo,
menos de economía. China no es un buen ejemplo que seguir. Tampoco en el
arzobispado (la Escuela del Partido) el modelo chino es objeto de
estudio. En el debate académico, está prácticamente fuera de la agenda.
Ni en un ámbito ni en otro, China logra sacudirse el tabú, aun cuando la
salida general de la crisis cubana pudiera estar, en opinión de algunos,
en la vía china.
El miedo al mercado, principal novedad del socialismo chino, hurta el
debate y cualquier disidencia al respecto, formulada desde dentro, corre
el inevitable riesgo de ser presentada como fragilizadora de la
sacrosanta unidad.
Los cambios en América Latina indican la existencia de una mayor
pluralidad en la región, hoy dominada claramente por fuerzas de
izquierda. Pero ninguno de los países que expresan su apoyo a La Habana,
a excepción quizá de Venezuela, sueña con seguir a ciegas el modelo
cubano, producto de otro tiempo. En un mundo tan complejo y dinámico,
poco se puede construir sobre el inmovilismo.
La llegada de Obama, por otra parte, ha abierto expectativas a la
normalización bilateral, si bien no está claro que todos quieran que
cuaje, tanto en Washington como en La Habana. Estos primeros años
servirán para tantear esfuerzos y avanzar en gestos, y solo quizá en un
hipotético segundo mandato, Obama puede atreverse a poner fin al
bloqueo. La paciencia y perseverancia cubana son claves para consolidar
dichas expectativas, evitando seguir la consigna de aquellos que todo lo
apuestan a reventar el globo Obama. Desde el punto de vista político, la
distensión con Washington puede hacer visibles aún más los delicados
problemas estructurales de la economía cubana, agravando las tensiones
en el orden político, en una conjunción a la que podría añadirse la
desaparición física de Fidel.
Bien es verdad que las diferencias entre China y Cuba son muchas, pero
no debiéramos dejarnos cegar por cuestiones de tamaño. La influencia
china en Vietnam es bien conocida como también lo fue el modelo
soviético en la Cuba de Fidel. Es igualmente cierto que Cuba no tiene la
tradición burocrática del Imperio del Centro, ni su disciplina social,
ni el mismo nacionalismo impregna a las respectivas diásporas (que en
Cuba podría llegar a ser tan importante como lo fue en el proceso
chino), pero el estudio de su ejemplo parece un requisito ineludible
para imaginar otro modelo (económico e institucional) capaz de preservar
y ampliar las conquistas de la revolución y evitar un más que posible
colapso sistémico.
El asunto central y la primera urgencia consisten en dilucidar cómo
lograr una mayor eficiencia del sistema económico. Los chinos indicaron
un camino: añadir el mercado a la planificación. Y ese es el nudo
gordiano del problema. No se trata de imitar o no el modelo chino, sino
de gestionar la introducción del mercado a partir de las singularidades
de la isla.
* Director del Observatorio de la Política China.
China, modelo a seguir en Cuba | El Periódico de Catalunya | Opinión (14
August 2009)
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idnoticia_PK=637074&idseccio_PK=1006&idioma=CAS
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