2009-08-25.
Jesus Emilio Hernández Figuero, Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- En un país como Cuba, en el que a un
sistema de gobierno totalitario sencillamente le ha dado de capricho el
negar la propiedad privada como derecho del ser humano y le da una
importancia vital al uso, no privado, sino colectivo de los medios,
tener un teléfono fijo en las casas es un lujo que cualquier cubano
envidiaría.
En un país como Cuba, donde los teléfonos escasean en las casas y
abundan en las calles para el servicio público, hacer una simple llamada
puede resultar desde una larga e interminable espera hasta una violenta
pelea que puede terminar con heridos, y en el menor de los casos,
también muertos.
Hace ya algunos años que el Gobierno de Cuba, en un intento por
digitalizar y "modernizar" las señales telefónicas del país, llevó al
uso público teléfonos fijos que funcionaban con unas tarjetas prepagadas
que se conocen como "Propia", las cuales tenían un precio de 5 y 10
pesos en moneda nacional, y después podían ser recargadas con un saldo
mayor.
Este sistema telefónico por medio de tarjetas prepagadas era una ventaja
para los clientes, quienes vieron en esto una oportunidad para "quitarse
de encima" los molestos teléfonos por menudo, sin temor a que la peseta,
o el peso, se trabara y no la devolviera, o a que el botón del recall no
funcionara y no se pudiera hacer otra llamada con el resto del menudo,
teniendo entonces que colgar, perder dicho menudo y volver a insertar
otra peseta.
Como en Cuba "todo es victoria" y "nunca reveses", a los encaprichados
dirigentes se les ocurrió una idea "brillante": "Quitamos los teléfonos
por menudo y los sustituimos por los de tarjeta Propia", y como siempre,
el pueblo cargó con el peso de los errores y las decisiones mal tomadas.
Gracias a Dios que no sustituyeron completamente dichos teléfonos, pues
ahora las tarjetas Propia son las que brillan por su ausencia.
En un país como Cuba, donde se tiene una deuda externa de millones de
dólares y una economía completamente destruida, se continúan tomando
malas decisiones que, obviamente, recaen en el pueblo.
En Cuba, donde no se produce casi nada y aproximadamente el 80 por
ciento de todo es importado, incluyendo la dichosa tarjeta, el Gobierno
no tiene el presupuesto necesario para costear las tarjetas que se han
hecho imprescindibles para efectuar una mera llamada telefónica. Razón
por la que escasean las ventas al pueblo y se han convertido en
desaparecidos espejismos populares.
Abundan los teléfonos para el uso colectivo, pero no hay tarjetas
Propia, y muy pocos sirven por menudo, o están "fuera de servicio" o
sólo se puede marcar "llamadas de emergencia". Un técnico de la Empresa
de Telecomunicaciones, ETECSA, que pidió el anonimato comentó que estos
teléfonos por menudo tienen ya mucho tiempo de uso y que cualquier
suceso, desde un medio (5 centavos) trabado hasta un pequeño desperfecto
pueden convertir un "Inserte moneda" en un molestísimo "Sólo puede
efectuar llamadas de emergencia".
El mecánico también expresó que ETECSA sólo dispone de cuatro técnicos
para dos municipios enteros como Regla y Guanabacoa, y que para ellos es
muy engorroso verificar la disponibilidad de todos los teléfonos en los
mencionados municipios. Y aunque se alega que ante cualquier rotura se
debería informar a los técnicos, esto en la práctica es muy diferente,
ya que se obvian responsabilidades y prevalece la demora y los pretextos
sin justificación.
Debido a toda esta Odisea, el cubano que no cuenta con la lujosa
posibilidad de tener un teléfono fijo en su vivienda, ni corrió con la
suerte de adquirir las últimas tarjetas vendidas por el Estado, tiene
que recorrer medio municipio –a pie, pues no tiene automóvil– y después
de poco más de media hora buscando ¡Al fin, apareció! ¡Un teléfono que
sirve! Uno… Uno entre tantos alrededor.
Ahora que encontró un teléfono disponible, el cubano tendrá que pedir el
último y hacer lo que más sabemos hacer: "Hacer colas". Afortunadamente,
sólo hay tres o cuatro personas para llamar y sólo serán más de media
hora también, pues como el cubano no tiene otro medio para establecer
una comunicación con su hija enferma que vive a cientos de kilómetros, o
con su jefe o compañeros de trabajo para comunicarles algo importante
para el día siguiente, o sencillamente llamar a la esposa que se
encuentra lejos para decirle "te amo" y preguntarle cómo le fue el día,
a esa hora se le juntan todas las llamadas.
Entonces vienen, primero, las quejas y después, las palabras ofensivas
de quienes esperan impacientemente para usar el tan codiciado artefacto
telefónico, palabras ofensivas que pueden desencadenar una agresión
física. Ahí comienza la discusión, primando el intercambio de insultos
entre la persona que ve como un derecho suyo el uso del teléfono público
para hacer cuantas llamadas necesite y la otra que no tiene el principio
moral ni el valor de transmitir su queja a las instancias de ETECSA, o
incluso a organismos superiores como el Poder Popular y el Consejo de
Estado, y le es más fácil y menos riesgoso pelearse con su semejante en
desgracia.
Es ahí donde el pueblo cubano, tan adaptado a no pensar por ellos mismos
y a actuar de una forma tan mecánica, debería entonces meditar: ¿Es
necesario pasar por todo este bochorno y humillarnos tanto? ¿Tenemos
nosotros mismos la culpa de todo esto? ¿Tiene realmente la culpa el
bloqueo? Y la tarjeta Propia… ¿Dónde está?
Y LA TARJETA PROPIA, DONDE ESTÁ? - Misceláneas de Cuba (25 August 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=22450
No hay comentarios:
Publicar un comentario