Publicado el lunes, 10.22.12
Profesionales sin entrada ni salida
Alejandro Armengol
Hay un rasgo que se repite en las medidas formuladas por el gobierno de
Raúl Castro, y es excluir a los profesionales de los cambios que, según
La Habana, buscan "actualizar" el modelo cubano.
Para quienes mandan en la isla, los graduados universitarios quedan
fuera de los supuestos beneficios que trae trabajar por cuenta propia o
emigrar temporalmente fuera del país.
La primera consecuencia es de índole personal. Quienes se esfuerzan por
obtener un título se enfrentan a un presente muy limitado y un futuro
más incierto aún. O se limitan a un trabajo mediocre, donde siempre está
presente el peligro del despido por los ajustes laborales, dilatados
pero no extinguidos, o se dedican a empleos más lucrativos aunque
alejados de su perfil de estudios. La literatura creada en los últimos
tiempos en Cuba se ha encargado de recrear hasta el cansancio la
frustración de lingüistas convertidos en guías turísticos y de
ingenieros manejando taxis.
Otro resultado de esta política errónea tiene que ver con el desarrollo
de la nación, que se compromete con esta negativa a mejorar el nivel de
vida de quienes han alcanzado una educación superior, al tiempo que los
mantiene como rehenes.
La educación, una de las conquistas más cacareadas de la revolución, ha
pasado de ser un logro a una rémora. No hay mejor prueba de ello que la
tan esperada reforma migratoria, que entrará en vigor en enero del 2013.
Mientras la ley de migración modificada amplía plazos, suprime la
duplicación de permisos (el nuevo "permiso de salida" se concreta en el
pasaporte actualizado) y permite el regreso de los inmigrantes
obedientes al régimen, en el caso de los profesionales es incluso más
represiva que en años anteriores.
No sólo en el caso de los médicos. Por décadas el régimen no ha
permitido o le ha puesto trabas y demoras a la salida de otros graduados
universitarios, pero como todo lo que ocurre en Cuba, se han sucedido
los períodos de un cierre mayor con otros de relajamiento, de acuerdo a
multitud de factores que iban de la arena internacional al plano
doméstico. De ahora en adelante no. La modificación de la ley deja
establecido el parámetro a seguir.
De acuerdo a uno de los cambios establecidos en la ley, cualquier
graduado de la enseñanza superior que participe en una investigación que
se considere "vital" para el desarrollo de la nación queda excluido del
otorgamiento del pasaporte y con ello de la posibilidad legal de salida.
Lo que ocurre es que bajo una categoría tan amplia, y teniendo en cuenta
los temores, la corrupción y la envidia imperante en la isla, cualquier
jefe de, por ejemplo, el Ministerio de Cultura en un municipio, puede
impedir que un licenciado en letras se vaya porque ha participado en un
censo de los versificadores, y el dato es de "vital importancia", ya que
refleja el desarrollo cultural de la zona.
Como siempre, el gobierno echa mano al socorrido argumento del "robo de
cerebros". Solo que este llamado "robo de cerebros" no es más que un
argumento tercermundista para ocultar la impericia de los gobernantes.
En los hospitales de Estados Unidos hay médicos de India y Pakistán; en
las universidades de este país, por ejemplo, aquí, en la Universidad de
Miami, se encuentran ingenieros de alto nivel procedentes de los países
árabes; en Madrid resulta fácil encontrarse con un facultativo que sueñe
o busque ejercer en Londres. Todos estos casos reflejan un fenómeno
intensificado con la globalización: las personas buscan vivir en donde
se sienten mejor, se les reconoce más por su labor y son mejor
recompensadas. Nada más natural, y no por ello los gobiernos tienen que
establecer barreras que impidan la partida sino contribuir a crear
mejores condiciones de vida en los lugares de origen.
En el caso de los profesionales cubanos, el gobierno da cada día nuevas
muestras de que le interesan poco en la mayoría de los casos, cuando no
puede explotarlos como fuerza de trabajo que alquila o exporta de
acuerdo a conveniencias políticas. Lo demás es mantener en aumento un
ejército de braceros encargados del suministro de remesas.
Es posible que ese ingeniero que sale de Cuba termine colocando antenas
de televisión en Miami, o que ese médico que abandona una misión
internacionalista nunca vuelva a ejercer, y sea simplemente un enfermero
en esta ciudad. Pero es un destino propio, elegido sin que el Estado lo
mueva como un peón de un barrio marginal de Caracas a un campamento en
Haití, con independencia del beneficio que estos cuidados sanitarios
puedan brindar a muchos.
Tanto la supuesta bondad del régimen, como el beneficio económico que
obtiene brindando servicios médicos en el exterior, se deben a la burda
explotación de sus graduados universitarios, que en última instancia
poco tienen que agradecer al gobierno.
http://www.elnuevoherald.com/2012/10/22/1325822/alejandro-armengol-profesionales.html
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