domingo, 9 de febrero de 2014

Disidencia política y disidencia económica

Disidencia política y disidencia económica

Son las diferencias en los niveles de vida, que se intensifican a diario

en Cuba, las que más fácil prenden la mecha

Alejandro Armengol, Miami | 05/02/2014 3:58 pm



Hay otra disidencia en la Isla y Fidel y Raúl Castro lo saben. No son

hombres y mujeres valientes que desafían el poder, porque forman parte

del mismo. No gritan verdades porque se ocultan en la mentira. Ni

siquiera se mueven en las sombras. Habitan en el engaño. Son los miles

de funcionarios menores —y algunos no tan menores— que desde hace años

desean un cambio.

Luego de tantos años en el poder, los hermanos Castro han avanzado

considerablemente en convertir a la nación cubana en un cuerpo amorfo,

incapaz de la menor iniciativa, donde sus miembros luchan por sobrevivir

y esperan cualquier oportunidad para distanciarse del futuro nacional,

ya sea mediante la emigración o el acomodo.

Desde el punto de vista económico —y contrario a lo que podría pensarse

inicialmente—, un agravamiento general de la situación no tiene que ser

necesariamente un detonante social. Son las diferencias en los niveles

de vida —que se intensifican a diario— las que más fácil prenden la mecha.

La incapacidad del sistema cubano para satisfacer las necesidades más

elementales, la carencia de un futuro mejor para los hijos, son la

expresión social de un problema económico. Son estas las que

desencadenan protestas de mayor alcance.

Como ha estado demostrado desde que asumió la presidencia del país, Raúl

Castro no está capacitado para dirigir un desarrollo económico que

satisfaga las necesidades de la población, pero sí ha logrado ―al igual

que con anterioridad hizo su hermano― mantener a la población bajo un

sistema económico de subsistencia. Sólo que la contrapartida a la

ineficiencia de las empresas estatales ha sido una economía clandestina

—la bolsa negra, el "trapicheo", el "sociolismo"—, indiscriminada y

personal. La naturaleza centralizadora y represiva del régimen siempre

ha impedido crear otra contrapartida en suelo cubano que no sea esta.

El reverso económico del modelo cubano está en Miami. Sin embargo, este

modelo es al mismo tiempo conocido y ajeno para el cubano de a pie.

Fuente de fantasía, esperanza y envidia.

Tampoco es posible esperar que puedan trasladarse de inmediato patrones

laborales, condiciones empresariales y características propias de una

nación súper desarrollada, en cuanto a capacidad macroeconómica y

dominio tecnológico mundial, a un país empobrecido como Cuba.

Para la mayoría de la población de la Isla, la disidencia es una

alternativa política, pero no económica. La alternativa económica no

radica en la denuncia opositora sino en el mercado negro. Aunar estos

aspectos ha resultado imposible, en parte porque el gobierno ha dictado

normas —y creado momentos— que se acercan y difieren a la hora de

juzgarlos y condenarlos.

Es en el terreno social y económico donde se define en gran parte la

batalla por la calle. Además de enfrentar una fuerte represión, toda

organización disidente que intente hacer llegar su mensaje a la mayoría

de la población tiene que otorgarle preferencia a los temas sociales.

Aunque los grupos más importantes de la disidencia interna contemplan

una plataforma social y económica, las cuestiones políticas han

predominado en su discurso. Esto no ha dejado de ser una limitación.

La única organización dentro de Cuba ―que no se puede considerar

disidente en el sentido político, pero sí independiente del gobierno en

cuanto a objetivos y recursos― con un avance sistemático aunque limitado

en lograr una presencia en la calle es la Iglesia Católica.

En este sentido, la Iglesia Católica no constituye en sí un paradigma a

seguir por la disidencia ni tampoco la referencia obligatoria al hablar

de la construcción de la sociedad civil, aunque es parte de ella. Sin

embargo, en su trayectoria de los últimos años ejemplifica las

posibilidades de avance y las grandes limitaciones de cualquier diálogo

con el gobierno de La Habana. En cualquier caso, es un buen punto de

partida para iniciar el análisis de lo que se debe, lo que se puede y lo

que no se debería hacer.



Source: Disidencia política y disidencia económica - Artículos - Opinión

- Cuba Encuentro -

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/disidencia-politica-y-disidencia-economica-316661

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