domingo, 1 de junio de 2014

Plan Especial Camilo Cienfuegos, un nombre para el trabajo forzado en Cuba

Plan Especial Camilo Cienfuegos, un nombre para el trabajo forzado en Cuba

Los presos políticos cubanos fueron obligados a trabajar y aquellos que

se negaron fueron víctimas de la cruenta represión de las autoridades

carcelarias de Isla de Pinos.

Cortesía de Roberto Jiménez

mayo 31, 2014



El plan de trabajo forzado impuesto a los presos políticos del

Reclusorio Nacional de Isla de Pinos que no habían aceptado el llamado

"Plan de Rehabilitación", se desarrolló en los últimos años de ese penal

(1964-1967). Puede afirmarse que el cierre del mismo se debió

precisamente a la situación de creciente violencia creada por la

implantación del propio plan y la generalizada y firme resistencia de

los prisioneros al mismo, situación que gradualmente se había ido

conociendo en el exterior y que se estaba escapando al control del

régimen. Además, el principal objetivo del trabajo forzado, que era

obligar a los presos a pasar al "Plan de Rehabilitación", fracasó por

completo, ya que durante ese período disminuyó dramáticamente el número

de los que dieron ese paso.



Oficialmente nombrado con el eufemismo de "Plan Especial Camilo

Cienfuegos", aquella medida del gobierno castrista fue una genuina

expresión del esquema totalitario de coacción y control que se imponía a

toda la población de Cuba. En el caso del Presidio Político de Isla de

Pinos, su implantación y mantenimiento durante años conformaron una

etapa de represión máxima, durante la cual se sometió a los reclusos a

un régimen de violencia extrema, masiva y sistemática, en que los

golpes, los castigos personales y colectivos, las heridas, las

mutilaciones, los desquiciamientos mentales y las muertes se

convirtieron en rutina diaria; todo esto en medio de interminables

jornadas de agotadores trabajos, en las peores condiciones de

equipamiento y alimentación. Se impuso a la población penal una dinámica

de tensión abrumadora que regía toda su vida cotidiana, dislocando el

sistema de actividades que habían desarrollado los presos por su propia

iniciativa para su superación espiritual, cultural y política. Sin

embargo, esas actividades formativas pudieron recrearse en medio de

aquel infierno, lo que contribuyó grandemente a mantener la integridad

moral y el espíritu de resistencia.



Pudiéramos decir que todo comenzó cuando un día, a fines de 1963, sin

previo aviso ni explicación, varios grupos de prisioneros -campesinos en

su mayor parte sobrevivientes de los primeros años de las guerrillas del

Escambray y sus colaboradores- fueron sacados de las circulares para ser

trasladados con destino desconocido. Por un tiempo no se tuvo noticias

de la suerte corrida por ellos. Poco a poco se fueron recibiendo

informaciones fragmentadas por los diversos canales, a veces inauditos,

con los que suelen contar los prisioneros. Así supimos que los habían

llevado a campamentos fuertemente custodiados en la propia Isla de

Pinos, para que trabajaran en el campo. Esto sería conocido por todo el

presidio como "El Plan Morejón", por el nombre del entonces jefe de la

guarnición del penal, que estuvo al frente de aquel plan piloto de lo

que ya estaban preparando para el penal completo. Las informaciones

fueron haciéndose más completas hasta que, pasados ocho meses, los

presos del "Plan Morejón" fueron traídos de regreso a las circulares.



En aquel experimento, inicialmente, la represión no fue intensa y se les

proporcionó a los reclusos una serie de condiciones más favorables que

las existentes en el penal, tratándose de manipular, además, su

condición de campesinos, acostumbrados a rendir al máximo en las labores

agrícolas, para obtener de ellos cierto grado de cooperación. Pero ellos

respondieron rechazando las relativas "mejoras" que, según entendieron,

viniendo de carceleros hasta entonces siempre hostiles, sólo podían

estar encubriendo la intención de sobornarlos y distanciarlos de sus

compañeros que habían quedado en las circulares. Tampoco aceptaron

trabajar voluntariamente, y fue preciso que la guarnición se quitara la

careta y los hiciera trabajar a la fuerza.



Cuando se extendió por el penal la noticia de todo lo sucedido y se supo

que existían planes de implantar a toda la población penal un régimen de

trabajo forzado, se manifestó un rechazo generalizado a esa intención

del gobierno comunista, debatiéndose diversas posiciones, más y menos

radicales, en cuanto a la forma de actuar cuando llegara el momento.

Considérese que en toda la historia anterior de la República nunca los

presos políticos habían sido obligados a trabajar para los respectivos

gobiernos a los que se habían opuesto y no existía la disposición de

hacerlo para el comunismo, aunque se sabía, por innumerables

experiencias, que la falta total de consideraciones humanas del régimen

aseguraba una represión sin límites.



Se trató de prever en lo posible las circunstancias en las que habría

que resistir para determinar las tácticas y estrategias más adecuadas y

viables, pero esto se hacía difícil por la diversidad de criterios y la

poca información disponible. Los hechos irían configurando la magnitud

del reto.



El comienzo



En junio de 1964 da inicio el plan de trabajo forzado para todo el

penal. De los cambios de impresiones y debates entre los presos de todas

las circulares se había ido perfilando una estrategia general que

pudiera ser seguida por todos y que con el paso del tiempo y los

acontecimientos se fue perfeccionando. Surgió el concepto de:

"resistencia pacífica", que se definió de manera que pusiera fuera de

toda duda el carácter obligatorio del trabajo. Por primera vez en

nuestra historia se planteaba y ponía en práctica tal concepto de lucha

que, inspirado en los conocidos antecedentes de Mahatma Ghandi y Martin

Luther King, era producto de un serio análisis de la realidad, tanto la

impuesta por el régimen totalitario y sus claros objetivos de doblegar a

toda costa el espíritu de lucha del presidio político, como la que se

creó en el presidio por las diferentes posiciones asumidas por los

prisioneros, que iban desde las más radicales y prácticamente suicidas,

hasta las más moderadas.



Debe tenerse en cuenta que por entonces los presos estaban solos frente

a toda la fuerza del Estado marxista, que ya había implantado un régimen

de terror en Cuba, eliminando a sangre y fuego a casi toda la oposición

y que actuaba con absoluta impunidad ante un mundo que, sólo con

contadas excepciones, se mantenía indiferente ante los acontecimientos

que tenían lugar en nuestra patria. Ante este cuadro complejo y difícil,

los presos políticos cubanos de Isla de Pinos redefinieron y llevaron a

cabo con responsabilidad, e ineludible sentido de realidad, la

estrategia de una resistencia pacífica.



Desde el comienzo y durante toda esta etapa trágica del presidio

político cubano, se destacó la intervención del Bloque de Organizaciones

Revolucionarias ( B.O.R.), creado al efecto, que agrupaba a las

principales organizaciones creadas en la clandestinidad para combatir al

régimen desde posiciones nacidas en la lucha contra la dictadura de

Fulgencio Batista, pero nacionalistas y democráticas. El B.O.R., cuyos

militantes constituían una parte mayoritaria y disciplinada de la

población penal desempeñó un papel protagónico en el análisis y las

definiciones que resultaron en la estrategia adoptada y también en la

coordinación con los miembros no organizados y de otras tendencias

políticas del presidio para la puesta en práctica y el mantenimiento de

la misma.



Los primeros grupos de presos sacados a trabajar, estaban en el Edificio

6. Se resistieron, primero, a salir del mismo, haciendo necesario que

los militares entraran a obligarlos, y desde ese momento cada paso y

cada movimiento en el trabajo tuvo que ser forzado por la represión. Era

sólo el principio, todavía se estaba experimentando de ambas partes.



Entre la población penal aún coexistían distintos criterios y aquellos

primeros actos de violencia de la guarnición hicieron que un grupo de

reclusos se negase a trabajar, estando dispuestos a enfrentar cualquier

consecuencia. Estos presos fueron conducidos al pabellón de celdas de

castigo, separado de las circulares y edificios donde se hacinaba a los

prisioneros, que presenciaron, gritando violentamente desde las ventanas

enrejadas, como los conducían a golpes y bayonetazos hacia aquella

edificación y, después, cuando uno y otro día los sacaban para tratar de

hacerlos realizar aunque sólo fueran pequeñas labores, como arrancar

hierbas de los alrededores con las manos, pero ante sus reiteradas y

firmes negativas, volvían a llover los golpes y bayonetazos, en medio de

los gritos de protesta de los presos desde todas las ventanas del penal.



El objetivo de hacer trabajar ante todo el presidio a aquellos pocos

hombres, fracasó rotundamente; sólo lograron que se enardecieran más los

ánimos y se fortaleciera la decisión mayoritaria de resistir. Debemos

mencionar en este momento el nombre de Alfredo Izaguirre Rivas -joven

director de periódico nacional, cuya pena de muerte había sido conmutada

momentos antes de ser ejecutado-, que jamás hizo un solo movimiento para

obedecer aquellas órdenes de trabajar bajo los golpes a que fue sometido

durante las interminables sesiones de castigo, y que mantuvo esa

actitud, junto al también periodista Emilio A. Rivero, durante todo el

tiempo que duró el plan de trabajos forzados de Isla de Pinos, por lo

que permanecieron confinados en los pabellones de castigo hasta el

final, junto a otros reclusos allí encerrados. Estos últimos eran presos

que, también desde el inicio o en diferentes momentos a lo largo de la

época del trabajo forzado, fueron adoptando la misma actitud de absoluta

negativa al trabajo, siendo objeto de salvajes golpizas para terminar

también aislados en las celdas de castigo.



Pabellones de Castigo



Los pabellones de castigo de Isla de Pinos, aún antes del plan de

trabajos forzados, ya eran conocidos entre los reclusos por la

brutalidad conque se trataba a los que tenían la desdicha de ser

enviados a ellos, pero a partir del "Plan Camilo" el despiadado trato se

llevó hasta límites increíbles. En los pabellones de castigo murieron

varios reclusos. Recordamos entre ellos a Francisco Novales, "Paco

Pico", al que una bala disparada por el cabo Arcia Rojas le atravesó el

corazón. Cuatro meses antes este mismo guardia había asesinado en pleno

campo a Julio Tang. También en el pabellón fue dejado morir Roberto

López Chávez en medio de una huelga de hambre.



A veces el castigo era más sofisticado, como cuando encerraban quince

reclusos en una celda de tres metros por dos y no podían tirarse en el

suelo a dormir porque no cabían acostados todos a la vez y tenían que

turnarse para dormir; mientras un grupo dormía el otro se mantenía de

pié, así noche tras noche, semana tras semana. Situaciones similares se

presentaron en otras cárceles como la de Morón, Boniato, etc. Pero el

récord de esto lo tienen las "gavetas"; estas celdas, aunque variaban en

sus dimensiones, mantenían un patrón típico como instrumentos de

tortura. Las situadas en la granja Tres Macíos cerca de Bayamo, medían

cuarenta y cinco centímetros de ancho por ciento ochenta de largo por

ciento sesenta de altura, y ahí obligaban a entrar hasta tres presos.



El trabajo



La misma intensidad de represión se aplicó a los bloques de trabajo que

se constituyeron en todo el penal, en el que se hacinaban seis mil

reclusos. Cada bloque agrupaba hasta doscientos hombres, divididos en

cuatro o cinco brigadas, cada una comandada por un "cabo" armado de

pistola soviética, bayoneta de Springfield o machete español de la marca

"Gallito" o "Carpintero", y por supuesto de toda la impunidad de un

régimen totalitario que nunca tuvo que rendir cuentas al mundo.



Salíamos a trabajar antes de que despuntara el alba, a veces después de

la incursión violenta de los guardias en las circulares y edificios para

"apurarnos", apenas terminando de consumir un poco de agua con azúcar

caliente y un minúsculo pedazo de pan. En una de esas incursiones murió

bayoneteado el primer mártir del trabajo forzado: Ernesto Díaz Madruga,

en agosto de 1964. A manos de Porfirio García, el Jefe de Orden Interior.



Los reclusos eran conducidos al sitio de trabajo en camiones llenos

hasta el tope, que en varias ocasiones se volcaron con el consiguiente

saldo de víctimas, en esas circunstancias murió Jerónimo Sandía. Durante

el recorrido eran escoltados por otro camión ocupado por los guardias

que los custodiaban. Esos militares, armados con fusiles y una o dos

ametralladoras calibre cincuenta, apoyadas en tierra, se convertían en

el "cordón" que rodeaba a los presos una vez que llegaban al lugar de

trabajo. Este cordón nunca no tuvo reparos para disparar a matar cada

vez que los presos protestaron indignados por los abusos de que eran objeto.



Una vez en el lugar de trabajo ya fueran las canteras o los campos, se

distribuían las brigadas, siempre dentro del perímetro controlado por el

cordón, y empezaba la pesadilla. Esta situación se extendió por varios

años en que la violencia dominaba todo. Se podría hablar también de las

requisas, los castigos en "La Mojonera", que era el lugar donde iban a

parar las aguas de albañal de la localidad; el capítulo de un libro que

ni Dante fue capaz de imaginar. Pudiéramos seguir relatando muchas otras

barbaridades que podrían parecer exageradas a quienes no han tenido que

vivirlas y pálidas a quienes las sufrimos en carne propia. Podríamos

hablar de todos los que murieron en el presidio o después, por las

lesiones sufridas, de los mutilados, de los que enloquecieron, o de los

que jamás podrán recuperarse de todo aquello. Pero hasta aquí es

suficiente para una mirada.



Todos los militares que participaron en la aplicación del plan de

trabajo forzado de Isla de Pinos, fueron ascendidos y como era de

esperar un buen número de ellos terminaron como delincuentes comunes por

delitos que cometieron posteriormente; esto no es de extrañar, pues el

que es capaz de cometer las atrocidades que se cometieron en Isla de

Pinos, es capaz de cualquier cosa.



Quienes hayan tenido la oportunidad de escuchar el audio de las

comunicaciones de los pilotos castristas con su base mientras masacraban

a las avionetas de Hermanos al Rescate habrán oído las voces de los

esbirros que nosotros escuchamos tantas veces en la Seguridad del

Estado, en Isla de Pinos y en otras prisiones. Son las mismas voces que

hoy siguen escuchando en Cuba los presos políticos.



¡Los esbirros son siempre los mismos!



Source: "Plan Especial Camilo Cienfuegos, un nombre para el trabajo

forzado en Cuba" -

http://www.martinoticias.com/content/plan-especial-camilo-cienfuegos-un-nombre-para-el-trabajo-forzado-en-cuba/35609.html

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