Buscarse una pincha
PEDRO L. GONZÁLEZ PINEDA, La Habana | Septiembre 17, 2014
En el último año, cada vez que una conversación con mis amigos llega a
un punto muerto, después de un par de suspiros, alguien rompe el hielo y
dice: "Lo que de verdad necesito, brother, es buscarme una pincha". El
deseo se me convirtió en realidad este verano –durante mis vacaciones
universitarias– cuando decidí no dormir doce horas cada día ni malgastar
las otras doce, sino hacer algo productivo con mi tiempo. Así fue como
terminé vendiendo series, películas y el tan de moda paquete semanal con
audiovisuales. Encontré empleo, por supuesto, en un negocio particular.
Cincuenta pesos al día, seis jornadas a la semana, sonaba bien. Aunque
nueve horas seguidas de trabajo parecía algo tortuoso, ganaría en un mes
más del doble del salario medio; ayudaría en la casa, o al menos no
sería un gasto. Comencé el lunes siguiente al fin de las clases.
En otras partes del mundo los jóvenes obtienen trabajos temporales para
pagar la renta, la universidad, un carro o un viaje. Aunque mis motivos
fueron menos elevados, al menos pude congeniar con personas de todas las
edades y hacerme una idea del abanico de educación, intereses y
perspectivas de la gente fuera de mi círculo personal. Además tuve que
ajustarme a horarios y compromisos y afinar mi sentido de la
responsabilidad. O sea, desde todo punto de vista, obtuve ganancias.
Ahora, la verdadera lección que aprendí en estos dos meses, fue sobre
algo que creía conocer casi desde que tengo uso de razón. Porque no
puedo recordar cuándo fue la primera vez que escuché decir que un
salario común en Cuba es insuficiente para vivir... sobrevivir... o la
palabra que sea. De la noche a la mañana, ese conocimiento teórico
almacenado en mí, cobró vida y me golpeó como un mazo.
Todo empezó al invitar a una muchacha al café Mamá Inés de 17 y L en el
Vedado, un lugar muy agradable y acogedor, estupendo para citas. El
trato fue el mejor que recuerdo en mucho tiempo y –muy importante– sin
falsas amabilidades. Los precios aceptables. La pasamos genial y fue un
encanto pagar de mi propio bolsillo los 5,35 CUC de la cuenta. Porque
sí, 5,35 CUC –el equivalente de 128,40 CUP– es un precio bastante sobrio
hoy día en La Habana por dos mojitos y una sangría bien hechos.
Hasta ahora había vivido de lo que mis padres pudieran darme. Cuando
había, había. Cuando no, ¡pues tenía que ajustarme al presupuesto! Yo
contaba con que esta "independencia económica" recién adquirida me
ayudaría a aflojar el cinturón y de repente tuve que preguntarme: ¿con
esto puedo hacer una diferencia significativa? Sí, claro, es dinero que
antes no tenía, pero ¿cuánto puedes hacer si la décima parte de un mes
de salario se te va en un bar con un consumo moderado?
Dentro del rango en que se mueve la juventud habanera, con tanto
concierto de Gente D´Zona y Los Desiguales, discotecas como la Sala
Atril y el Copa Room, bares como Shangri La, Melen, Kprichos y Espacios
–todas opciones exorbitantes–, yo soy de los que flotan entre El Sauce,
Submarino Amarillo, Diablo Tuntún, Buda bar, Maxim Rock, fiestas
universitarias o la todavía incierta Fábrica de Arte.
Estoy, en un escalón intermedio de la cadena alimentaria, solo por
encima de los que apenas si tienen guitarra en la Calle G, quedan para
jugar dominó el fin de semana o aprovechan los conciertos gratuitos. Y
si tengo que trabajar dos días y medio para invitar a una muchacha,
ganando más que muchos profesionales, entonces ¿qué será de esos médicos
y esos profesores que seguro tienen al menos un hijo o, quién sabe, si
un padre anciano?
Como dije, más de mil veces habré escuchado quejas por lo inverosímil de
los precios, de la inversión de la pirámide salarial, del bajo poder
adquisitivo de los cubanos –como la licenciada en enfermería que hace
años viene desde Artemisa a vender leche, o el abogado con un banco de
películas– pero es tan chocante cuando no te lo dice nadie sino que lo
descubres por ti mismo... Sin saber exactamente qué palabras utilizar,
todas esas categorías y conceptos de la Economía Política cobraron
sentido para mí de la forma menos imaginada... Es algo de lo que te
haces consciente y se vuelve parte de ti. Y el instinto me dice que este
es solo el primer ladrillo en un largo edificio por levantar... ¿o por
derrumbar?
Cuando anuncié a mi familia que trabajaría durante el verano, las
primeras reacciones fueron de aprobación y orgullo. Mi papá, sin
embargo, se preocupó por que fuera a dejar la universidad. No, es sólo
durante el verano, le precisé; en seis semanas voy a hacer un poco más
de setenta CUC. ¡Y eso está muy bien!. Para un hombre que desde niño
trabajó bien duro por muy poco –y siempre ha intentado que no me falte
nada– debió ser chocante que, sin enfrentar ninguna necesidad
imperativa, me lanzara a trabajar durante las vacaciones. Tratando de
persuadirme, preguntó: "Y si tuvieras los setenta CUC ¿no lo harías?"
Parecía no entenderme. Con la objetividad de quien conoce un mínimo de
economía le respondí, "Lo haría igual y entonces tendría ciento cuarenta
CUC".
Ahora que ya no trabajo, he vuelto a los mojitos –más económicos y
aguados– de la Casa Balear en la Calle G.
Source: Buscarse una pincha -
http://www.14ymedio.com/sociedad/Buscarse-pincha_0_1634836507.html
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