lunes, 4 de enero de 2016

El beso mortal de los precios topados

El beso mortal de los precios topados
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | 04/01/2016

Tenía diez años cuando Fidel Castro lanzó la batalla económica que llamó
"rectificación de errores y tendencias negativas". La cólera del Máximo
Líder cayó entonces sobre los campesinos privados y los intermediarios
que comerciaban sus productos. La plaza de Cuatro Caminos en La Habana,
también conocida como Mercado Único, recibió la embestida oficial y tras
esa razia, de nuestras vidas desaparecieron las cebollas, los garbanzos,
el ají pimiento y hasta la malanga.

Casi una década después, cuando el país había tocado fondo con el
desabastecimiento y la escasez de alimentos, el Gobierno autorizó
nuevamente los mercados agrícolas no estatales. La primera vez que me
acerqué a una tarima y compré una ristra de ajo, sin esconderme, fue
como recuperar una parte de mi vida que me arrebataron. Por años
habíamos tenido que apelar al mercado ilegal, a la precariedad del
clandestinaje, para adquirir desde una libra de frijoles hasta granos de
comino con que sazonar la comida.

Sin embargo, la vuelta de los "agromercados" no ha estado exenta de los
ataques y la ojeriza gubernamental. La prensa oficial achaca a los
productores privados la responsabilidad de los altos precios de muchos
alimentos y la figura del intermediario ha sido satanizada en extremo.
En la última Asamblea Nacional se manejó incluso la idea de imponer
precios topados a ciertos productos agrícolas, para obligar a los
comerciantes a bajar los importes.

En una primera mirada esa medida parecería favorable para los
consumidores. Quienes tomarían como una buena noticia que una libra de
carne de cerdo sin hueso no vuelva a superar los 30 pesos cubanos ni
llegue nunca más a los astronómicos 50 pesos que pedían al cierre de
2015 en el habanero mercado Egido. La reacción inicial de los clientes
sería de beneplácito porque un limón ya no tenga el valor de 1 CUP o que
la fruta bomba baje de los 5 CUP la libra. Sin embargo, detrás de los
precios topados vendrán males mayores.

Lo que podría ocurrir es que los productos sometidos a un control de
precios desaparezcan de los mercados agrícolas y vuelvan a sumergirse en
la clandestinidad. Ya no podríamos ir hasta la esquina a comprar una
libra de cebollas, como lo hemos hecho en las últimas dos décadas, sino
que regresarían los tiempos en que en medio de la ilegalidad de una
carretera o de un monte perdido en la nada, hacíamos la transacción
directamente con el productor o con los perseguidos intermediarios.

Los consumidores pagaríamos los platos rotos de una medida que no
soluciona el problema de la falta de productividad de nuestros campos ni
de los bajísimos salarios.

La economía no se planifica a capricho, ni se gestiona a golpe de
restricciones, sino que es un entramado frágil donde la desconfianza y
el exceso de estatización son como un abrazo letal, que la deja sin la
capacidad de respirar con autonomía. En ese apretón, los precios topados
vienen a ser el temido beso mortal que le saca el aliento al comercio y
lo deja exánime.

Source: El beso mortal de los precios topados -
http://www.14ymedio.com/blogs/generacion_y/beso-mortal-precios-topados_7_1919877994.html

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