Fernando García | 17/09/2008 - 03:31 horas
La desaparición de productos en los mercados desata el fantasma del hambre
El verdadero ciclón está por llegar, ya se lo digo yo. Es el ciclón del
hambre", nos dice bajando la voz un aparcacoches junto al supermercado
de la calle 70, en el barrio habanero de Miramar. Dentro, las
estanterías de carne, pollo y embutidos están vacías; las de arroz y
pasta, "peladas", con unos pocos paquetes de marcas europeas a precios
prohibitivos; el rincón de las legumbres, limpio del todo. Y no hay
azúcar blanco. Ya el mercadillo ferial de los domingos, en la calle 13
del municipio de Playa, había deprimido a todos cuantos hace tres días
acudieron allí con la esperanza de encontrar algo. Y los peores augurios
se confirmaron en los normalmente bien surtidos puestos privados de 42 y
19, donde faltaba lo fundamental: las aquí llamadas "viandas" vegetales
más alimenticias, como la malanga, la yuca y el boniato.
"Hay miedo por lo que vemos y por lo que nos espera. ¡Cómo no tenerlo,
si falta la carne, la proteína, y tampoco hay malanga con la que hacer
el puré de nuestros niños!", dicen Julia y su hija Giomara en el mercado
de 42. Ambas andan preguntando precios y su decepción salta a la vista.
El vendedor más cercano, Rafael Chacón, levanta las manos reconociendo
lo poco que tiene y lo caro que lo pone. "¡Es lo que hay! A nosotros el
guajiro (campesino) también nos ha subido el precio". El resultado es
que, por ejemplo, el precio de la col se ha duplicado en una semana, al
pasar de 5 a 10 pesos cubanos. Es la carestía que siempre acompaña a la
escasez; una y otra se manifiestan ya a las claras como temibles efectos
secundarios de unos huracanes que han arrasado al menos un millón de
hectáreas de cultivos -sobre un total de tres-, con la caña de azúcar y
el plátano como productos más tocados: en total, unas 700.000 toneladas
de cosechas comestibles perdidas, a las que hay que sumar la pérdida de
otras 5.300 de alimentos almacenados, según cifras oficiales.
Chacón, nuestro comerciante, coincide con los propios clientes en su
negra visión del panorama que se avecina: "La gente está asustada por la
hambruna que viene ahí atrás", asegura.
Varios agromercados más modestos que el de 42 optaron ayer por no abrir.
Otros anunciaron que seguramente cerrarían hoy: "¡Para qué trabajar si
casi no hay nada que vender!", nos dijo uno.
El Gobierno de Raúl Castro rebajó ayer de 10.000 millones a 5.000
millones de dólares (el 10% del PIB nacional) la estimación del valor
total de lo destruido por el Gustav y el Ike. Su informe limitó a
200.000 las personas que se han quedado sin vivienda "por un tiempo",
cuando un cálculo conservador basado en sus primeras cifras indicaba que
la cifra podía alcanzar el millón.
Los medios oficiales no se cansan de destacar los avances y épica
cotidiana de la "fase de recuperación", en especial en el capítulo del
que por fuerza será un lento y penoso proceso de reparación o
reconstrucción de unas 450.000 viviendas, así como de restablecimiento
del fluido eléctrico en las amplísimas zonas que aún siguen a oscuras.
Pero no sólo la gente, sino también algunas organizaciones
internacionales evitan todo optimismo. Agro Acción Alemana, con amplia
experiencia en Cuba, cree que el país ha quedado expuesto a una
preocupante "situación de inseguridad alimentaria para los próximos seis
meses".
La isla importa el 84% de los alimentos que consume. Para frenar tal
dependencia, el Gobierno empezará hoy a repartir tierras baldías a
quienes quieran y puedan cultivarlas, de acuerdo con un decreto de
julio. Pero mientras la medida da frutos, y tardará, La Habana afronta
graves problemas de liquidez. No en vano Japón acaba de suspender sus
créditos al comercio con el país caribeño, a causa -según Nippon Export-
de reiterados retrasos en los pagos por parte del Banco Central de Cuba.
España hizo llegar ayer a la isla un avión con 24 toneladas de ayuda; el
segundo tras otro con 15 toneladas que fletó tras el paso del Gustav.
También Brasil ha enviado alimentos, y Rusia, Brasil, Venezuela y otros
se disponen a hacerlo. No bastará, ni mucho menos. La Habana pidió a
Washington que se ahorre las donaciones que le está ofreciendo (5
millones de dólares la última vez) y levante el embargo, al menos por
seis meses, para que Cuba pueda importar u obtener créditos en EE.UU. Es
la guerra de siempre, sólo que en el peor momento.
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