Algunos cubanos asumen los riesgos y los réditos del libre mercado
martinoticias.com 10 de abril de 2011
"Los cubanos son gente emprendedora, y si se les permite trabajar y
ganar algún dinero, lo harán"
La agencia Prensa Asociada comenzó a seguir en diciembre las fortunas de
un grupo de personas que instalaron comercios en Cuba.
"Cuatro meses después, sus experiencias reflejan el alcance del gran
experimento en que se embarcó el régimen de Cuba, así como algunas de
las vicisitudes crueles del mercado libre", indica el despacho firmado
por el periodista Paul Haven.
La nota dice que no hubo una pomposa ceremonia de inauguración ni
publicidad en la prensa. No tenían dinero ni para distribuir algunos
volantes en este barrio habanero de calles llenas de huecos y viviendas
que se vienen abajo.
Por ello, cuando se abrió la ventana recién pintada de la diminuta
pizzería en el día más importante de la vida de Julio César Hidalgo, al
principio nadie se dio por enterado. Hidalgo y su novia Gisselle de la
Noval esperaron media hora, luego otra media hora. Finalmente, una mujer
de 92 años, Estrella Soto, se acercó al mostrador y pidió una pizza
mediana con cebolla.
"Me encantó", declaró la anciana. Hidalgo y De la Noval casi no tuvieron
tiempo de sentarse a descansar desde entonces. Vendieron otras siete
pizzas en la media hora siguiente, y 30 en total en el día inaugural, el
8 de marzo.
El sábado siguiente tuvieron su mejor jornada de ventas, 60 pizzas
cocinadas en un horno de gas que parece demasiado pequeño incluso para
satisfacer las necesidades de una familia.
Han pasado seis meses desde que el general Raúl Castro autorizó una
modesta apertura económica. Para el 8 de marzo se habían concedido más
de 171 mil licencias comerciales, según la prensa estatal.
Algunos de los cubanos que instalaron pequeñas empresas han tenido
éxito. Otros dicen que las cosas son más duras de lo que habían
previsto. Varios no sobrevivieron y debieron cerrar sus negocios.
La agencia AP también menciona el caso de Javier Acosta, quien lucha por
conseguir clientes en un restaurante caro de La Habana, y el de Yusdany
Simpson, joven madre soltera que consigue un modesto ingreso vendiendo
café y sándwiches en el frente de su casa.
También está Danilo Pérez, un contador de 21 años que consiguió una
licencia para vender DVD pirateados y tuvo que renunciar a ese negocio
porque las autoridades comunistas cuadruplicaron los impuestos que debía
pagar.
"Los cubanos son gente emprendedora, y si se les permite trabajar y
ganar algún dinero, lo harán", comentó Lorenzo Pérez, ex economista del
Fondo Monetario Internacional y miembro de la Asociación de Estudios de
la Economía Cubana, un centro de investigaciones no partidista de
Washington.
Pero acotó que las iniciativas de los pequeños empresarios enfrentan
duros desafíos en un país donde poca gente tiene visión comercial, es
difícil encontrar materiales y mercancías, los impuestos pueden ser
exorbitantes y todavía hay regulaciones restrictivas.
"En todo el mundo, el porcentaje de pequeños comerciantes que salen
adelante es muy pequeño, incluso en Estados Unidos", afirmó Pérez. "En
Cuba, las dificultades son enormes, porque el ambiente no es propicio
para los negocios... Pero eso no significa que uno no puede hacerlo".
Han aparecido decenas de restaurantes, algunos extremadamente elegantes
para una isla de 11 millones de habitantes en la que cuesta trabajo
encontrar cosas básicas como mesas y sillas que hagan juego.
Quienes han solicitado licencias dicen que el proceso es rápido y
sencillo. Los temores de que apareciesen inspectores gubernamentales
para cobrar sobornos resultaron infundados, al menos hasta ahora,
resalta la nota de Haven.
Los pequeños empresarios tropezaron con bastantes obstáculos. Pérez, el
vendedor de DVD, tiró la toalla hace dos semanas. Dijo que cuando obtuvo
su licencia en diciembre, las autoridades comunistas le informaron que
tendría que pagar 2,50 dólares al mes para operar su negocio callejero.
Pero cuando volvió en marzo, le dijeron que la tarifa había subido y era
ahora de 10,50 dólares mensuales. Además, debía pagar un mes por adelantado.
"Ese día en esa oficina aumentaron así varias licencias y había gente
protestando y otros hasta lloraban porque no tenían con qué pagar lo que
les estaban pidiendo", declaró Pérez, quien no tiene trabajo y sale
adelante con la ayuda de sus padres.
Javier Acosta, propietario de un nuevo restaurante en el residencial
barrio de Playa, dijo que en el primer mes no hizo lo suficiente como
para cubrir los 458 dólares de impuestos, por lo que tuvo que acudir a
sus ahorros para pagarle al gobierno y a sus empleados. Al mes siguiente
Acosta cubrió los gastos con lo justo y ahora espera que la tendencia se
mantenga. "Hay días que no ha venido nadie, de verdad, nadie", expresó
Acosta. "A veces una mesa, dos mesas. Pero yo sé lo que es eso, la mejor
promoción es de boca a boca".
A Simpson, la madre soltera, le fue mejor, aunque con metas mucho más
modestas. Antes de abrir su kiosco en el barrio Vedado, no tenía trabajo
y dependía de las remesas que le enviaban desde el exterior para criar a
su hijo de dos años. Ahora gana unos 25 dólares al mes -poco más que el
salario mensual promedio en Cuba- vendiendo café, gaseosas y sándwiches
de mayonesa por centavos. "Esto no es para hacerse rico, pero sacas para
el diario", manifestó a AP.
En la pizzería de Hidalgo, las tensiones derivadas de operar un negocio
son evidentes. Hidalgo invirtió más de mil dólares en la pizzería, la
mayor parte un regalo de un primo que vive en Estados Unidos.
Ahora que abrió el negocio, se pasa horas de pie junto al horno todos
los días, y más horas cargando bolsas de harina y cajas de tomate en su
bicicleta. Consigue todos los ingredientes que necesita en comercios
oficiales, lo que indica, según dice, que el gobierno está cumpliendo su
promesa de mejorar el acceso a las mercancías.
Hidalgo dice que no tiene tiempo para disfrutar de su éxito porque se
duerme antes de apoyar la cabeza en la almohada al final de sus
agotadoras jornadas. Indicó que el peor momento fue cuando apareció un
inspector de viviendas que lo quería multar porque no tenía un permiso
para convertir la entrada de su departamento en una pizzería.
Al principio dio la impresión de que tendría que pagar el equivalente a
unos 75 dólares, pero al final le dijeron que se le perdonaría la multa
si conseguía un arquitecto que hiciese planos de trabajo, algo que le
costará cuatro dólares. Hidalgo señaló que ningún inspector ha revisado
sus cuentas ni exigido copias de recibos, en contraste con lo sucedido
cuando abrió otra pizzería con un primo en los años 90. En esa ocasión,
eran visitados todas las semanas por inspectores, que lo hicieron cerrar
el negocio al descubrir que compraban ingredientes en el mercado negro.
Esta vez, Hidalgo pensaba tomarse una licencia en su trabajo en una
panadería del gobierno, en el que ganaba 11 dólares al mes, pero pronto
se dio cuenta que lo que quería hacer era manejar su propio negocio y
renunció a su empleo.
Hidalgo cobra el equivalente a 50 centavos de dólar por una pizza básica
pequeña de tomate y queso. Una grande con ingredientes adicionales
cuesta tres dólares, una fortuna en una isla donde el salario promedio
es de 20 dólares al mes.
Algunos economistas cubanos, reporta AP, dicen que los cambios que ha
habido podrían fracasar en parte porque los isleños no tienen suficiente
dinero para mantener los nuevos comercios. Muchos, no obstante, reciben
dinero del exterior y casi todos tienen algún negocito: o se roban
artículos en sus sitios de trabajo o realizan algún oficio o labor por
su cuenta.
Cuando se le pregunta de dónde sacan el dinero sus clientes, Hidalgo
sonríe. "Hay gente que vive de su salario y de la pensión, pero siempre
hay dinero que entra por otra vía", expresó, mientras sacaba una pizza
del horno y se secaba el sudor de la frente. "Si fuera por salario, la
gente estuviera en taparrabo en la calle".
Hidalgo y su novia dicen que hace un año deseaban emigrar, pero que el
negocio les hizo cambiar su perspectiva del país.
"Nos arriesgamos, confiamos en el país, en los cambios que va a haber",
declaró De la Noval al periodista de Prensa Asociada.
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