miércoles, 21 de noviembre de 2012

El andén vacío

El andén vacío



El deterioro mayor ha ocurrido en la mentalidad de los cubanos, para

quienes el ferrocarril ha dejado de ser el transporte interprovincial

por excelencia.



Cortesía de Yoani Sánchez

noviembre 21, 2012



La pequeña estación de trenes bulle de vida desde bien temprano. Los

estudiantes pasan con los uniformes ajustadísimos y un vendedor de

periódicos anuncia el aburrido Granma de cada día. Hay cucuruchos de

maní, dependientes que ofrecen refrescos y varias personas que han

dormido toda la madrugada sobre cartones en el suelo. El lugar –a pesar

de su insignificante arquitectura– podría ser una terminal de

ferrocarril en cualquier ciudad del mundo. Sólo que algo falta en la

escena, algo brilla por su ausencia: no se ve ni un solo tren. Los

rieles están vacíos y no se divisa ninguna locomotora, ni siquiera se

oye su silbato en la distancia. A media mañana llegará renqueante un

solitario coche motor que aún tiene pintadas en el costado las siglas DB

(Deutsche Bahn). Los pasajeros lo abordaran con desgano, aunque algún

que otro niño todavía saludará sonriente desde la ventanilla.



Cuba tuvo el primer ferrocarril de Iberoamérica, que se inauguró

justamente en un noviembre como éste pero de hace 175 años. El tramo La

Habana-Bejucal se creó una década antes de que España –la entonces

metrópoli- pusiera a funcionar los trenes en su propio territorio. Pero

no es solamente cuestión de fechas, sino que en esta Isla las líneas

férreas vinieron a encajar en la geografía nacional como una espina

dorsal de la que partían infinitos ramales. La vida de muchos pueblitos

empezó a medirse temporalmente entre la llegada de un vagón y otro,

entre los arribos y las partidas que aparecían en la pizarra de cada

estación. La cotidianidad olía a ese "aroma" que surge de la fricción

entre el metal de las ruedas y el de los rieles. Pero de aquel

protagonismo ferroviario poco queda hoy. Un día dijimos adiós desde el

andén al último tren donde nos sentimos a gusto y a partir de ese

momento subirnos en otro fue una experiencia incómoda, difícil, angustiosa.



Aunque en el último año se han llevado a cabo labores de reparaciones de

vías y aumentó en más del doble la mercancía trasladada a través de

ellas, el daño sufrido por el ferrocarril cubano es de una gravedad que

no se puede cuantificar en números. El problema principal no es la falta

de puntualidad en las salidas, los vagones deteriorados, ni los baños

tan sucios que ya ni siquiera se pueden llamar servicios sanitarios.

Tampoco el robo sistemático a las pertenencias de los viajeros, el

maltrato de muchos empleados a los clientes, la cancelación constante de

salidas o la alarmante falta de seguridad vial que se expresa en

frecuentes accidentes. El deterioro mayor ha ocurrido en la mentalidad

de los cubanos, para quienes el ferrocarril ha dejado de ser el

transporte interprovincial por excelencia. Esos millones de personas que

ya no miden el ritmo de su vida por el silbato de una locomotora, que ya

no saludan con orgullo desde la ventanilla de un vagón. A la manida

escena del beso de despedida en un andén, del pañuelo batiendo desde el

apeadero, le falta desde hace décadas el protagonista principal: un tren

a punto de partir, una larga serpiente de hierro dispuesta a recorrer la

espina dorsal de esta Isla.



http://www.martinoticias.com/content/cuba-ferrocariles-camaguey/16836.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario