martes, 2 de julio de 2013

Louis Vuitton en un chinchal de La Habana

Louis Vuitton en un chinchal de La Habana

Casas, salones, pasillos, cuartos, garajes; con algo de imaginación

cualquier espacio es transformado en un gran centro comercial.

Juan Juan Almeida

julio 01, 2013



Hace ya tanto tiempo, que apenas recuerdo, cuando fué que escuché por

primera vez la frase "División Social del Trabajo" como concepto. Ese

que describe el surgimiento y la separación de los distintos tipos de

trabajo en una misma sociedad.

Un fenómeno que – según los ilustrados - contribuyó a elevar la

productividad, crear la propiedad privada y la sociedad de clases. Amos

y esclavos, señores y siervos, patrones y asalariados.



Todo esto sucedió de forma natural. Las tareas, originalmente,

comenzaron dividiéndose por sexo o por grupos de edades. Después surgió

la distancia entre agricultores y ganaderos; y más tarde la de aquellos

que, sin producir insumos básicos, se dedicaron a construir cosas

necesarias, herramientas indispensables y servicios utiles. Luego, para

cerrar ese gran ciclo mercantil capaz de enlazar productores y

consumidores, aparecieron los comercientes y/o los mercaderes.



Con el paso de los años, esa misma división separó la economía en

sectores (industria, construcción, agricultura, transporte,….) y en

ramas de la producción como la industria ligera, la construcción de

maquinaria, la metalurgia, la horticultura, etc.



Parecería mentira; pero en la Cuba de hoy, la división del trabajo ha

estado, poco a poco, respondiendo a esa misma secuencia que tanto se

repite en la historia. Elección, herencia, necesidad, casualidad,

permisibilidad, circunstanciabilidad y moda.



Imposible olvidar que durante un largo período de tiempo, todo el que

tenía un auto, donde me incluyo, soñabamos con trasvestirnos en

taxistas. Doctores, ingenieros, artistas, abogados, sepultureros,

dirigentes, militares, policias o ambulancieros. Todos, porque llegar a

un lugar y decir "Soy taxista particular" era similar a gritar "Llegó

Napoleón, o Josefina Bonaparte".



Por supuesto, las cosas han cambiado y hoy, al menos en la illusión, el

nuevo furor del cubano es comprar mercadería barata, poner una tienda y

entrar al casi aristocrático giro de la venduta nacional.



Casas, salones, pasillos, cuartos, garajes; con algo de imaginación

cualquier espacio es transformado en un gran centro comercial.



Centro Habana, por ejemplo, es ahora lo más parecido al Gran Bazar de

Estambul; demasiada mercancía para poco comprador.



En la otrora calle Monte no queda pedazo de portal deshabitado, en todos

hay un mostrador (al que llaman showroom) donde se puede comprar ropa

barata (o de marca falsificada), pasta dental, tubería usada, café con

leche, o talco industrial.



Por lo general, estos locales se abastecen por el cuasi noble actuar de

varios batallones de niños que se dedican a robar; de empleados

estatales que por no desentonar le entraron gustosos al arte del hurto

oficial; delincuentes que asaltan turistas; extranjeros que viajan a

Cuba en plan de abaratar sus costos; cientos o miles de cubanos que hoy

integran la nueva legión española; y, no pueden faltar, otros cientos de

exiliados que por política (comercial) decidieron emigrar y hoy

recuerdan la canción "A la escuela hay que llegar puntual"



Pero claro, cada regla tiene su excepción; también hay señores

empresarios que sutiles, como la tentación, y suave como el danzón,

hacen diana en La Habana. A un costado de la esquina donde convergen las

conocidas avenidas 41 y 42, en el municipio Playa, hay más que tienda,

salvando las enormes diferencias, que un tiendón surtido de Sarriá-Sant

Gervasi, el barrio o distrito más chic de Barcelona.



Este singular chinchal que a ojos vista parece algo cutre, esconde a

Roberto Cavalli, Jimmy Shoo, Michael Kors, Louis Vuitton; y todas las

marcas famosas que, como sinónimo de gusto exquisito y estudiada

distinción, ocupan altas posiciones en el hit parade del Prêt-à-porter

nacional.



Nada, que para encontrar la verdad, hay que aumentar la creatividad.



Source: "Louis Vuitton en un chinchal de La Habana" -

http://www.martinoticias.com/content/article/23976.html

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