jueves, 31 de julio de 2014

La burocracia como chivo expiatorio

Burocracia, Cambios, Raúl Castro



La burocracia como chivo expiatorio

No es que en Cuba existan muchos burócratas, como lo dijo Fidel y lo

repite Raúl, sino que el país carece de ellos

Redacción CE, Madrid | 30/07/2014 5:18 pm



A pesar del espaldarazo que representan los 39 acuerdos de cooperación,

firmados en La Habana por los presidentes de China y Cuba, el gobierno

cubano continúa encarando un problema fundamental en su plan de

"actualización" del modelo económico: la enorme burocracia. Pero qué se

entiende realmente por "burócrata". Es realmente esa "burocracia mala"

la causante de buena parte de los males económicos de Cuba, o por el

contrario: el problema radica precisamente en la ausencia de una

verdadera "burocracia buena", y cuál sería esta. Ante todo, es necesario

volver a señalar lo que representa, a los fines del estancamiento

productivo que afecta a la nación cubana, esa clase enquistada en el

poder, así como las denuncias al respecto —que en muchos casos emanan no

solo del alto mando en el poder sino de quienes quieren preservar el

llamado "sistema socialista"—, ver las limitaciones de estas críticas y

tratar de alcanzar una verdadera formulación del problema, como un

avance imprescindible pero no suficiente, en la búsqueda de su solución.

Raúl Castro ha pasado por alto un paso fundamental para la puesta en

práctica de sus cambios —calificados por otra parte de lentos, breves e

insuficientes— y es el desmantelar, al menos parcialmente, el aparato

burocrático que por naturaleza se opone a cualquier medida que limite o

elimine sus privilegios.

La burocracia china no opuso resistencia cuando el presidente chino Deng

Xiaoping comenzó el proceso de reformas tras la muerte de Mao, y ocurrió

una suerte de "purga no violenta" entre los cuadros tradicionales del

Estado y del Partido Comunista, como se explica en un artículo publicado

en este portal.

"Esto ha sido muy importante. Si se quiere implementar una serie de

reformas, hay que garantizar que la burocracia estatal va a sumarse a

este proceso y no va a poner obstáculos", sostiene Ariel Armony,

director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami.

Raúl Castro, por su parte, tras asumir el mando en 2006, incorporó a sus

viejos compañeros de lucha al alto gobierno, en lugar de renovar los

cuadros.

En Cuba desde hace varios años subsisten dos modelos económicos: uno

fundamentado en la propiedad privada y otro tradicional, que se sustenta

en los medios de producción estatales.

Con un éxito relativo, el régimen de La Habana ha logrado mantener

separadas estas dos esferas hasta cierto punto, con una estrategia

primero dirigida tanto a reducir el sector de producción privada

nacional, autorizada durante el llamado "Período Especial", y permitir

su crecimiento posteriormente, pero limitado a ciertos sectores

fundamentales para la satisfacción de un número de necesidades

apremiantes a la población, pero imposibilitadas de su natural

crecimiento, que las convertiría en empresas de peso dentro del

desarrollo económico, y por lo tanto les brindaría la posibilidad de

adquirir poder social y político. Al mismo tiempo, se ha desarrollado un

plan destinado a concentrar la inversión extranjera y las empresas

conjuntas con capital privado (extranjero) a un número reducido de

grandes corporaciones en sectores que, siendo fundamentales a la hora de

obtener ingresos, pueden ser mantenidos hasta cierto punto "aislados" de

la población en general. Si bien es cierto que la nueva ley de

inversiones extranjeras amplía sustancialmente el campo de desarrollo

empresarial, todavía está por verse su puesta en práctica y sus resultados.

Las principales víctimas de esta estrategia han sido tanto el

cuentapropista como el pequeño empresario extranjero. La estrecha

colaboración con el gobierno venezolano ha sido un factor clave en

lograr este objetivo. La posibilidad de la desaparición de la cuantiosa

ayuda proveniente de Caracas es una de las razones fundamentales para la

expansión de las posibilidad de inversión extranjera.

La solución adoptada, sin embargo, encierra una debilidad que sin

hacerse pública subyace en todo el replanteamiento de la situación del

país que en la actualidad se lleva a cabo. El reconocimiento de que Cuba

no ha salido del Período Especial, como ha hecho el propio gobernante

Raúl Castro, es un llamado a volver a enfrentar el problema.

Hablar de la situación actual en la Isla implica el reconocimiento de

que se han producido cambios en la Isla. No todos esos cambios han sido

dirigidos por el gobierno, sino algunos han sido más o menos espontáneos

y otros tolerados hasta el momento. No por ello son menos importantes.

Uno de los principales es precisamente que se ha detenido el proceso de

"vuelta atrás" en que estaba empecinado el gobernante Fidel Castro

durante los últimos meses antes de verse obligado a delegar el poder por

razones de salud.

Otro es el de permitir, dentro de determinados moldes, la formulación de

críticas y las opiniones en favor, precisamente, de "reformas".

El tercero, y no menos importante, es el intento aún limitado de limitar

la esfera burocrática nacional. Sin embargo, es precisamente aquí donde

radica un talón de Aquiles fundamental, incluso dentro de la estrategia

del propio gobierno.

En esta disminución del aparato burocrático —incluso anticipada en

cierta forma por el propio Fidel Castro— radica una contradicción

fundamental a la que se enfrenta Cuba y por la que pasaron la

desaparecida Unión Soviética y los países de Europa del Este antes de

que desapareciera el socialismo en ellos: al igual que el sector privado

crece de forma "espontánea" y más allá de lo previsto cuando se

posibilita la menor reforma, la burocracia —que es también resultado

espontáneo y natural de la economía socialista— aumenta a pesar de los

sinceros esfuerzos por reducirla.

En la práctica son dos modelos de supervivencia en competencia.

Las economías socialistas clásicas, anteriores a cualquier proceso

reformista, combinan la propiedad estatal con la coordinación

burocrática, mientras las economías capitalistas clásicas combinan la

propiedad privada con coordinación de mercado.

Uno de los aspectos negativos de la mezcla de ambos sistemas en una

misma nación es el aumento del desperdicio de recursos. Mientras que un

sector privado vive constantemente amenazado en un sistema socialista,

al mismo tiempo se beneficia de un aumento relativo de ingresos al poder

fácilmente satisfacer necesidades que sector estatal no cubre, pero

estos artesanos o propietarios de restaurantes no tienen un mayor

interés en cultivar a sus clientes y tampoco en acumular riqueza y

darles un uso productivo, debido a que la existencia prolongada de su

empresa es bastante incierta, sino que en la mayoría emplean sus

ingresos en un mejoramiento de su nivel de vida mediante un consumo

exagerado. Esta actitud y conducta no difiere de la del burócrata que

sabe que sus privilegios y acceso a bienes y servicios escasos dependen

de su cargo.

Si bien la propiedad estatal y privada pueden coexistir dentro de la

misma sociedad, en los ambientes político, social e ideológico de los

países de socialismo reformista ésta es una simbiosis incómoda plagada

de aspectos imprácticos.

A este problema se enfrenta el gobernante Castro, al tratar de busca una

mayor eficiencia en la economía nacional.



La burocracia y sus críticos

Tanto el limitado sector privado como el amplio sector de economía

estatal están en manos de personas que conspiran contra la eficiencia

por razones de supervivencia. La fragilidad de un socialismo de mercado

es que su sector privado, si bien en parte está regulado por el mercado,

en igual o mayor medida obedece a un control burocrático.

Por su parte, este control burocrático lleva a cabo muchas de sus

decisiones a partir de factores extraeconómicos: políticos e ideológicos

principalmente, en el caso de Cuba.

Una solución parcial a este dilema sería aumentar el papel del mercado y

concederle mayor espacio a las actividades legales, de forma legal y

dejando la vía abierta a la competencia y la iniciativa individual. Solo

que entonces, el éxito en el mercado tendría un valor superior a la

burocracia.

Analistas afines al gobierno cubano han alertado sobre este problema:

"En el contexto de difíciles condiciones económicas, de escaseces y de

necesarias transformaciones en el modelo económico para eliminar

distorsiones como el igualitarismo o las llamadas plantillas infladas,

de no ser consistente y radical el enfrentamiento al burocratismo,

existe el riesgo de que se produzca una cierta impunidad burocrática,

que sume descontentos en la población. Asimismo, puede propiciar

estrangulamiento de la iniciativa popular y alimentar la apatía ante lo

que pudiera considerarse como irremediable, con tendencia a lo que el

argot popular ha llamado 'no coger lucha pues nada se va a resolver'",

ha escrito Olga Fernández Díaz, en Rebelión.

"En la Cuba de hoy estamos ante un dilema, porque cuando esa enfermedad

[la burocracia], pasa al cuerpo del estado socialista, sus efectos

pueden ser fatales, los síntomas se extienden con rapidez y lo frenan

todo, inmovilizan, detienen, ralentizan. La burocracia es enemiga de

cualquier cambio porque este significa una mengua de sus pequeñas,

medianas o grandes cuotas de poder", señala Raúl Antonio Capote en

CubaSi.cu.

También críticos moderados del castrismo han señalado el efecto

perjudicial de la burocracia, y se han servido de esa critica como

justificación del sistema:

"Si Cuba no tiene hoy una mejor conexión a Internet no es por 'el

bloqueo de los americanos' ni porque 'los comunistas limitan la libertad

de información', sino por un enemigo mucho más poderoso: los burócratas

corruptos", escribe Fernando Ravsberg en Havana Times.

En un artículo de Pedro Campos Santos, que hace referencia a las

reuniones para informar del nuevo impuesto sobre los ingresos no

declarados en divisas, la resolución 277/2007, el analista señala que

"es un asunto de fondo en la sociedad cubana actual, de supervivencia de

la Revolución: acabamos con el burocratismo y la corrupción o estos

fenómenos acabaran con nosotros. Se trata de la concepción del

socialismo visto como capitalismo de estado, que sólo debe ser parte

inicial del proceso, para el cual los trabajadores son asalariados,

generadores de ingresos, productores de ganancias, igual que en el

capitalismo, solo que ahora no para un capitalista individual, sino para

el estado 'bienintencionado y buen repartidor', que le permita a su

aparato burocrático concentrar fondos para su acumulación centralizada

en función de 'sus planes', no discutidos, compartidos ni aprobados por

los trabajadores y el pueblo".

La característica común de trabajos tan diversos, con autores tan

variados, es que al tiempo que se señala el problema, la solución que se

prefiere es un supuesto "control obrero", idealizado pero imposible de

alcanzar, o la extirpación de un mal que se considera generado por el

sistema pero ajeno a la esencia del mismo.

La realidad transita por otros caminos: si bien el fenómeno de la

burocracia no es único del socialismo, al igual existe en el

capitalismo, esa "burocracia" negativa, que el propio régimen cubano ha

criticado en múltiples ocasiones —de la cual se considera a Ernesto

"Che" Guevara como uno de sus críticos más acérrimos y al que en un

momento determinado se le dedicó incluso una película— es consecuencia

de un centralismo excesivo, la acumulación de un poder económico

desorbitado por parte del Estado y la valoración no solo de la fidelidad

política sino del entreguismo y la complacencia por encima de las

capacidades administrativas.

El burócrata es culpable de gran parte de los males que afectan a la

economía cubana, según Raúl Castro. La burocracia limita que la

"actualización" del supuesto modelo socialista cubano avance con mayor

prontitud. Eso es lo que se desprende de los discursos del gobernante,

pero sobre todo de la prensa oficial de la Isla. Sin embargo, cabe

preguntarse cuánto beneficia al país, e incluso al propio régimen —más

allá de tener a mano un socorrido chivo expiatorio— esta apelación

constante a un culpable que, en última instancia, ni siquiera existe

como tal.



Burócratas buenos y malos

La famosa lucha contra el burocratismo es un cuento de décadas en Cuba.

Fue un recurso muy conveniente en manos de Fidel Castro, que siempre

estableció una dualidad deforme a la hora de abordar el asunto: mientras

que para alcanzar cualquier cargo público —incluso el de cuidador del

farol de la esquina— se exigían una serie de requisitos políticos, a la

hora de juzgar al funcionario este aparecía como un extraño sujeto ajeno

al aparato político.

La figura de servidor público, lo que es en realidad un burócrata, no

existía en la Isla —y parece que aún no han llegado a la comprensión de

este concepto— y todo se limitaba a mencionar al "compañero" cuando

estaba en buenas y al "burócrata" cuando le tocaba la mala.

Este tratamiento resultaba esencial en Fidel Castro, por su afán de

gobernar desde el caos, pero ahora que Raúl lleva unos cuantos años al

mando, poco se ha hecho para revertir el problema, aunque en principio

el ideal del actual mandatario es establecer un sistema eficiente de

control y mando.

Uno de los errores del régimen cubano es no admitir de forma amplia y

pública la renuncia al ideal político a la hora de administrar el país,

y devolver al concepto de burocracia la acepción que le daba Max Weber,

al considerar que en los estados modernos existen dos tipos de

funcionarios: los administrativos y los políticos.

El funcionario burocrático debe desempeñar sus tareas de manera

imparcial, mientras que el dirigente político debe tomar partido y

mostrarse apasionado.

Una "rutinización" de la política convierte a las resoluciones de

gobierno, en lo que se refiere a la mayor parte de los asuntos de

administración nacional, en decisiones de rutina administrativa, que se

llevan a cabo de acuerdo a patrones establecidos, los cuales cumple un

funcionario de forma burocrática, y que son fundamentalmente ajenos a

las demandas de la acción política.

De esta forma, un político se reduce a un administrador que gobierna con

honradez un país, una provincia o una ciudad, y que se limita a cumplir

con eficiencia un horario normal de trabajo y luego se retira a la

tranquilidad del hogar como un ciudadano cualquiera.

En la vida diaria, el protagonismo político pierde grandeza, se

transforma en actividad cotidiana.

Nada más lejos de ese ideal que la actual situación cubana y la forma en

que Raúl Castro dirige su gabinete. El caudillismo mesiánico de Fidel

Castro ha sido sustituido por el compadraje.

Si Hannah Arendt se refería a la banalización del mal, en el sentido de

que quienes enviaron a morir a millones de judíos no fueron entes

diabólicos de existencia única sino simples funcionarios, también

podemos hablar de una banalidad del poder, que se da a menudo en quien

tiene un cargo y lo desempeña de forma autoritaria e inescrupulosa,

sometiendo a quienes le rodean a un pequeño reino del terror.

El caudillismo constituyó uno de los fundamentos ideológicos del régimen

de Fidel Castro y de la actitud "militante y combativa" exigida a sus

ciudadanos. Con Raúl este caudillismo se ha transformado parcialmente en

la mentalidad de patrono inmisericorde, que rige la conducta de los

tantos que desempeñan puestos administrativos en instancias

gubernamentales y empresas. Pero en todos los casos, del control de un

país a la gerencia de una empresa, el poder aún se ejerce de forma

caprichosa y personal. El barniz autoritario, que busca sustituir el

totalitarismo y permite ciertos espacios de mayor libertad económica, no

puede desprenderse de la irracionalidad que impide gobernar de forma

imparcial.

No es que en Cuba existan muchos burócratas —como lo dijo Fidel y lo

repite Raúl—, sino que el país carece de ellos. No se trata de una

cuestión retórica ni de un aspecto sociológico. Es una prueba más de la

ignorancia de quienes gobiernan la Isla.



Source: La burocracia como chivo expiatorio - Artículos - Opinión - Cuba

Encuentro -

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-burocracia-como-chivo-expiatorio-319511

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