Raúl Castro en su cuarto aniversario
Las insuficiencias y limitaciones, acompañadas de una lentitud
extraordinaria en la adopción de medidas complementarias, hacen que se
agraven los problemas que afectan la economía y la sociedad en su conjunto
Oscar Espinosa Chepe, La Habana | 02/03/2012 10:09 am
El general Raúl Castro cumplió cuatro años como presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros el 24 de febrero. Esto sucedió después
de más de un año de sustitución provisional a Fidel Castro, por la
enfermedad de éste en julio de 2006. Los resultados de su gestión
presidencial, ya cercana a seis años, es tema de debate entre quienes
señalan que en Cuba no ha cambiado nada, y quienes con matices afirman
que han existido determinados cambios en la sociedad cubana.
Es indiscutible que el régimen cubano mantiene su esencia totalitaria, y
que los llamados del Presidente a trabajar con sentido crítico y
creador, sin anquilosamientos ni esquematismos, dejando atrás falsas
unanimidades, han quedado en palabras, sin sustanciales avances. Si
alguien tenía dudas al respecto, a fines de enero la Conferencia del
PCC, se encargó de disiparlas con la reafirmación de los dogmas del
pasado y la vocación anti-democrática de quienes por 53 años han
detentado un poder omnímodo. Sin embargo, no puede negarse que ha habido
cambios de carácter económico y, en mucha menor medida, en conceptos,
que por ser absolutamente insuficientes y carentes de una visión
integral no han sacado al país de la crisis, e incluso es evidente que
algunos de los más delicados problemas de carácter económico, político,
social, lejos de frenarse han continuado profundizándose de forma peligrosa.
Ciertamente se han entregado tierras en usufructo, ampliado el trabajo
por cuenta propia, comenzado la reorganización de la fuerza de trabajo
empleada por el Estado, levantado la prohibición a la iniciativa privada
para contratar personal, autorizado el pago por el resultado del trabajo
y la compraventa de viviendas y autos, flexibilizado la política
crediticia al sector privado y eliminado trabas para favorecer las
relaciones comerciales entre los sectores estatal y privado, así como
otras medidas de menor calado como la venta de computadoras (sin el
libre acceso a Internet) y equipos electrodomésticos, el uso de
teléfonos móviles y el alojamiento de nacionales en los hoteles para el
turismo extranjero.
Pero todos esos pasos han estado signados por prohibiciones y
condicionamientos que no permiten el desarrollo urgentemente necesario
de las fuerzas productivas. El trabajo por cuenta propia está cargado de
altos impuestos, diseñados para que las personas con sus iniciativas
solo puedan obtener medios para sobrevivir, sin la opción de acumular
recursos para hacer crecer los negocios. Se añade la persistente
inexistencia de un mercado mayorista y prevalece una mentalidad de
rechazo a la actividad individual, aunque se diga lo contrario.
En la agricultura, si bien existe una fuerte corriente de opinión, en la
que participan altos funcionarios, sobre la necesidad de modificar el
Decreto-Ley 259 sobre la entrega de tierras ociosas en usufructo, no se
acomete ninguna transformación. Aun ni siquiera se permite que los
usufructuarios puedan construir sus viviendas y otras instalaciones en
las áreas recibidas, y se mantiene el desmotivador plazo de utilización
por solo 10 años y la poca cantidad de tierras a cultivar, mientras
todavía existe superficie agrícola baldía o deficientemente cultivada. A
su vez los campesinos siguen sin tener acceso a los recursos necesarios
para explotar la tierra, y a pesar del paso positivo de permitir la
venta directa a las entidades turísticas a precios de oferta y demanda,
a través de las "cooperativas" —como nueva forma de control—, continúan
los asfixiantes y deficientes mecanismos del acopio estatal, con sus
precios arbitrarios, para la comercialización al mercado interno. Esa
dicotomía turismo-mercado nacional podría fomentar la preferencia por la
venta a los hoteles y centros de recreación para los extranjeros, en
detrimento de los suministros para la población.
También las insuficiencias y limitaciones, acompañadas de una lentitud
extraordinaria en la adopción de medidas complementarias, hacen que se
agraven los problemas que afectan la economía y la sociedad en su
conjunto. Así, se incumplen hasta los planes priorizados por el Gobierno
y los problemas continúan en aumento. La reestructuración de la fuerza
laboral, una de las principales tareas a realizar, se ralentiza; la meta
de reubicar medio millón de trabajadores hasta abril de 2011 fue
incumplida, y a finales de ese período solo pudieron liberarse 140.000
trabajadores, según estimados extraoficiales, augurándose que 2012 solo
alcance a 170.000. Eso ha incidido en que el millón trecientas mil
personas consideradas sobrantes en las empresas estatales, que el
cronograma original planteaba reubicar en tres años, se ha extendió a
cinco años. Sin embargo, la lentitud del proceso muestra que
difícilmente el nuevo período establecido será suficiente para realizar
la tarea, si persisten las concepciones prevalecientes hasta el momento.
Asimismo, la prometida reestructuración de los organismos centrales del
Estado no acaba de completarse, con lo cual prosigue el pesado lastre
burocrático, sus enormes costos y la alta dosis de ineficiencia que
provoca con su gestión altamente centralizada.
Resulta evidente que el Gobierno, ante la imposibilidad de reubicación
del personal sobrante, ha optado por abandonar sus planes de despidos.
Este frenazo es consecuencia de que la iniciativa privada permitida ha
estado atada por restricciones que no propician el crecimiento de la
demanda de fuerza de trabajo. Había 357.663 cuentapropistas hasta
noviembre pasado —según fuentes oficiales— pero el 66 % eran personas
sin vínculo laboral anterior, y alrededor del 16 % son jubilados, lo que
muestra que la posibilidad de empleo para las personas despedidas ha
sido limitada, como consecuencia de que los mecanismos y el concepto de
que no puede haber "concentración de riqueza" impiden el florecimiento
de negocios privados y, por consiguiente, la creación de puestos
laborales. En esas condiciones, es prácticamente imposible el
surgimiento de empresas medianas y pequeñas (PYMES), en un contexto en
que hay que entregar la mitad de los ingresos personales —deducido el
porciento de gastos fijados por el Estado— a partir de 50.000 pesos y
los niveles de impuesto por la utilización de fuerza de trabajo a partir
de la contratación de 10 personas resulta tan elevado que puede llegar a
ser superior que el salario pagado.
También otros frenos, como la falta de un mercado mayorista,
imposibilitan el avance de la iniciativa privada y la formación de
fuentes de empleo en las dimensiones requeridas por el país. Como
resultado, continuarán las plantillas infladas que impiden la
reorganización de los centros de trabajo, el incremento de la
productividad y la elevación del salario real, que sigue deteriorándose
aceleradamente. En 2011, el salario medio mensual nominal creció un 2,2
%, mientras los precios en los mercados de productos agropecuarios
aumentaron un 19,8 %, según informó la Oficina Nacional de Estadísticas.
También se elevó el precio de la electricidad a partir de determinados
consumos, con una escala de incrementos que van de 15,3 % a 184,6 %, y
se multiplicaron varias veces los precios de los productos sacados del
sistema de racionamiento, como los artículos de higiene y limpieza.
Aunque el Gobierno no ha informado la inflación del año, debe haberse
elevado a un porcentaje de dos dígitos, reforzándose la tendencia a la
disminución del salario real, que era en 2010 inferior en 30 % al
existente en 1989, según análisis de académicos residentes en Cuba y en
el exterior.
En los alimentos ha fracasado el esfuerzo del Gobierno por disminuir la
dependencia de las importaciones, a pesar de que se han entregado en
usufructo más de 1,3 millón de hectáreas de tierras ociosas. En 2011 se
gastaron más de 1.700 millones de dólares, sobre alrededor de 1.500
millones en 2010, y todo hace indicar que en 2012 pudieran crecer las
compras en el exterior. Los primeros meses del año ha habido
desabastecimiento y precios sumamente altos de los productos del agro en
el mercado interno. Ya se conoce que la producción de papa será inferior
a la precedente, pudiendo ser la peor en muchos años. La zafra azucarera
presenta demoras en provincias cruciales, con posibles complicaciones si
las lluvias de primavera se adelantan. Resulta inconcebible que sigan
gastándose tantos recursos financieros en la compra de alimentos en el
exterior, pero no se destinen mayores fondos para ofertar a los
campesinos medios para producir. Además, la situación de los alimentos
se complica por el incremento de sus cotizaciones en el mercado
internacional. Irónicamente, el azúcar se mantiene con altos precios, en
un entorno de 25 centavos libra, por lo que si Cuba contara con
excedentes, tendría enormes beneficios.
En las inversiones tampoco se aprecian avances. Por el contrario, se
refuerzan las tendencias de descapitalización presentes desde inicio del
Período Especial. La Formación Bruta de Capital Fijo no rebasa
actualmente el 10 % del Producto Interno Bruto, lo que es inferior al 50
% del promedio de América Latina y el Caribe. Una situación difícil de
resolver, dada la casi nula disposición de recursos financieros para
modernizar y desarrollar la atrasada economía cubana, a lo que se agrega
la inseguridad existente para la inversión extranjera. Como señalara la
Dra. Alicia Barcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL), en una reciente visita a
la Isla, las inversiones constituyen un puente entre el presente y el
futuro de las naciones. En Cuba este nexo es virtualmente inexistente, y
ni siquiera posibilita hoy la reposición de los bienes amortizados, en
un viaje sin escalas hacia el pasado.
Paralelamente, no ha variado el panorama de la dualidad monetaria, con
sus nefastas consecuencias económicas y sociales. La "progresiva,
gradual y prudente valoración del peso cubano", anunciada hacía tiempo y
ratificada por Raúl Castro en su discurso de investidura el 24 de
febrero de 2008, no se ha visto por ninguna parte. Al mismo tiempo, el
racionamiento sigue vigente, aunque algunos productos han sido liberados
del sistema, junto a la proliferación de mercados diversos tipos de
precios y monedas de pago diferentes. Tanto el problema de la divisa
como el racionamiento no podrán resolverse con tímidas medidas, que se
quedan a mitad de camino y carentes de una visión integral. Si se
compara con las reformas aplicadas en China y Viet Nam en igual espacio
de tiempo, lo realizado en Cuba es mínimo. Por ello no debe extrañar que
los resultados económicos en esos países fueran altamente superiores en
los primeros años de las reformas a lo obtenido por Cuba.
En el aspecto político, los avances han sido mínimos, aunque el
Presidente en más de una ocasión ha subrayado su vocación a favorecer el
diálogo y no temer a las discrepancias. Es cierto que el estilo ha
cambiado. Vivimos en una sociedad con menos agitación política: los
horarios de la televisión se cumplen y se han reducido notablemente las
marchas, contramarchas y mítines que ahogaban a la ciudadanía. Incluso
algunos intelectuales pueden reflejar sus críticas a niveles impensables
antes de julio de 2006. Con muchas limitaciones han comenzado a aparecer
ciertos espacios de debate. Escritores y artistas con obras críticas al
sistema imperante salen y regresan, en un ambiente de semitolerancia. El
propio Raúl Castro públicamente en ocasiones ha realizado diagnósticos
realistas sobre la difícil situación nacional, reconociendo que el país
está ante el precipicio y es necesario emprender transformaciones
estructurales y de concepto, criterios que junto a los cambios
efectuados —con todas sus conocidas limitaciones— representan una
mentalidad más pragmática, a la que existió hasta julio de 2006.
Sin embargo, continúa la represión, con otro estilo, y siempre existe el
peligro de que se pueda regresar a los peores momentos del pasado.
Usualmente las detenciones de los disidentes son de corto plazo y se
mantiene el viejo método de los mítines de repudio y los grupos
paramilitares para acosar a las personas que defienden sus derechos a la
libertad de expresión y reunión. Prisioneros políticos han sido dejados
morir durante huelgas de hambre, lo cual indica la prevalencia de altos
índices de insensibilidad e intolerancia en el régimen.
Igualmente ha resultado contradictoria e indefendible la política
exterior desarrollada en los últimos años. En vez de aprovechar la
presencia en la Casa Blanca de una Administración dispuesta a dialogar y
encontrar soluciones, que ha dado muestras de buena voluntad para
encontrar caminos hacia la normalización de las relaciones, se ha hecho
todo lo contrario manteniéndose una retórica agresiva que solo ha
contribuido para brindar argumentos a los enemigos del entendimiento en
Estados Unidos, atándole las manos al Presidente Obama para continuar
con sus gestos de amistad hacia el pueblo cubano. De ello habla la
absurda defensa de cuanto régimen tiránico existe en el planeta, en una
cerril política anti-norteamericana. A esto se agrega la incomprensible
actitud de mantener en prisión al contratista Alan Gross por haber
introducido en Cuba artefactos electrónicos, en su mayoría adquiribles
al detalle en cualquier parte del mundo, para ser entregados a miembros
de la comunidad judía, hecho que únicamente ha servido para paralizar el
mejoramiento de las relaciones.
Por otra parte, mientras se califica oficialmente a la prensa cubana
como aburrida y poco original, nada cambia en la práctica, y persiste el
secretismo, el ocultamiento y la tergiversación de los hechos en los
órganos de información. Se han eliminado las "batallas de ideas", los
trabajadores sociales, los maestros emergentes y los integrales, las
escuelas en el campo, y se ha introducido cierta racionalidad, pero
persiste el concepto totalitarista de mantener el poder absoluto sobre
los ciudadanos, reiterado en la Primera Conferencia del Partido
Comunista, efectuada en 28-29 de enero. Esa intención chocará cada vez
con mayor fuerza con las aspiraciones de un pueblo que clama por un
cambio radical de unas estructuras económicas, políticas y sociales
vistas como obstáculos a las ansias de progreso y bienestar. Los
diagnósticos correctos son necesarios, pero sin el tratamiento adecuado
y en tiempo, resultan baldíos.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/raul-castro-en-su-cuarto-aniversario-274548
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