La revolución de los coroneles
La necesidad de reformas económicas en Cuba no es un capricho del
General Raúl Castro por modernizar la isla. No. Es la opción, quizás la
única, de mantener la continuidad y conservar el poder.
Iván García
junio 29, 2012
¿Quiénes son los artífices de la reformas? A falta de información, ya se
sabe que debido al control riguroso de cifras y detalles, en Cuba hay
que aprender a leer en claves y entre líneas: sus nombres y rostros son
poco conocidos.
Pero se puede afirmar que mayores, tenientes coroneles y coroneles, son
en alto grado los diseñadores de la actual estrategia implementada por
sus caciques superiores.
Los cambios en Cuba, aunque sean solo en apariencias, no comenzaron en
2006 con la llegada al poder de Castro II. Tampoco se iniciaron en los
años duros de la década del 90, cuando la alta oficialidad pensó en
serio aprobar la 'opción cero' y repartir raciones de comida por los
barrios.
Quizás Felipe González y su asesor Carlos Solchaga estén orgullosos de
haber puesto su grano de arena para que un obstinado y numantino Fidel
Castro comprendiese que si no aplicaba fórmulas de mercado, su
revolución sería barrida por el viento.
Mucho antes, tecnócratas uniformados aplicaron y estudiaron reformas
económicas tomadas de otras latitudes. Y no precisamente de China. Años
después del sonado fracaso de la zafra de los 10 millones, especialistas
militares adquirieron experiencia de los métodos de trabajo en Japón. Se
les antojaba que Japón tenía ciertas similitudes con Cuba.
Apartando la increíble productividad y sentido de pertenencia de los
obreros japoneses a sus empresas, algo que no sucedía en Cuba, a los
sesudos de verde olivo les interesaban las condiciones que impulsaron el
desarrollo de un archipiélago sin recursos naturales, y que a golpe de
creatividad, apoyo financiero extranjero (sobre todo estadounidense) , y
la alianza del Estado con un grupo de familias conocidas como 'saibatzu'
auparon el despegue de la nación nipona en pocos años. Y después de ser
el único país del planeta en haber sufrido las consecuencias de un
impacto nuclear.
Y hacia allá viajaron. Los enviados militares contactaron primero con
empresarios de Toyota, NEC o Sony. Esa experiencia se vertió en diversos
estudios que aterrizaron en las oficinas de Raúl Castro y Julio Casas
Regueiro, entre otros jerarcas.
Luego serían sorpendidos por las reformas chinas de finales de los 70.
Mientras Fidel Castro ponía el grito en el cielo y acusaba a los chinos
de traición al socialismo, los tecnócratas tomaban notas en sus cuadernos.
Cuando ya era inminente la caída del telón de hierro , las empresas
militares poseían diversas fórmulas guardadas en la caja fuerte,
esperando para ser aplicadas en caso de peligrar el poder.
No es cierto que la desaparición del Muro de Berlín tomó de sorpresa a
los mandarines criollos. Sucede que el comandante único, quien siempre
ha sido muy desconfiado, mantenía a raya a los reformistas militares y
desechaba sus consejos por temor a compartir o ver menoscabado su poder.
La solución de su hermano Raúl fue atrincherarse. Y en un circuito
cerrado poner en práctica las fórmulas estudiadas durante años. Fueron
los militares los primeros en aplicar técnicas novedosas de pago,
negocios mixtos y marketing en las empresas militares o la compañía
turística Gaviota.
Después de las guerras en África, la alta oficialidad comprendió que el
nuevo campo de batalla estaba bajo sus pies. Y en cuanto el díscolo
Castro I se apartara, podrían aplicar una serie de reformas que les
permitiera mantenerse en el poder.
La diferencia esencial de Fidel Castro con su hermano Raúl es que al
primero le interesa el poder absoluto en tiempo real. Como él cree que
es inmortal, nunca ha pensado en el día después de su muerte.
Los coroneles desean el poder de manera perpetua. A Raúl Castro,
conspirador en estado puro, le gusta la idea. No es igual celebrar 50
años de revolución que hacer actos fastuosos por un siglo de gloria
castrista. Y hacia esa meta se enfoca. Ya antes de la enfermedad que el
31 de julio de 2006 apartara a su hermano del trono, Castro II tenía en
sus manos las riendas de la economía nacional.
Corporaciones verde olivo y sus coroneles como asesores han estado
infiltrados en las pocas empresas exitosas que captan divisas en la isla.
Con Fidel Castro fuera del campo, se amplió la cancha de juego. Y los
oficiales invisibles fueron haciéndose figuras públicas . Muchos son
poderosísimos, como Luis Alberto López Callejas, yerno del General.
Otros son especialistas en diversas materias y leales a Raúl Castro.
Dígase Marino Murillo, zar de las reformas, o Abdel Izquierdo, ministro
de Economía. Estos coroneles reciclados que sustituyeron los calurosos
trajes militares por guayaberas blancas, a día de hoy constituyen el
pilar fundamental de las actuales y futuras reformas en Cuba.
Son los encargados de poner en practicar y supervisar los principales
proyectos económicos: puerto del Mariel, hoteles en Varadero, campos de
golf, minas de oro, prospecciones petroleras o cotos de caza destinados
a turistas ricos. O las conversaciones secretas con emigrados cubanos
millonarios, deseosos de invertir en su país. En lo económico, los
coroneles empresarios tienen luz verde. Siempre que garanticen la
continuidad del poder .
Esta nueva revolución enarbolada por el General y trazada por sus
súbditos, pondría toda la carne en el asador. Negociaría un mejor trato
migratorio con la diáspora. Podría permitir mayores libertades
económicas a los ciudadanos cubanos. Daría participación en diversas
esferas a la iglesia católica. Incluso, si el zapato les aprieta ,
autorizarían el pago de salarios de las firmas extranjeras a sus
trabajadores.
Lo que por ahora no es negociable son las cuestiones políticas. En la
agenda no entra el diálogo con la disidencia. Tampoco permitirán ciertas
libertades políticas.
Estos tecnócratas negociarían directamente con Estados Unidos. Y a la
administración de turno le prometerían mantener la estabilidad interna,
combatir el tráfico internacional de drogas y mantener a raya el flujo
migratorio ilegal, algo que desde hace 18 años se viene haciendo en
cooperación con Estados Unidos.
Pero en cualquier proyecto pueden surgir imprevistos. En caso de ver
peligrar su poder, debido a coyunturas internas, las corporaciones
militares harían un reacomodo de fichas. Y a cambio de participación
política, podrían negociar con algún grupo opositor o con disidentes
menos 'conflictivos'.
El futuro de Cuba sin los hermanos Castro se decidirá dentro de 10 años.
Quizás menos. Y los empresarios militares querrán tener lo todo muy bien
atado.
Tomado de El blog de Iván García y sus amigos, publicado el viernes 29
de junio del 2012.
http://www.martinoticias.com/content/ivan-garcia-coroneles-revolucion-/12404.html
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