Los contratos en Cuba
Viernes, Septiembre 28, 2012 | Por Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -"Las relaciones económicas
entre las empresas, las unidades presupuestadas y las forma de gestión
no estatal se refrendarán mediante contratos económicos y se exigirá por
la calidad del proceso de negociación, elaboración, firma, ejecución,
reclamación y control del cumplimiento de los mismos como instrumento
esencial para la gestión económica", según el Punto 10 de los
Lineamientos de la Política Económica y Social, aprobados en el VI
Congreso del Partido Comunista.
Parece que este "buen deseo" no se cumple en ningún sentido. Los
contratos que se están firmando no poseen el suficiente valor jurídico
al no contener las obligaciones y responsabilidades de las Partes, ni
las penalidades por incumplimiento, ni lo referente a los recursos y
servicios a recibir por los productores para poder cumplir lo pactado,
entre otras cuestiones, de acuerdo con lo reconocido por el periódico
Granma en un artículo publicado el 10 de septiembre. En muchas
ocasiones Acopio no recoge las "producciones contratadas", y en un gran
porcentaje los campesinos tampoco entregan lo pactado en los contratos
dadas sus características unilaterales e imposiciones, en los cuales
están predeterminados hasta los precios a pagar por los artículos
entregados, por lo regular por debajo de los existentes en el mercado e
insuficientes para los gastos en que incurren los productores para
adquirir en el mercado libre los insumos no asegurados por el Estado.
Todo ello agravado por las enormes demoras de las entidades estatales en
cumplir con sus compromisos de pago a los campesinos e incluso entre
ellas, lo cual se debe esencialmente a la indisciplina, insolvencia
financiera y descontrol que imperan en la economía nacional.
El fracaso de las contrataciones a nadie debe sorprender. En Cuba, las
ricas tradiciones comerciales, bancarias, contables, surgidas a través
de siglos por la labor creadora de sucesivas generaciones fueron
destruidas a partir de 1959, fomentándose un ambiente de indisciplina,
indolencia e ignorancia, sobre todo lo referente a las transacciones
comerciales. Quizás con la excepción de algunos dirigentes como el Dr.
Carlos Rafael Rodríguez o Raúl León Torras, reinó el desconocimiento
sobre el tema. Esto, unido a la autosuficiencia y arrogancia increíbles
de algunas personalidades con poder ilimitado, condujo a la paulatina
pérdida de todas las tradiciones en materia económica y financiera. El
colmo de la catástrofe sucedió con la Ofensiva Revolucionaria de 1968,
cuando se hizo añicos la base jurídica y económica de la política
comercial, con la prohibición de los contratos, la eliminación de los
intercambios comerciales entre entidades y la proscripción de la
práctica crediticia, incluido el pago de intereses hasta en las cuentas
de ahorro personal. Todas las técnicas y el sistema legal que
sustentaba el comercio fueron declarados instrumentos capitalistas y por
esos motivos se clausuró la Escuela de Contabilidad de la Universidad de
La Habana. Por puro milagro no se llegó a la abolición del dinero como
en la Kampuchea de Pol Pot, quien con su demencial extremismo llegó a
dinamitar las bóvedas del Banco Nacional en Phnom Penh.
Cuando se tuvo alguna conciencia de las barbaridades cometidas y ciertos
dirigentes reconocieron los errores, quizás a regañadientes, se
introdujo una política de tenue rectificación, de la que Raúl Castro fue
impulsor, con la colaboración especial de un estudioso de la economía,
el profesor Humberto Pérez y un grupo de especialistas. Sin embargo,
se basaron fundamentalmente en el modelo soviético, aderezado con
algunos elementos de flexibilización como el mercado campesino,
determinados permisos para el trabajo por cuenta propia y el llamado
Sistema de Autogestión, que nunca se correspondió con lo que esa
definición denota. De todas formas puede decirse que representó una
salida de la barbarie de la Ofensiva Revolucionaria y, aunque nunca fue
una solución, representó un paso de avance en aquellas circunstancias
económicas tan terribles. Por supuesto, los cambios realizados mediante
esas limitadas reformas nunca dejaron de tener poderosos enemigos dentro
de la burocracia cubana. En 1985, las fuerzas más reaccionarias dentro
del gobierno paralizaron el proceso y los modestos cambios abruptamente,
con la justificación de corregir y rectificar supuestos errores.
Los daños causados a las tradiciones jurídicas, comerciales, bancarias,
y otras, a pesar de los años transcurridos, no se han reparado. Es
harto conocido que muchas entidades cubanas carecen de contabilidad
confiable e incluso son incapaces hasta de presentar los balances
financieros sobre su gestión económica, como señalaba el periódico
Granma, el 11 de septiembre, sobre un grupo de Unidades Básicas de
Producción Agropecuaria, que ni siquiera pudieron entregarlos al cierre
de 2010. Incluso podrán restituirse las bases jurídicas del comercio,
pero las tradiciones y la cultura en materia económica y financiera
demorarán mucho en alcanzar niveles aceptables, tomando además en
consideración las dificultades existentes para el acceso a técnicas
modernas del procesamiento de la información y el progreso logrado en el
mundo en la gestión económica y financiera.
Por otra parte, la dificultad mayor para que existan contratos reales
es la ausencia en Cuba de sujetos económicos con la suficiente autonomía
para tomar decisiones, a no ser los pequeños negocios privados
permitidos, sin peso real en la economía. En la práctica los supuestos
contratos fundamentalmente solo podrán contemplar las cantidades
autorizadas en los planes, a precios -como señalamos anteriormente-
fijados centralmente y sin control de los productores sobre los insumos
necesarios para cumplir con las entregas pactadas. A todo ello se une
que para dirigir las empresas y otras entidades no se buscan personas
calificadas, sino ante todo militantes dóciles, aunque carezcan de
suficientes conocimientos económicos para gestionar entidades que muchas
veces manejan decenas de millones de pesos.
Muchos argumentos más podrían citarse para demostrar la imposibilidad de
que con el actual sistema económico disfuncional pudiera existir un sano
proceso de contratación en Cuba. Por ello resulta lógico y normal el
fracaso que la prensa oficialista refleja en materia de contrataciones,
a pesar de las directivas del sexto congreso del PCC. Resulta que la
vida es más fuerte que las ingenierías sociales divorciadas de la
realidad, las cuales pretenden con cambios insustanciales no cambiar nada.
http://www.cubanet.org/articulos/los-contratos-en-cuba/
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