martes, 26 de noviembre de 2013

El mercado de la calle 114

El mercado de la calle 114

IVÁN GARCÍA | La Habana | 26 Nov 2013 - 8:19 am.



Mientras el Estado 'agobia' a los negocios particulares, un mercado

agrícola mayorista funciona a todo gas y sin un solo burócrata.



Justo a las 4 de la mañana, Alcides, dueño de una cafetería particular

en el municipio Diez de Octubre, tras ahuyentar la modorra con una taza

de café fuerte, se dirige en su Moskovich a un sitio a tiro de piedra de

la universidad técnica José Antonio Echevarría, en Marianao.



Alcides pretende comprar al por mayor frutas, hortalizas y viandas para

su cafetería. Es el "mercado de la calle 114", así se le conoce. Una

plaza al aire libre, polvorienta y espontánea, donde largas filas de

camiones desbordados de productos agrícolas ofertan su mercancía.



Surgido a finales de 2010 —tras la ampliación del trabajo por cuenta

propia dictada por Raúl Castro y la flexibilización de ciertas normas

que rigen el sector agrícola privado—, este mercado mayorista ha ido

creciendo en popularidad, gracias a las hortalizas, viandas y frutas

frescas que se venden según la oferta y demanda.



Aquí el comprador puede regatear los precios directamente con el

vendedor. Ahora mismo, Alcides se pone las manos en la cabeza, mientras

trata de negociar con un camionero que intenta venderle tomates, piñas y

jugo de naranja concentrado, cuyos precios considera muy caros.



"Mira —le dice al camionero— yo cada tres días te puedo comprar cien

libras de frutas y viandas. Hagamos un trato. Te garantizo que junto con

otros dueños de paladares y cafeterías que conozco, podemos comprarte

los dos camiones de productos agrícolas que tú traes".



El camionero, con cara de sueño —estuvo casi nueve horas de viaje desde

Ciego de Ávila—, llega a un acuerdo y reajustan los precios. Con un

grito despierta a dos ayudantes que duermen en el techo del camión, para

que le ayuden a descargar.



En el trato no hizo falta notario ni firmar un contrato de varias hojas.

En este lugar, todavía la palabra de un hombre es suficiente para negociar.



La mercancía procede de provincias a cientos de kilómetros de La Habana

y es transportada por los propios campesinos o cooperativistas; también

hay intermediarios que compran miles de kilogramos para revenderlos al

por mayor en la capital.



Los dueños de pequeños negocios gastronómicos van personalmente, como es

el caso de Alcides, o envían a un comprador que les garantice la

adquisición de vegetales y frutas de estación.



También hay carretilleros por los barrios habaneros que adquieren

productos agrícolas en el mercado de la calle 114. Tomás es uno de

ellos. Mientras escoge malangas y boniatos, dice: "Vengo desde hace dos

años. Compro mercancía de calidad, que luego revendo en una carretilla

que tengo en el Vedado. Casi de todo se puede adquirir".



Lo dice porque no todo lo ofertado sale de la tierra. Hay cosas que se

negocian por debajo de la mesa. Es el caso de manzanas, peras y jugos

concentrados. A un chofer que parsimoniosamente fuma un tabaco torcido,

le pregunto cuál es su procedencia. "De donde sale todo lo que se vende

en el mercado negro. Del puerto, de los almacenes, de las fábricas, en

fin, de lo que se cae del camión", responde.



Vecinos de barriadas aledañas se llegan al amplio mercado improvisado y

a mejor precio adquieren viandas y vegetales que consumirán en la cena.

Otros vienen de zonas distantes como Guanabo. "Es que aquí se compra

mucho más barato que en los mercados de la ciudad. Llego temprano,

regateo y además de comprar para mi casa, me voy con varios kilos extras

que luego revendo. Lo mío es que la comida de mi familia me salga

gratis", confiesa un señor con una sonrisa.



Hora y media después, Alcides se marcha con el auto repleto de viandas,

hortalizas y frutas. El viejo Moskovich se resiste arrancar. Las gomas

pegadas al piso son una señal del exceso de carga. Un grupo de personas

lo ayudan a empujar el carro. "Oye, esto pesa más que un tanque de

guerra", le dicen. Cuando el auto se pone en marcha, Alcides les da las

gracias.



"Maté dos pájaros de un tiro. Trabé un buen negocio con un camionero que

me puede garantizar de manera estable el suministro para mi cafetería.

Ahora corro la voz entre mis socios dueños de paladares. Les estoy

poniendo el 'punto' y un precio razonable. Una mano lava la otra",

argumenta Alcides mientras conduce por la Avenida Boyeros.



Mientras el Estado intenta fiscalizar los negocios particulares con

exceso de controles y normas, el mercado de la calle 114 funciona a todo

gas y sin un solo burócrata.



La gente lo sabe. Allí se compra más barato y fresco, el surtido es

mayor y también la calidad. Eso sí, hay que madrugar.



Source: "El mercado de la calle 114 | Diario de Cuba" -

http://www.diariodecuba.com/cuba/1385324916_6064.html

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