miércoles, 2 de julio de 2014

Matanza en las universidades

Matanza en las universidades

JOSÉ PRATS SARIOL | Miami | 2 Jul 2014 - 9:13 am.



La fusión de universidades debe hacerse, pero en condiciones que el

régimen no está dispuesto a aceptar.



Tras el escándalo —hace apenas unas semanas— de la venta del examen de

Matemáticas para el ingreso universitario, ahora el ministro Rodolfo

Alarcón Ortiz anuncia en Matanzas la matanza de fusionar universidades,

reducir las actuales 69 a una por provincia, más las de Ciencias Médicas.



El nuevo escándalo pone en peligro miles de trabajos, ciertamente

ociosos, aunque desde luego no involucra, de ahí su error de base, al

arcaico Ministerio de Educación Superior, principal gravamen negativo

por el autoritarismo que representa y por el costo que agobia el

famélico presupuesto nacional.



Alarcón Ortiz rompe, desde luego, por el lado débil, bajo. Como buen

burócrata no piensa solo en la parodia del dogma materialista —"El

burócrata ni se crea ni se destruye, se traslada"—, sino también en cómo

crecer, al menos mantenerse.



Si sensata, aunque dura, es la fusión de universidades, más racional es

pensar en cómo favorecer la autonomía universitaria. Pero ahí no llega

la mentalidad piramidal del ministro, del sistema. Entre las palabras

estigmatizadas está, precisamente, autonomía. Con cualquier apellido,

aquí universitaria.



Las ordenanzas siguen cayendo del techo ideológico y administrativo, con

el valor adicional de justificar la inflada plantilla del ministerio,

los gastos del ministro, de viceministros y directores, de inspectores y

más inspectores de las universidades, hace años fuera del ranking

mundial de educación superior y en vergonzosos puestos en el de las

latinoamericanas.



Con aterciopelado acento, el ministro afirmó la meta de "utilizar los

recursos humanos con más racionalidad". Parecería propio de una comedia

de enredos, no de un proyecto con un mínimo de cientificidad. Porque en

realidad, ¿a qué obedece el plan y qué se busca con su progresiva

implementación?



Terriblemente sencillo: recrudecer los controles y cultivar más miedo.

Ahí está la almendra escondida, implícita, solapada. Lo de menos es

lograr detener la caída libre en planes, programas y textos, en

investigaciones y convenios, en calidad competitiva de los egresados.



La fusión decreta —es obvio— miles de desempleados. Les tocará, como

siempre, a los no militantes en el Partido o en la Juventud Comunista.

Les tocará, como siempre, a los "hipercríticos", "desafectos", "no

combativos"... Aunque, como siempre, se salvarán de la calle desde la

angelical querida del rector hasta su chofer, cómplice en hurtos y

escapadas. Y quizás —¿ya aprendieron?— una bien estudiada cuota para la

"equidad" racial, de género y generaciones. La calificación técnica y

profesional, como siempre, se subordinará a lo mismo que ha hundido al

país. ¿O se nos ha olvidado la frase lapidaria de que la universidad es

para los revolucionarios?



No hay arreglo, ni en este caso preocupa a la elite gobernante que lo

haya a cercano plazo. Sus hijos —como ha sucedido desde las primeras

promociones de preuniversitario en las escuelas Camilo Cienfuegos— irán

a estudiar a Europa. Y como está el país, con esos pocos bastará para

sujetar las riendas. Lo demás es negocio: Ciencias Médicas en primer

término: entrada de divisas, slogan publicitario.



Imagino cómo pasarán este verano los trabajadores universitarios

matanceros. Cuántos temores hasta que llegue septiembre y sepan quién se

va, quién cambia, quién se jubila, quién pasa a vender maní frente al

teatro Sauto o collares de canutillo a la orilla turística del río

Yumurí o del San Juan.



No excluyo, desde luego, a los profesores. Muchos de ellos,

lamentablemente, improvisados o de escasas luces para la educación

terciaria, pero en fin de cuentas víctimas del populismo triunfalista

que les hizo creerse lo que no eran. Quizás con el consuelo de que como

cuentapropistas, tras el sacrificio de la vocación, ganarán más.



Se trata, en fin, de una despiadada hipoteca que no puede esconderse

como un avestruz ante los leones de la realidad. La matanza, el cierre,

se sabe que es imprescindible para que la enseñanza universitaria cubana

trate de salir del hueco, en dos o tres promociones de egresados.



Pero así no. Hay que empezar por otorgarles a las quince que sobrevivan

la autonomía imprescindible para despolitizarlas y descentralizarlas —es

decir, humanizarlas—; que actúen bajo principios democráticos, como la

elección del rector con participación de las asociaciones estudiantiles,

para solo poner un ejemplo, abarcador de decanos, jefes de departamentos

y hasta nuevos profesores seleccionados mediante concursos.



Nuestras universidades, además, desafían los enormes fenómenos

inherentes al mundo actual: vertiginosidad informática y proyecciones de

perfiles amplios, vincularse a sectores productivos capaces de financiar

las investigaciones y reciclaje obligatorio, estimular estudios

interdisciplinarios y libre intercambio con universidades del planeta,

buscar inversiones a largo plazo y evitar que la "experiencia" se erija

en "verdad", favorecer estudiantes no estresados por la ferocidad de las

evaluaciones, el salvaje mercado laboral y los mitos del éxito...



Sin embargo, lo que sí elude el complejo desafío —válido en cualquier

otro país— es la matanza de universidades en Matanzas para buscar más

control, ejercer más poder desde arriba, aplastar disidencias. Por ahí

nos seguimos empapelando, señor ministro. La incredulidad funciona mejor

que su demagogia. Usted sabe. Los infelices matanceros también.



Source: "Matanza en las universidades | Diario de Cuba" -

http://www.diariodecuba.com/cuba/1404236374_9319.html

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