Aeropuerto José Martí, una papa caliente
VICENTE MORÍN AGUADO | La Habana | 23 de Agosto de 2016 - 06:15 CEST.
"Cualquier estación de provincia brinda mejores servicios que este
cuchitril", asegura Albertico, taxista profesional, a la espera de una
posible recogida en el piso bajo de la terminal tres del aeropuerto José
Martí.
Aquí se da bienvenida y adiós a la mayoría de los visitantes a Cuba.
Salta a la vista la herencia de discriminación a los pasajeros
nacionales: solamente en el segundo y tercer piso, diseñados para las
salidas, pueden encontrarse servicios sanitarios. Los vigilan empleadas
con el conocido platico para las propinas.
Arriba, en esos dos últimos pisos, hay dos cafeterías y varias tiendas.
Otra cosa es abajo, donde se aglomeran los que esperan las llegadas,
colmada el área, mucho menor, por cientos de cubanos.
Abajo solo es posible adquirir algunas chucherías en una pequeña
tiendecita, a la derecha del salón oeste. La congestión es tal que los
clientes deben hacer fila afuera porque el único empleado así lo exige.
Para colmo, es usual que cierre al público al mediar la tarde, cuando
suelen juntarse cuatro o cinco vuelos en cualquiera de los dos únicos
salones utilizados por las autoridades aduanales para regularizar la
entrada al país de los pasajeros y sus mercancías.
Los turistas pasan con rapidez, los cubanos enfrentan a sus propios
compatriotas. El pasado 4 de agosto, el vuelo de KLM procedente de
Ámsterdam arribó puntual a las 2:45 pm. Pasan las horas, salen
apresurados pasajeros y pasajeras, cubanos todos, requiriendo a sus
familiares. Los de afuera entregan pequeños sobres cuyo evidente
contenido es dinero.
"En Ámsterdam pesaron mis equipajes, aquí vuelven a hacerlo, resulta que
ahora pesan más. ¿Será que con la altura aumentó el peso?", pregunta una
de las recién llegadas.
Y agrega: "No entiendo nada, nos exprimen hasta el hueso".
La espera desespera porque únicamente acompaña al público el café
expreso de la pequeña barra en el intermedio del salón. Las mesas
alrededor están tan sucias como pudieran verse en una de esas cafeterías
de barrio que aún el Estado no ha podido arrendar o convertir en
cooperativas.
Afuera sobrevive un punto donde exhiben helados, galleticas y cervezas.
La suerte decide si al cabo de varios intentos el cliente consigue
empatarse con la dependienta en funciones, porque predomina el conteo
del dinero, largas conversaciones telefónicas o inexplicables fugas
hacia los servicios sanitarios.
Una familia despedía a su hijo rumbo a Luanda a bordo de TAAG. En
principio, consiguieron un refresco Tukola subiendo al tercer piso.
Embullados, fueron por más, para quedar desilusionados. "Era la única
caja, no pierdan su tiempo, en todo el edificio no hay refrescos de
lata", contestó el dependiente.
Subir y bajar los tres pisos de altos puntales resulta esfuerzo
prohibido a los discapacitados. Las escaleras rodantes están detenidas
por tiempo indefinido en sus bajadas.
Demora, corrupción, pésimos servicios e instalaciones: menuda papa
caliente tendrán que asumir los gestores franceses que se ocuparán de
hacer negocio con este aeropuerto.
Source: Aeropuerto José Martí, una papa caliente | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1471925724_24793.html
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