Gato militar por liebre civil
ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles | 30 de Agosto de 2016 - 09:45 CEST.
La política del presidente Barack Obama de acercamiento al régimen
cubano por lo pronto ha posibilitado a los hermanos Castro modificar
algunos soportes básicos de las ciencias políticas y de la diplomacia
modernas y lograr así lo que no pudo nunca autocracia alguna:
1. Presentarse ante el mundo como un gobierno civil legítimo, pese a
ser una dictadura militar ilegítima.
2. Evitar que los máximos responsables de violar los derechos humanos
paguen por sus crímenes.
3. Recibir el respeto y la aceptación de los gobiernos de todo el
planeta, ahora incluido el de EEUU, y ser a la vez bandera de las
fuerzas más antidemocráticas, antisistema y vanguardia latinoamericana
en la lucha contra el "imperialismo explotador".
En cuanto al primer punto, hay una regla no escrita, pero aceptada por
las naciones civilizadas, según la cual si un militar o civil es
presidente de una nación sin haberse sometido nunca a las urnas es un
dictador, y si quienes integran la máxima instancia de poder son
generales, coroneles y comandantes, es una dictadura militar.
Tal norma no se aplica a Cuba. ¿Por qué no? Resulta que en el siglo XXI
la ética y los principios van siendo erosionados por el cínico
pragmatismo de una realpolitik que tiende a subordinar las relaciones
internacionales a los beneficios económicos y los intereses
geopolíticos, en forma más descarnada que antes. Ello explica el gran
triunfo político y diplomático del castrismo.
Con respecto al punto dos, viene al caso lo ocurrido el pasado 26 de
agosto en Córdoba, Argentina. Un tribunal condenó a 28 acusados, casi
todos exmilitares y expolicías —incluyendo un general a quien apodaban
La Hiena— a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad cometidos
en esa provincia argentina durante la dictadura militar (1976-1983).
Como muchos cubanos, me acordé de Fidel y Raúl Castro y de sus esbirros.
Sobre todo cuando la nota informativa procedente de Córdoba destacó que
unas 10.000 personas, casi todas militantes de la izquierda y peronistas
kirchneristas, aplaudieron emocionados en las afueras del edificio del
tribunal las sentencias, que incluyeron a otros diez acusados a penas de
seis meses a 21 años de cárcel. Una manifestante, querellante en la
causa, Ana Mohamed, dijo a la agencia AFP que ese era "un día luminoso".
Es sabido que en Argentina fueron encarcelados los principales
violadores de los derechos humanos durante la dictadura, incluyendo al
jefe máximo en el peor periodo de terror, el general Jorge Videla, quien
murió en prisión en 2013.
"Día luminoso", si es de izquierda
¿Ocurrirá eso en Cuba algún día? ¿Por qué esos manifestantes de Córdoba
apoyan a la dictadura castrista, flagrante violadora de los derechos
humanos no por siete años, sino por más de medio siglo?
¿Irán a la cárcel los hermanos Castro y demás represores del régimen por
haber ejecutado a miles de opositores políticos y causado la muerte a
tantos cubanos de diversas maneras, incluyendo métodos sofisticados
difíciles de probar como fue el caso de Osvaldo Payá, y de otros
asesinados, o los 16 dejados morir de hambre en las prisiones, y los
miles de presos que han sido torturados o apaleados?
No se atisba en el horizonte esa posibilidad. Y la izquierda
latinoamericana, por razones ideológicas, no pide justicia y "un día
luminoso" para las víctimas del castrismo.
Y estamos hablando de la más devastadora y más longeva dictadura del
continente desde que el Gran Almirante pisó el Nuevo Mundo. Cuando
Castro tomó el poder, el presidente de EEUU era Dwight Eisenhower,
faltaban ocho días para que Charles De Gaulle asumiera la presidencia de
Francia, en Berlín no se había construido el Muro, y la inmensa mayoría
de los países del África subsahariana eran aún colonias europeas.
Hoy aquello parece historia antigua, pero Fidel Castro, ya con 90 años,
sigue en el poder ahora como dictador adjunto, haciéndole la vida cada
vez más miserable a los cubanos junto con su hermano, quien ya recibió
hasta la bendición política papal.
Las últimas elecciones democráticas en la Isla tuvieron lugar en 1948,
cuando Carlos Prío Socarrás fue elegido presidente de la República,
derrocado por el general Fulgencio Batista cuando faltaban tres meses
para las nuevas elecciones. Por cierto, Batista como dictador fue una
monja misionera de la Caridad comparado con Fidel Castro o su hermano Raúl.
Yo primero, el Partido después
Desde 1952, durante 64 años consecutivos, Cuba ha tenido solo tres
gobernantes y militares los tres: un general anticomunista, y otro
general y un comandante comunistas. Todo un récord en el Hemisferio
Occidental.
Además, la castrista no es una autocracia comunista como las que
impuso el Ejército Soviético en Europa luego de la Segunda Guerra
Mundial. En aquellos regímenes las decisiones las tomaban elites
privilegiadas que incluían a militares pero estaban encabezadas por
figuras civiles —salvo Polonia en su última etapa y la Yugoslavia del
mariscal Tito—,y partidos comunistas manejados desde Moscú. Erich
Honecker, Władysław Gomułka, Janos Kadar, Antonin Novotny, Gustav
Husak, Nicolae Ceausescu o Todor Yivkov, por ejemplo, no eran militares.
Castro jamás aceptó que el Partido Comunista (PCC) estuviera por encima
de él y del estamento militar, y convirtió en deidad el cargo de
Comandante en Jefe. Jamás el aparato del PCC pudo intentar siquiera
supervisar a Castro, o ahora a su hermano.
El poder supremo castrista siempre ha radicado en las Fuerzas Armadas
(FAR) y no en el Estado, el Gobierno, ni tampoco en el PCC, aunque así
lo diga la Constitución. En la Isla manda un Comandante en Jefe asistido
por una Junta Militar. Y punto.
No obstante, Fidel mantuvo siempre a figuras civiles con funciones
importantes en la conducción del país, como Osvaldo Dorticós, Blas Roca,
Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, José Llanusa, Armando Hart, César
Escalante, Pepín Naranjo, Juan Marinello, Fabio Grobart, Luis Orlando
Domínguez, Flavio Bravo, Emilio Aragonés, Carlos Aldana, Carlos Lage,
Jaime Crombet, Felipe Pérez Roque, y otros.
Militares dueños del país
Eso se acabó con Raúl Castro, quien sustituyó a los jerarcas civiles por
generales y coroneles del MINFAR y el MININT. Hoy con excepción de
Esteban Lazo, presidente anodino de la Asamblea Nacional, y el
decorativo Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente del Consejo de
Estado, los puestos clave del régimen son ocupados por militares. Y el
hijo del dictador, coronel Alejandro Castro, el Fouché cubano, es el
hombre más temido del país luego de su padre.
El Jefe de Gobierno y cinco de sus siete vicepresidentes son militares,
es decir, el 75% de la cúpula gubernamental. El restante 25% no decide
absolutamente nada. En el Buró Político del PCC, de sus 14 integrantes
nueve son militares, y los cinco civiles tampoco pueden tomar decisiones.
Militarmente, el general Castro ha ido más lejos que su hermano. Puso en
manos de las FAR y el MININT la economía del país. Solo GAESA, una
gigantesca corporación capitalista de Estado de las FAR, recibe todas
las divisas que entran al país y casi el 80% de los ingresos totales
generados en la Isla. Y no rinde cuentas al Gobierno de la República ni
al PCC.
Para colmo, los Castro y su Junta Militar se aprestan a traspasar el
poder en los próximos dos o tres años a sus familiares y los generales y
coroneles más fieles, para perpetuar el totalitarismo con un sistema
neocastrista de capitalismo de Estado. Esa claque
político-militar-empresarial ya se afila los dientes para cuando se
levante el embargo norteamericano.
Pero a nadie en el mundo le importa que de hecho los militares sean
dueños de vida y hacienda en Cuba. Al compás del "deshielo"
Washington-La Habana asistimos al coqueteo con la dictadura a ver quién
le hace más gracia. Y los Castro pasan gato militar por liebre civil.
Source: Gato militar por liebre civil | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1472543153_24942.html
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