lunes, 13 de febrero de 2012

El ALBA y el limbo

Publicado el lunes, 02.13.12

El ALBA y el limbo
Alejandro Armengol

La situación política latinoamericana es una mezcla de viejos y nuevos
esquemas. Gracias a la riqueza petrolera, Chávez ha tratado de extender
por toda la región una vuelta al pasado: la fórmula agotada del Estado
paternalista –ineficiente y corrupto– como la solución perfecta de los
problemas ciudadanos, pero sus aspiraciones de convertirse en un líder
regional no pasan de ser un sueño sólo alimentado por los petrodólares y
con pocas posibilidades políticas de triunfo.

La recién concluida XI Cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América (ALBA), celebrada en Caracas, que tuvo como anfitrión
al presidente venezolano Hugo Chávez, y en la que participaron los
gobernantes de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, San Vicente y las
Granadinas, Dominica, Antigua y Barbuda, y el de Haití en condición de
invitado, fue una mezcla de estulticia, demagogia y malas intenciones,
todo bajo el disfraz de un antiamericanismo tardío y una retórica caduca.

Que todavía en Latinoamérica se escuchen y practiquen fórmulas que han
demostrado su ineficiencia durante casi cien años obedece a diversos
factores, pero en la actualidad el "culpable" fundamental es el petróleo
venezolano, que ha permitido a Chávez repartir dinero a cambio de una
fidelidad política momentánea. Con Caracas convertida en la capital
mundial del crimen y el delito, los venezolanos no han visto avanzar su
país en el camino del desarrollo, más bien han asistido a 13 años de
gobiernos en que la situación nacional se ha caracterizado por la
confrontación política, la inestabilidad social y financiera y los
desatinos presidenciales. Solo gracias a una fuente de riqueza
constante, que actúa de escudo frente a una gestión económica
caracterizada por la ineficiencia y el despilfarro, ha podido mantener
ese statu quo en que el socialismo se promete, el capitalismo se
practica y la miseria se tolera.

En el campo internacional, no es poco el dinero que el presidente
venezolano Hugo Chávez ha invertido en Latinoamérica, para así lograr
aumentar su influencia en la región. Pero su "ideal bolivariano" –el
intento de convertirse en el líder que conduzca al continente hacia un
sistema social más avanzado– está cada vez más lejos de concretarse.

Chávez se ha convertido –¿no lo fue siempre?– en lo contrario: una
fuerza circunstancial que frena el desarrollo económico y político y
divide a las naciones.

Más que hablar de una manera simplista de un enfrentamiento generalizado
entre la derecha y la izquierda, en América Latina pueden señalarse al
menos tres tendencias, las cuales representan tres estrategias
diferentes a la hora de enfrentar los problemas económicos y sociales.

Una es la fórmula neoliberal clásica –que propone el libre comercio, la
reducción de impuestos y la inversión extranjera–, donde la creación de
riquezas es la principal vía –o la única según sus partidarios más
fervorosos– que conduce al bienestar.

Otra es la izquierda democrática –que combina los acuerdos
internacionales y las inversiones con una política de justicia social–,
la cual busca una combinación que sabe imperfecta, pero al mismo tiempo
entiende que puede mejorarse, entre el capital nacional y extranjero y
los derechos laborales y ciudadanos.

La tercera es la izquierda autoritaria –que aún hoy apuesta por el
control estatal férreo, las nacionalizaciones y es enemiga más o menos
declarada de las inversiones foráneas–, cuyos seguidores fundamentan su
discurso en la pobreza y la injusticia social, pero los cuales terminan
casi siempre por mostrar una peligrosa vocación favorable al
establecimiento de un régimen totalitario.

El populismo –un mal latinoamericano casi endémico– se pasea de derecha
a izquierda, lo que impide adjudicarlo simplemente a un polo político.

El aporte de Chávez a este cuadro político complejo ha sido la
posibilidad de tratar de difundir un esquema que parecía agotado –la
revolución social al estilo cubano– no mediante la violencia
guerrillera, sino empleando la otra arma tradicional necesaria para
hacer la guerra: el dinero. El poder de los petrodólares convertido en
un recurso antiimperialista.

La paradoja es que Chávez se ha convertido en un factor de discordia en
Latinoamérica, en lugar del aglutinador que aspira a ser, como
autoproclamado seguidor de la idea bolivariana de una América Latina unida.

Más allá de sacar provecho a los elevados precios del petróleo, Caracas
carece de un proyecto económico viable para la región. ¿Qué ofrece el
ALBA? Declaraciones, reuniones y algunos proyectos de alcance limitado.
La propuesta de boicot a la Cumbre de las Américas, si no se permite la
participación del Gobierno cubano, puede poner a viajar a la isla a la
canciller de Colombia, país anfitrión del evento, pero es una muestra
más de utilizar el poder que brindan los petrodólares para dividir, no
como una influencia decisiva en el desarrollo de la zona.

Por lo demás, Chávez y los gobernantes de las naciones del ALBA –un
hatajo de pillos que en algunos casos estarían mejor tras el mostrador
de un bar perdido en el desierto– insisten en revivir el pasado, sea
mediante una exaltación trasnochada e ignorante de la figura de Ernesto
"Che" Guevara y su estulticia sangrienta de la guerrilla, como acaba de
ocurrir en Ecuador, o mediante el viejo expediente de sacar a los
militares de los cuarteles, como viene sucediendo en Caracas, mientras
los sueños de la dominación en la zona continúan produciendo monstruos.

http://www.elnuevoherald.com/2012/02/13/v-fullstory/1124680/alejandro-armengol-el-alba-y-el.html

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