febrero 27, 2012
Dariela Aquique
HAVANA TIMES, 27 feb — La doble moral, es casi una condición inherente a
la forma de vida del cubano. Ese miedo visceral a la verdad y acomodarse
a que las cosas parezcan lo que no son, ha venido siendo práctica con la
que muchos se evitan el clásico estigma social de: señalarse o buscarse
problemas.
Incontable es la cifra de personas que asienten con un criterio, con el
que realmente están en total desacuerdo, o que acuden a ciertos eventos,
como reuniones cederistas o sindicales o marchas y mítines, los que le
importan un bledo y en los que su presencia no es más que un simulacro.
Los hay quienes se escudan detrás de un cargo de activista o dirigente,
incluso detrás del carnet de militantes del inmortal Partido Comunista.
Pero hasta aquí, es la manifestación de la doble moral voluntaria, esa
que algunos deciden adoptar para cooperar con la inercia en medio de
este zozobrar social de la isla.
Sin embargo resulta que ahora ha surgido una nueva variante, la doble
moral oficializada. Sí, una opción que es propiciada por las mismas
instituciones, una invitación a la farsa, un engaño consentido.
Como todos sabemos, el estado libró durante años una guerra sin cuartel
contra los jineteros. Ese grupo social bastante numeroso, por cierto,
que se dedica a asediar turistas extranjeros, sirviéndoles de guía,
ofreciéndoles hospedajes y restaurantes particulares, donde dicho sea de
paso, los precios son más módicos, la calidad del servicio mejor y los
animadores por cuenta propia, tendrán sus comisiones.
Es común ver a estos simpáticos cubanos, siempre solícitos y dispuestos
a brindarle a los amigos foráneos: un coche, tabaco, ron, casa en la
playa y hasta chica…
Eran una piedra en el zapato para los policías que tenían que andar,
detrás de esta bandada de busca vida.
Por supuesto que esto también afecta increíblemente la imagen del país,
porque no todos los jineteros se conformaban solo con buscarse unos
pesos convertibles para el diario. Los hay quienes trasgreden ciertos
espacios y comercializan drogas o practican el proxenetismo.
Santiago, pese a sus muchas playas, desarrolla un buen turismo de ciudad
y descubrí hace pocos días en el céntrico parque de Céspedes como los
jineteros hacen su labor, sin ser molestados por la policía y ante los
extranjeros venden la imagen de trabajadores del sector turismo.
A algún sesudo, se le ocurrió la idea de "legalizar" el statu quo de
estos, y resulta que ahora andan por las calles, plazas y centros de
afluencia extranjera, exhibiendo un solapin, como: "gestores."
Pero siempre hay en su aspecto o en su forma de abordar a los visitantes
ciertos detalles delatadores y no pude evitar sentirme tentada a llamar
a uno de ellos y preguntarle, a lo que tuve por respuesta:
"No sé, ahora yo trabajo aquí con los choferes, ofreciendo taxis y
llevando a los pepes (extranjeros) a lugares por los que pregunten… y
na´ siempre se busca algo y la policía no te molesta cuando ven el
solapin y se lucha más tranquilo."
Inteligentes, ¿verdad?, como reza un viejo proverbio: ¡si no puedes con
tu enemigo, únete a él! Así ahora la doble moral, ni siquiera tiene que
ser una iniciativa personal, es propiciada, es el engaño consentido.
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