lunes, 4 de noviembre de 2013

Para orinar hay que pagar

Publicado el lunes, 11.04.13



Cuba: para orinar hay que pagar

ALEJANDRO ARMENGOL



El proceso que por costumbre y desidia se sigue llamando la revolución

cubana siempre se ha caracterizado por los bandazos, el ir de un extremo

al otro. En una época el Estado se ocupaba de todo, ahora busca quitarse

de arriba aquello que no considera fundamental para su supervivencia. De

pronto, los cubanos acaban de descubrir que orinar tiene un precio.



Se iniciaba con la vida y terminaba con la muerte. Del primer al último

momento el Gobierno siempre aparecía para ocuparse del asunto. Todavía

lo hace en cierta medida.



Nadie tenía que pagar por un parto o por un ataúd. Por el camino de la

vida aparecían todos esos momentos en que se le recordaba al cubano lo

afortunado que era, al vivir en un país donde no tenía que preocuparse

por un seguro médico que cubriera el nacimiento de un hijo o esa

modalidad del entierro y la tumba que se pagan por adelantado y a plazos.



Por supuesto que aparentemente había una ventaja económica. Luego el

Gobierno se ocupaba de cobrarle de mil maneras al "beneficiado" por los

dones recibidos, y las deficiencias que han ido agudizándose con los

años –desde tener que llevar la sábana al hospital hasta los pagos

subrepticios para lograr un mejor trato o simplemente el servicio que es

gratuito pero no se brinda–, pero la filosofía de un Estado protector

salía a relucir siempre.



Aunque mellada al extremo, esa filosofía sobrevive en los discursos.

Sólo que desde hace años tiene otro concepto, la "gratuidad" ha venido a

poner un freno. Para el gobierno de Raúl Castro, poner límites cada vez

más firmes a lo que se entrega gratuitamente se ha convertido no

simplemente en una realidad, sino también un postulado. No se plantea

como un principio ideológico, pero en la práctica lo es: una proposición

necesaria que sirve de base para justificar el no rendir cuentas por lo

que se prometió originalmente pero ya no se cumple.



La gratuidad y la falta de control de costos fue por años parte del

sistema cubano, sobre todo a partir de la mal llamada "Ofensiva

Revolucionaria" de 1968. La entrada gratuita a las actividades

deportivas y museos; las guarderías o círculos infantiles que no se

pagaban; los teléfonos públicos gratis –y que al mismo tiempo dejaron de

funcionar– y las tarifas fijas y mínimas del consumo de gas en La

Habana, para citar algunos ejemplos. Con furia partidista, los

funcionarios buscaban como dar algo más sin cobrar –al punto que por esa

época se comenzó a hablar de la eliminación paulatina del dinero– aunque

luego aquello que no costaba un centavo desaparecía del panorama. Ser

gratis se convirtió en sinónimo de inservible, inútil e inexistente.



Alguien puede argumentar que los servicios médicos y educacionales

continúan ofreciéndose sin costo en Cuba, pero las deficiencias que

enfrentan ambas esferas reflejan no solo una filosofía social sino

también una incapacidad para encontrar una solución a los problemas que

presentan.



Lo que llama la atención es que ese mismo afán que antes imperó en la

tendencia a no cobrar existe ahora en la búsqueda de actividades,

funciones y servicios que puedan ser entregados a la esfera privada y de

los cuales el Estado pase a beneficiarse no como administrador sino como

rentista. Y que ese énfasis en ampliar la esfera privada gira, como en

otras ocasiones, dentro de un sector muy secundario de la esfera económica.



Y así se llega a la última de las "reformas" del gobierno de Raúl

Castro, que acaba de descubrir que descargar la vejiga o el intestino

debe tener un precio y legalizó el alquiler de los baños públicos como

negocios privados.



Hay que añadir que lo que acaba de decretar –no confundir con excretar,

para evitar chanzas– el gobierno cubano existe en buena parte del mundo.

En las ciudades europeas hay diversas modalidades de servicios

sanitarios públicos, en que las formas de pago adoptan las más diversas

modalidades, desde entregar algún dinero por lo general a un anciano a

cambio de un trozo de papel higiénico hasta una puerta que para abrirla

hay que introducir una moneda. Y también los hay completamente gratis.



Sin embargo, y conociendo el carácter y la inventiva del cubano, la

noticia despierta de inmediato la sospecha que estas nuevas licencias

abren la posibilidad de que sean utilizadas para la oferta de servicios

más amplios, y que junto a urinarios, lavabos e inodoros comiencen a

surgir una modalidad de "baños turcos" y dentro de un tiempo conoceremos

de redadas en estos nuevos baños públicos, problemas de "jineterismo",

etc. Sin excluir además la posibilidad de la aparición de letreros en

contra del Gobierno. Por lo que no solo se abre una fuente de trabajo

para el cuentapropismo, sino también se amplía la labor de la policía

política.



Source: "ALEJANDRO ARMENGOL: Cuba: para orinar hay que pagar - Opinión -

ElNuevoHerald.com" -

http://www.elnuevoherald.com/2013/11/04/1605020/alejandro-armengol-cuba-para-orinar.html

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