La reorganización laboral se dilata
En Cuba durante muchos años se había desarrollado una política laboral
equivocada, con el propósito de mostrar un pleno empleo ficticio
Oscar Espinosa Chepe, La Habana | 16/08/2011
La reorganización laboral, una de las piezas centrales de las reformas
acometidas por el general Raúl Castro, necesitará más tiempo para
aplicarse. Marino Murillo, vicepresidente del Gobierno, expuso en la
Sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, efectuada el 1 de
agosto, que "hay que avanzar en un cronograma que abarca un quinquenio,
en materia de reordenamiento laboral, de manera más gradual y aplanada
que lo concebido inicialmente".
El cronograma inicial, anunciado en septiembre de 2010, establecía la
racionalización de 1,3 millón de trabajadores sobrantes, aproximadamente
el 25 % de la fuerza de trabajo ocupada, en un período de tres años, con
una primera etapa hasta abril de 2011 para 500.000 empleados estatales.
Este programa esperaba que, con la ampliación del trabajo por cuenta
propia y otras medidas, se crearan suficientes puestos para asumir la
masa de desempleados.
En la práctica el cuentapropismo con solo 178 oficios de limitada
relevancia permitidos, cargado de excesivos impuestos, sin mercado
mayorista para adquirir los insumos, y un futuro incierto, no generó los
empleos esperados. Ciertamente la cantidad de cuentapropistas ha crecido
a más de 325.000, el doble del existente en octubre al comenzar la
ampliación, pero la mayoría sin empleados y en un 66 % se trata de
personas que han legalizado su status. Esto provocó que, ya a finales de
febrero, el Gobierno reconociera la imposibilidad de cumplir el despido
de 500.000 trabajadores hasta abril, y recientemente haya señalado la
dilatación del proceso de reestructuración a 5 años.
En Cuba durante muchos años se había desarrollado una política laboral
equivocada, con el propósito de mostrar un pleno empleo ficticio. En
años recientes se sostenía de forma ridícula que el desempleo abierto
era inferior al 2 %, mientras las calles y parques permanentemente
mostraban a infinidad de personas en edad laboral ociosas y era ocultado
un colosal desempleo encubierto. Estudios efectuados por la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe[1] con la ayuda de
funcionarios cubanos indican que la tasa de desempleo equivalente de la
población económicamente activa era de 25,1 % a fines de los noventa.
Entendido este indicador como la suma de las tasas de desempleo abierto
y la referida al sobrante de personas en los centros de trabajo a causa
de la brecha de productividad, calculada con respecto al nivel de 1989,
por cierto considerablemente baja en aquel entonces.
Por supuesto si la base usada por la CEPAL hubiera sido la productividad
existente en países como Chile, Brasil, Uruguay y otros de desarrollo
medio, la brecha habría sido superior y fácilmente rondaría el 50 % de
la población económicamente activa. Un escenario de improductividad que
hasta ahora debe haberse mantenido, y si cambió, sería para empeorar con
la continuada descapitalización y el crecimiento del atraso tecnológico
del país.
Por lo anterior, la reestructuración de la fuerza de trabajo es
indispensable para poder salir de este calamitoso panorama. Con las
plantillas infladas en tal magnitud, resulta imposible reorganizar los
centros laborales y frenar el desorden y la indisciplina existente,
reflejados en las bajas tasas de productividad del trabajo que a su vez
impide el crecimiento del pobre salario medio mensual. Esto crea un
círculo vicioso que impide el crecimiento real del salario y, por tanto,
liquida la motivación que éste debe generar en los trabajadores.
Según ha señalado el vicepresidente Marino Murillo "en las estructuras
de los ingresos de la población cubana solo el 50 % de ellos dependen
del salario… y ello refleja los problemas de ineficiencia de nuestra
economía." Esta situación, además, es uno de los factores que con mayor
fuerza impide terminar la perjudicial dualidad monetaria. Un fenómeno
derivado de la crisis, que a su vez genera nuevos problemas y obstáculos
para emerger de ella, en particular debido a que la mayoría de los
trabajadores reciben su salario en una moneda no reconocida en las
tiendas estatales, alimentando aún más el desinterés laboral, además de
otros males.
Por ello, la dilación del reordenamiento laboral resulta una mala
noticia. Sin duda alguna, este será un proceso doloroso para muchas
personas, quienes tendrán que rehacer sus vidas. Sin embargo, visto
desde el punto de vista económico la corrección de los errores del
pasado es inevitable y tendrá que realizarse a un plazo menor o mayor.
Al prolongarse los plazos de la reestructuración los efectos nocivos de
las plantillas infladas continuarán acumulándose, haciéndose más
difíciles y lacerantes las soluciones.
Por supuesto, la demora no es una solución, si no se acompaña con
verdaderos cambios estructurales en la economía, se reducen
sustancialmente los exagerados impuestos al trabajo por cuenta propia,
se crea un mercado mayorista para ofertar insumos a los nuevos negocios,
se abren totalmente las profesiones para ejercer el trabajo por cuenta
propia, se permiten las pequeñas y medianas empresas (PYMES) y finalizan
los dogmas y prohibiciones contra el desarrollo de la iniciativa privada
y la negación del mercado como categoría económica objetiva. Todo ello
acompañado por la dejación de los fracasados métodos de gestión
centralizados, que han burocratizado la sociedad, impedido el desarrollo
de las fuerzas productivas y ahogado la creatividad de los cubanos.
[1]La Economía Cubana. Reformas estructurales y desempeño en los
noventa. Edición del 2000.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-reorganizacion-laboral-se-dilata-267013
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