Sinsabores del pequeño negocio privado
Luis Felipe Rojas
Holguín 19-08-2011 - 10:35 am.
El miedo al Estado frena a muchos emprendedores a la hora de lanzarse al
trabajo por cuenta propia.
Un campesino levanta un refugio para cabras en las afueras de La Habana.
(REUTERS, 13 de agosto de 2011)
La pequeña empresa, conocida en Cuba como el "trabajo por cuenta
propia", no acaba de florecer debido a dos lastres principales: el
primero tiene que ver con el ámbito económico, donde lo fiscal, lo legal
y lo financiero deben ir a la par. El segundo radica en lo psicológico.
Tener dinero no es malo
En una conocida cafetería del centro de Holguín, Armando A., sobre los
sesenta años, hace un guiño para que espere a que se vayan dos clientes,
lava los vasos en que sirvió el batido de frutas y se acerca. "Aunque tú
veas el ánimo de muchos, no te lo creas, la gente está esperando un
coletazo, conozco a gente que trabaja por cuenta propia como yo y se
acuesta todos los días imaginando que mañana el Granma se va aparecer
conque se acabó esto, que era una prueba y que bla, bla, bla".
Es por este miedo que Armando afirma que no se ha lanzado del todo, dice
que el gobierno está pujando y halando hasta ver cuánto resiste la soga,
"hay que esperar, tienen que aflojar más si quieren que esto [el trabajo
por cuenta propia] marche mejor".
Javier L., un antiguo profesor de Matemáticas, cree que ha mejorado un
poco la visión que se tiene del pequeño empresario. "Antes se miraba mal
lo mismo al que vendía dulce de coco que al chofer que tiraba sus viajes
a escondidas. En el barrio y en la escuela había vigilancia sobre los
vendedores, se tenían como ambiciosos, querían tener más que trescientos
pesos de salario; eso, se ha demostrado que no es ninguna bajeza humana".
Tras sus palabras —y aunque cree que esta vez no le darán marcha atrás a
las reformas—, Javier aclara que no ha puesto el segundo carro de los
dos que tiene a trabajar a tiempo completo. "Si veo que las cosas
mejoran, lo pongo en alquiler a un primo mío, si no lo vendo y se acabó
la espera".
Por su parte, Carlos P. está disfrazado de dependiente en la pizzería
que administra a unos pasos del parque central de la ciudad. Dos o tres
veces en la mañana tiene que quitarse el gorro y la bata blanca, dejar
todo y partir en la moto a arreglar algo en las otras dos cafeterías que
tiene, una en las afueras y otra cercana a un instituto politécnico.
"Llevo estas tres encomiendas (las únicas que declara), pero no sé cómo
van a reaccionar si me va bien y monto otra más. Mi hermana, que vive
fuera del país, está muy animada. Yo desconfío todavía, no sé qué pueda
pasar en el futuro…".
Carlos dice que por ahora es discreto con alguna que otra fiesta en
casa, y que de vacaciones se ha ido a Santiago de Cuba. No quiere que lo
vean por encima de los demás. "Me acuerdo bien del Plan Maceta, a mi
papá le quitaron un camión y una moto sin traspaso de propiedad, y aún
así pasó tres años encerrado en una fábrica, haciendo colchones para el
Ministerio del Interior".
Curados de espanto
"Estoy desengañada de todo y no me ilusiono con que esto pueda mejorar
más, nadie se vuelve loco como para invertir en grande. No se van a
meter con los vendedores de fritas y las peluqueras, pero sí con quien
ponga diez carros a vender frita y tres o cuatro peluquerías", subraya
Bárbara, una pedicurita que afirma haber comprado varios stock en el
exterior para iniciar su negocio.
"Tuvieron que aflojar la mano en algunos impuestos y tomaron otras
medidas, pero no creo que vayan a más. Veo muy positivo que hayan
reabierto el negocio por cuenta propia y que ahora no tengas que pagar
por emplear hasta un máximo de cinco personas, pero eso no es más que
una curita".
Quien habla ahora es Adalberto S., un emprendedor joven informático:
"Tengo algunos servicios que ahora mismo no me atrevo a poner ni en
www.cubangos.com ni en www.revolico.com, mis compradores potenciales
están en la red, pero el gobierno me pone contra las cuerdas, puedo
reparar y vender algunos accesorios y artículos, pero no los que yo
quisiera, estoy perdiendo un mercado que a lo mejor voy a lamentar toda
la vida", afirma con pesar.
Ana, su compañera de alquiler, terminó los estudios de
Telecomunicaciones y ahora se las arregla programando softwares para
empresas extranjeras radicadas en la Isla:
"Creo que habrá una solución a largo plazo, ahora mismo aunque camino
por una cuerda floja, sé que están por soltar todas las amarras. Tengo
miedo que me multen por trabajar para empresas extranjeras sin una
licencia ni aportar nada al impuesto, pero el Gobierno es el que me
ponen en la ilegalidad, no hay remedio".
La noria gira en busca de una respuesta.
Habría que ver si andan de la mano los cambios de mentalidad junto a una
legalidad que proteja y no sea un azote. Un grupo de cubanos y cubanas
emprendedores, nacidos bajo la sombra del estatismo, se ha impuesto
relanzar la economía propia y la del país, como afirma, con un soplo de
esperanza, Bárbara la pedicurita: "Mi abuelo vino de Mallorca y se puso
a vender escobas de palma y levantó una familia, yo no puedo ser menos".
http://www.ddcuba.com/cuba/6476-sinsabores-del-pequeno-negocio-privado
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